Invitados de honor (I): S.E. Fulton J. Sheen, Obispo de Rochester, NY, USA.©

En esta sección, "Invitados de honor", confío enriquecer el blog con firmas sobradamente laureadas y, quizás, olvidadas. Deseo, y Dios lo sabe, ayuden a forzar hacia la sensatez a algunas cabezas honradas de que tan necesitadas están nuestra Iglesia y la religión en que se fundamenta.

El primer invitado que nos visita es el Obispo de Rochester, S.E. Fulton J. Sheen, dado que este mes de junio se cumple un año de la apertura de su proceso de canonización autorizado por el Santo Padre Benedicto XVI en que se refiere a las “virtudes heroicas del Siervo de Dios Fulton Sheen, Arzobispo Titular de Newport, anteriormente Obispo de Rochester; nacido en El Paso (EE.UU.) el 8 de Mayo de 1895 y fallecido en Nueva York (EE.UU.) 9 de Diciembre de 1979”.

El texto aquí reproducido del Venerable Fulton J. Sheen no ha sido una selección fácil. Por la sencilla razón de que el magisterio del Apóstol americano es todo él, al cien por cien, atractivo, directo y valiente; además de toda su obra, divulgadora y militante en dimensiones gigantescas. Durante más de veinte años su voz en la radio y la TV evangelizó al mundo. Casi setenta libros publicados y cientos de artículos en los periódicos.

Se trata de su prólogo al libro “Religión sin Dios”, del que subrayo a mi lector que fue publicado en 1928, aunque sus ideas y palabras parecen dichas para hoy mismo. Por eso lo elegí, porque le va como guante a la historia de la Iglesia que nos ha tocado vivir. No lo copio completo porque excluyo los párrafos específicos para la obra prologada.

Lean, pues, sin más preámbulo.

No es que la religión en nuestros días esté en evolución, como muchos suponen, sino que es objeto de una verdadera revolución. La evolución supone crecimiento desde su nacimiento u origen; la revolución rompe con la causa o principio: la evolución tiene antecedentes, pero la revolución no reconoce antepasados. Cuando decimos que la religión está en estado de

revolución, no queremos decir únicamente que haya un estado de ruptura con el pasado, sino que, además, hay un desprecio evidente de todo lo mejor que ha habido en la cultura y en la tradición que heredamos.

Hasta nuestra última generación, la religión era tenida como una actitud del hombre en relación con el Ser Supremo fuente de todas las perfecciones; pero hoy la religión es tenida como una especie de fraternidad del hombre con el Universo o, mejor dicho, no es sino «la fe en la conservación de los valores humanos». La palabra «Dios» es empleada todavía por ciertos pensadores, pero se la vacía de todo su contenido y queda desleída y difusa de manera que pueda acomodarse a significar cualquier idea sin consistencia. Se ha destronado a Dios, los cielos han sido abandonados y el hombre ha sido colocado en lugar de Dios, cumpliéndose de este modo la diabólica promesa de que llegaría un día en que vendría a ser semejante a Dios.

(...) La edad de Oro se sitúa ahora en lo futuro (...) un futuro en el cual, debido a un impulso cósmico en evolución, el hombre no solamente se figura ser Dios, sino que realmente empezará a serlo. Y el hombre elevado a este estado que llaman sobrenatural, no necesita redentor; así como tampoco en el estado natural necesita de Dios. Como resultado de esta filosofía de autosuficiencia se da el estrambótico fenómeno propio de nuestros tiempos, de una religión sin Dios y un cristianismo sin Jesucristo.

En estos nuevos términos se plantea actualmente el problema de la religión, lo cual resulta realmente inquietante para la mentalidad moderna.



Fue un obispo católico a machamartillo, ortodoxo, fiel a la tradición, abierto a abrazar los más controvertidos autores si mostraban fe sincera, caso de Maritain en su obra "Tres reformadores" aunque contrario a su propuesta de una Nueva Cristiandad. Una de sus sentencias más célebre fue: "Si creer en Dios es el nuevo crimen, seamos todos criminales."

Sobre todas las cosas fue un padre espiritual que llevó a muchas almas a la Iglesia. Sus doctorados no son lo que nos afianza su recuerdo sino su pasión por la fe en Cristo y en la misión de su Iglesia. ¡Anda que no hay inflación de doctorados inútiles! Un caso de conversión que simpatizo es el de Clara Boothe-Luce. Actriz de Holywood a la que se incluyó en la letra de un popular chotis madrileño: "De la pantalla soy ferviente admiradora y estoy pendiente de jolivú a toda hora; yo por Charló me dejo seducir pues me hace de reiir... Me vuelven loca Clara bot y la Del Río..." Esa muy famosa e influyente Clara Boothe era comunista y ayudó a la Brigada Lincoln, la de los "amigos" de Hemingway; al contrario que su marido Henry Luce, editor relevante, que apoyó a Franco en la Guerra de España. Clara Boothe-Luce, gracias a la asistencia espiritual de Mons. Sheen, por supuesto inclinado hacia los nacionales, finalmente confesó su

fe católica y declaró públicamente su alegría por la victoria.

En el año 1948, conocedor de las corrientes internas que atacaban el dogma católico así como de la creciente subversión en el gobierno de la Iglesia, el Venerable Fulton J. Sheen publicó la siguiente predicción:

Él, (Satán) formará una contra-iglesia que será el mono de la iglesia, porque el diablo es el mono de Dios. Tendrá todas las características de la Iglesia, pero a la inversa y vaciada de su contenido Divino. Será el cuerpo místico del Anticristo, de enorme parecido externo al cuerpo místico de Cristo. Luego se verificará una paradoja: las mismas objeciones con que los hombres del último siglo rechazaron la iglesia, serán las razones por las que aceptarán la contra-iglesia. (cfr. El comunismo y la conciencia occidental, Austral, Espasa Calpe, Buenos Aires.)
Volver arriba