Oraciones para la Semana Santa 2022
JUEVES SANTO
Cuando me arrodillo
a vuestros pies, no pienso
en cómo sois,
ni cuáles vuestros defectos,
o cuánto amor
derrocha vuestro corazón.
Solo sé que estáis
cansados del camino,
que el agua templada
calmará vuestra impaciencia,
que el polvo de los rencores
y enfrentamientos caerá
suavemente en el olvido.
¿No deberá ser así
entre nosotros?
En la mesa, cuando el hambre de pan y justicia
se hace presente en vuestras
palabras y compromiso,
el brillo de mis ojos
se hace palpable
en los vuestros.
No puedo hacer otra cosa
que partir mi cuerpo
para ser vuestro alimento
y que mi sangre corra
a raudales por vuestras venas.
Cuando os escucho reír
y ardo de amor
en vuestros abrazos,
nace el recuerdo
y pienso que la amistad
es lo más delicioso que hay
en la vida de una persona.
Lo digo por experiencia.
Si esta noche
renováis el corazón con
un leve movimiento
de humilde amor,
mi presencia habrá sido eficaz.
Si no fuera así,
permaneceré esperando,
–os doy mi Palabra–
hasta mañana.
Queridos amigos y amigas:
+ Esta plegaria delJueves es un poco audaz, pues Jesús mismo toma la palabra y reflexiona sobre el sentido de la amistad, del amor vivido desde una comunidad de seguidores suyos.
+ La Eucaristía y el amor se funden en un abrazo eterno, del que no se separarán jamás.
VIERNES SANTO
Ahora que dominan
las tinieblas,
sentimos que unas gotas
como de sangre ajena,
resbalan e inundan
las pantallas
y nuestros ojos.
Es el odio, la guerra,
la cárcel injusta,
las cadenas de la incultura,
el hambre, la soledad,
la violencia, la muerte...
Si volvemos la cabeza
y damos media vuelta,
quizá no sea tan dura
esta oscura sinrazón.
Si acercamos el oído
pueden salpicarnos
los gritos y el hedor
de este inhumano infierno.
Es el momento de arrojarnos
al huerto sin luna,
alzar la plegaria al Padre
cuyo silencio nos aplasta,
y la blasfemia contra los poderes
que oprimen a nuestros pueblos.
Esta es la hora
de aceptar su voluntad a ciegas,
de arrojarnos en sus manos,
ante el abismo
imposible de cubrir
con nuestras propias fuerzas.
Saldremos aturdidos, doloridos,
desgarrados por tantos rostros
desfigurados, que parecen
cualquier cosa menos
seres humanos.
Y a la vez, esperanzados,
llenos de Espíritu, es decir,
con fuerza, paz y ternura,
comprometidos y anhelantes del Reino.
Esta noche de oración por la Vida,
rompe todas nuestras seguridades,
pero nos permite ser fieles
en la gratuidad.
Queridos amigos y amigas:
Podemos ver y oír todos los días noticias estremecedoras: terrorismo, emigración, guerras, hambrunas terribles, paro, violencia contra la mujer, marginación…
+ No podemos reaccionar como Caín: “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”, y volver la espalda a esta dura realidad.
+ Estos acontecimientos deben enternecer nuestro corazón, y convertirlo en nuestro Huerto de los Olivos de cada día, las gotas de sangre, nuestro miedo, temblor y palidez.
+ La oración final, no obstante, debe ser de confianza, como Jesús en Getsemaní, aunque nos sea imposible comprender la presencia encarnada y compasiva de Dios entre tanto dolor.
SÁBADO SANTO
A través de esta llama
transparente de esperanza,
observo vuestros
rostros encendidos.
Contemplo más allá
de los movimientos confusos
de los cuerpos,
la alegría de la unidad
al compás del fuego.
La cera líquida rebosa
y cae lentamente
hasta quemar por un segundo
mis dedos.
¿Abrasará con la suavidad
del amor mi corazón,
ese calor compartido
de mi comunidad?
Nos pasamos en silencio
el testigo, el deseo,
la certeza, la necesidad
de un nuevo mundo,
fraterno.
Nos ungimos con el agua
que nos purifica
y nos sumerge en la muerte
al egoísmo.
El agua no apaga el fuego
sino que renueva el ardor
por transmitir la ternura
de la brisa que nos envuelve.
Fluye suavemente y aumenta la fe
de mis hermanas y hermanos
que reciben sinceramente
la vida en Jesús, que es ya,
vida eterna.
El Espíritu no habita
en una tumba vacía.
Se acerca el día,
esta es la hora,
¿reconoceremos a Jesús cuando
nos llame por nuestro nombre
y nos invite a conocer al Padre?
Queridos amigos y amigas:
Las cruces de muerte que sufren tantos seres humanos en nuestro mundo son como un grito continuo para que, haciéndonos cargo de esta realidad, intentemos por todos los medios eliminarlas.
+ Pero la muerte no debe ser para nosotros la última palabra. Cristo ha resucitado y, si no hubiera sido así, no tendría sentido nuestra fe, como afirma san Pablo.
+ La luz de Cristo nos debe iluminar de tal forma que el anuncio del Resucitado empape por completo nuestra existencia, nuestra fe, nuestra comunidad de vida; nuestro compromiso debe servir para sembrar semillas de resurrección en nuestro entorno vital y en nuestro mundo.
DOMINGO DE RESURRECCIÓN ¡ALELUYA!
No les hicieron caso.
Jesús las había unido a su grupo,
ante el escándalo de los fariseos
y de sus propios discípulos.
Ellas fueron las que permanecieron
al pie de la cruz,
ellas regaron con lágrimas
los pies del arrepentimiento,
cubrían las necesidades
materiales de la comunidad,
ellas recibieron el deseo de Jesús
de adorar al Padre en espíritu y verdad.
En ellas acabaron los flujos
del tabú y la marginación.
Ellas estuvieron ocultas en Efraím
con Jesús, recorrieron los caminos
polvorientos, con Jesús,
compartieron la Buena Noticia
de Jesús.
Ellas recibían a Jesús en sus casas,
abandonaron todo por seguirle,
y fueron premiadas al haber optado
por la mejor parte.
Ellas recibieron el perdón
por haber amado mucho, mucho más
que los que las acusaban.
Ellas prepararon bálsamos y perfumes
para enjugar el cuerpo de Jesús.
Aunque quieran ocultarlo,
ellas comieron muchas veces con Jesús,
y en la última cena
tomaron su cuerpo y ofrecieron
su vida con la Sangre de su Señor.
Ellas, primeras testigos
de la tumba vacía de Jesús, ante
el estupor y la burla de los hombres.
Ellas contemplaron y abrazaron
por primera vez al Rabí resucitado.
Anunciaron: hemos visto al Señor,
está vivo.
Ellas, con María, entonces y ahora,
las primeras renacidas
por el agua y el Espíritu
de la resurrección.
Ellas, mujeres nuevas, son
el gozo y el testimonio para
algunos hombres que queremos
parecernos a Jesús, junto a ellas.
Queridos amigos y amigas:
Las mujeres fueron siempre fieles seguidoras de Jesús, compañeras de camino, valientes testigos aún en los momentos más difíciles. Jesús premia su fidelidad siendo una de ellas, María Magdalena, la privilegiada, descubriendo y abrazando al Resucitado.
Jesús abolió con sus palabras y hechos la marginación de la mujer en su época. Sin embargo, la Iglesia ha ido perdiendo esa audacia para volver a marginarla después de la muerte del Maestro. Pero Jesús nos sigue llamando a su liberación, que será la liberación de toda la humanidad, mujeres y hombres.
(Miguel Ángel Mesa Bouzas, Si el amor lo invade todo, Paulinas)