Padrenuestro de la transparencia

Dios de bondad, ayúdanos a ser bondadosos, a conmovernos, a compartir el dolor y la alegría que sientan los demás, a cambiar nuestras miradas frías y distantes, por otras cálidas y compasivas.
Padre de todas las caricias, enséñanos a acariciar y acompañar con la palabra, con la empatía, con la búsqueda del bienestar y la felicidad del otro, especialmente de quien necesita más ternura, cuidado, justicia.
Mamá, Papá de todos los vivientes, sabemos que tú estás muy dentro de nosotros y nosotras, te sentimos también a nuestro alrededor, en los demás, en la cima nevada de la montaña, en la brizna de hierba y en el agua clara y transparente.
Tu voz resuena en la brisa, en la ola que acaricia la playa, en la lluvia que empapa la tierra, en la sonrisa, en la solidaridad y en el abrazo acogedor.
Pero también se te escucha en el grito desolado, en la angustia ante la soledad, en la noche oscura de quien se abisma en las aguas de la indiferencia.
Te haces presente, diáfano, transparente en nuestro mundo, cuando las manos acarician, cuando los brazos protegen, cuando las miradas comprenden, cuando el corazón se estremece, cuando se comparte el tiempo y la abundancia, para que otros puedan vivir felices y estar bien, sintiéndose tratados con dignidad.
Tu única voluntad es que las mujeres y los hombres puedan crecer en una sana sabiduría de la vida, en humanidad, siendo dichosos, compasivos, cercanos al otro.
Sabemos que si compartimos habrá suficiente para todos y sobrará. Queremos ser capaces de vivir compartiendo y diciendo: “Lo mío es tuyo y lo tuyo de los dos”, pues nada nos pertenece cuando los demás pasan necesidad.
Tú siempre nos perdonas hagamos lo que hagamos, antes de pedirte perdón. Somos nosotros los que no perdonamos, o “perdonamos pero no olvidamos”. Ayúdanos a entender que el perdón nos puede sanar a nosotros, a quienes hacemos mal, a quienes nos lo hacen, a nuestro entorno vital.
Ayúdanos a mantener una mística de ojos abiertos, para no caer en el conformismo, en la indiferencia, en el egoísmo. Enséñanos a aceptar nuestros errores y nuestros límites. A confiar en los demás y en ti, buen Dios, Ternura infinita, Madre de entrañas ardientes, que nos cuidas y nos abrazas por quienes compartimos el esfuerzo cotidiano por la vida y la esperanza en otro mundo más fraterno, justo y en paz.
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