Nadal, Roland Garros y la envidia incontenida ©

Hay almejas sin sitio en el cielo (*) y que ni deberían tenerlo en España, que suelen atenuar su encogimiento atacando a los grandes nombres que españolean por el mundo, y más aun si la envidia saben embozarla de patriotismo tributario.

Hace algunos días recibí un correo denunciando a diversos famosos por evasión de impuestos. Este es su extracto:

«Según la ONG de Christian Aid, gentes como Bono, Phil Collins, Lewis Hamilton y otros famosos recaudan fondos para el Tercer Mundo pero al tiempo evaden impuestos en paraísos fiscales detrayendo fondos de las haciendas públicas. Son los que van de patriotas entusiasmando a los españoles con sus triunfos, pero después no colaboran con Hacienda.» Y el remitente advierte que no se entusiasmará ya más «por los éxitos de, por ej., Rafa Nadal, Óscar Freire y Carlos Moyá, empadronados en Suiza; o por los de Dani Pedrosa y Fernando Alonso, en Gran Bretaña; o por los de Montserrat Caballé, en Andorra…»


Poco me importa el nombre de quien dice tales majaderías, ni cuándo las dijo. Me importa más que hay en España “patriotas” que las repiten. Aportemos, pues, alguna reflexión.

No creo justo reclamar a los españoles internacionales sobre sus ingresos ganados fuera de España. A mí me parece que debería ser al revés pues que los generan en el extranjero y casi siempre con empresas internacionales de eventos, comerciales o de promociones diversas, entre ellas las de la propia marca del país. ¿Por qué ha de parasitarlos la Hacienda española?

El asturiano Dr. Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina, no pagaba IRPF en España porque sus trabajos se los financiaron empresas de investigación de los EE.UU. ¿Sería razonable que la Hacienda española le hubiera reclamado un impuesto por el premio? Justo, qué gracia, la española que se destaca en no ayudar a ningún español ni en premiar el valor añadido de que a través de un artista o un campeón el nombre de España sea apreciado en todo el mundo.

Recuerdo que en 1954 el mexicano Agustín Lara vino a España a reclamar derechos de autor sobre la difusión de sus celebérrimas canciones: María Bonita, Solamente una vez,Granada, Madrid, Farolito… Las compañías discográficas ya le habían pagado las cesiones de derechos pero quedaban pendientes los de la Sociedad General de Autores de España (SGAE), por la comercialización de sus canciones en el mercado español. La SGAE no le pagó ni un céntimo, escudándose en que no existían convenios bilaterales ni relaciones diplomáticas entre España y México.

Lo mismo ocurrió con los discos del cubano Ernesto Lecuona del que por aquellos años se montó en el Teatro Madrid, de la plaza del Carmen, un regio espectáculo musical con especial relieve de su ópera María la O. Hay que ver cuán dignos argumentos encontramos para reclamar cobros y qué relajados somos en las mismas situaciones a la hora de pagar.

A los patriotas tributarios de la envidia les pasa que les gustaría ser Fernando Alonso, Nadal, Pau Gasol, Dani Pedrosa, la Caballé y, como no lo son, se envuelven de una justicia fiscal esperpéntica. "Ellos son famosos, sí, pero yo soy el "Honrado Juan". Despotrican en nombre de España contra quienes destacan ensalzando nuestro nombre por todo el mundo; es decir, ahorcan a quienes nos hacen sentirnos felices de ser españoles.

Inolvidable me es aquel día en que vimos a Rafa Nadal ganar Wimbledon y saltar entre las gradas en busca de la bandera roja y gualda, que exhibió luego por la pista exultante de orgullo. Eso no se paga con nada... ¡Sean todos los privilegios - ley privada - para Nadal, Contador, Alonso, Indurain, Gasol y tantos más...! ¡Y para nuestros ingenieros con las obras civiles que realizan en todo el mundo! ¡Y para los investigadores y científicos españoles que desarrollan en otros lares lo que aquí tiramos en burocracia de vagos y maleantes!

Ahora, tras la magnífica recuperación de su rodilla, nuestro Nadal ha vuelto a la cumbre del tenis haciendo de Roland Garros “territorio español”, según exclamación de un espectador francés. No hay precio que ponerle a ese fundido de nuestra bandera con el rostro emocionado de Rafa, en cuya mirada se mezclaba su triunfo de Ave Fénix y, sin duda, el amor a España y lo que representa –todavía– en la historia del mundo pues que no sería como es de no haber sido bautizado en su redondez por España.

Preguntas inquietantes

Por cierto, curiosa consigna la de algunos reporteros, articulistas y locutores deportivos de esta España de diecisiete remiendos. Tal así parece cuando al referirse a Nadal le citan como “el Manacorí”. Poco recuerdo haberlo llamado español. Diciendo manacorí se obvia a la nación que por él es honrada, que eso es lo que se busca subliminalmente, aun a sabiendas del ridículo en que el propio Rafa Nadal les coloca manifestándose siempre que él es el honrado por ser español.

¿Quiénes estarán detrás de estas ladinas consignas...? Porque si son visibles y repetidas tiene que haber detrás un objeto y un plan.

La otra pregunta, sufragánea de las anteriores es: ¿Son libres realmente los periodistas o tienen amos a los que sirven?
¡Qué profesión más deshonrada!
¡Qué profesionales más deshonrosos!

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“En el cielo no hay almejas”, Álvaro de la Iglesia, Planeta, Barcelona, 1968.
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