Teología de las emocionalidades El Corazón de Jesús, la Misericordia que orienta las emociones
El Corazón es, en el cristianismo, el centro de la persona, “opción fundamental”, "intus-legere" que lee en lo profundo, no solo sus emociones sino con sus emociones. Un poliedro que tiende a la síntesis desde la Misericordia.
El que crea que las técnicas del “bienestar emocional” son progresistas, se equivoca. Son técnicas posmodernas de dominación que centran su preocupación en emociones narcisistas, sin indignación y lucha evangélica contra las injusticias sociales estructurales, son para tranquilizar y medicalizar nuevos proletariados, sin prole...
A las masas hay que engañarlas emocionalmente, como describe Byung-Chul Han en “La sociedad del Cansancio”... sustentada en la cultura de la autoproducción y la explotación de sí mismo, eminentemente narcisista, que expulsa lo diferente y abraza lo igual. El combate de las ideologías ha sido desplazada por la zanahoria egolátrica de la “felicidad… sin los otros”.
La propuesta cristiana es atractiva cuando se la puede vivir y manifestar en su integralidad; no como un simple refugio en sentimientos religiosos o en cultos fastuosos. ...Qué culto sería para Cristo si nos conformáramos con una relación individual sin interés por ayudar a los demás a sufrir menos y a vivir mejor?... (DN 205)
A las masas hay que engañarlas emocionalmente, como describe Byung-Chul Han en “La sociedad del Cansancio”... sustentada en la cultura de la autoproducción y la explotación de sí mismo, eminentemente narcisista, que expulsa lo diferente y abraza lo igual. El combate de las ideologías ha sido desplazada por la zanahoria egolátrica de la “felicidad… sin los otros”.
La propuesta cristiana es atractiva cuando se la puede vivir y manifestar en su integralidad; no como un simple refugio en sentimientos religiosos o en cultos fastuosos. ...Qué culto sería para Cristo si nos conformáramos con una relación individual sin interés por ayudar a los demás a sufrir menos y a vivir mejor?... (DN 205)
El Corazón de Jesús centro de la vida cristiana y vector de la Teología
“En homenaje a mis padres difuntos, creyentes de pueblo, que murieron prematuramente, después de haber trabajado como animales toda su vida y sentido ingenuamente que “habían tenido mala suerte” … como tantos miles de millones en este mundo de desigualdad sádica”.
Si hay algo que deja en claro la última encíclica del Papa Francisco, es que el Corazón de Jesús es un símbolo que trasciende el mundillo devocional y piadoso e integra la dimensión afectiva con la fe objetiva.
El Hijo de Dios se ha encarnado en toda la realidad humana y su Misericordia redentora alcanza a todos los ámbitos de la misma. Jesús no solo nos abrió la posibilidad de la Vida Eterna sino también de la Vida Entera: Cielo y pan de cada día, en ese entramado al que se dedicó y que se llama “Reino de Dios”.
El Corazón es, en el cristianismo, el centro de la persona, “opción fundamental”, "intus-legere" que lee en lo profundo, no solo sus emociones sino con sus emociones. Un poliedro de racionalidad y pasiones, lo personal y lo social, lo cotidiano y la historia, el creyente y la Iglesia, el presente y la eternidad, Dios y el hombre, etc. El poliedro que desde la Misericordia llama a la integración amorosa: “donde esté tu síntesis, estará tu corazón”. (Francisco)
Tal síntesis está en las antípodas tanto del racionalismo de la modernidad, como del emocionalismo hueco de la postmodernidad. El paradigma tecnocrático ya denunciado en Laudato Sí, se ha ido mimetizando en la “emocracia” o “happycracia” para lograr mejor su finalidad “tranquilizadora” e “hipnótica” …y seguir haciendo de las suyas.
Las pasadas teologías de la liberación aguardan su reformulación a partir del huracán Francisco. Lamentablemente, la teología no pasa por buenos momentos. En vez de discutir pensamientos que nos ayuden a profundizar el Reino de Dios, está distraída en una caza de brujas moralista y el chismorreo eclesiástico. Es hora de volver a hacer teología, como aquellos gigantes del Concilio Vaticano II, en la línea de Francisco que retoma con Guardini la impronta existencialista cristiana.
La emocionalización de la sociedad
Estamos en medio de una intensificación sin precedentes de la vía emocional, como tranquilizante para afrontar las consecuencias del mayor proyecto de desigualdad de la historia.
Ya lo decía Virginia Woolf, "a la agente le gusta sentir...sea lo que sea". El neoliberalismo le ha dado además, un "propósito"... y no es rezarle a la estampita del Sagrado Corazón.
En su libro Happycracia, E. Cabanas describe la industria millonaria de la felicidad, que busca moldear individuos capaces controlar sus deseos improductivos y sus pensamientos derrotistas. Es la trampa para convencernos, que la riqueza y la pobreza, el éxito y el fracaso, la salud y la enfermedad son únicamente responsabilidad nuestra, no de los sistemas sociales. El individuo está solo frente a la vida, competitiva e insolidariamente. Según esta visión, el único problema sería tener o no "pensamiento positivo" (B. Ehrenreich, "Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo").
La nueva educación emocional dogmatiza que no es la sociedad la que necesita cambios, sino que son las personas las que necesitan adaptarse, sobrevivir y mejorar. De este modo, como dice Zygmunt Baumann, se obliga a las personas a buscar soluciones biográficas cuando en realidad los problemas son sistémicos.
El fundamento ideológico de estas afirmaciones parte de un individuo sin sociedad, “empresario de sí” en competencia con los demás y carente de la perspectiva del Bien Común. Individuos que han de gestionar su propia vida con eficiencia y racionalidad y asumirse como los exclusivos responsables de sus éxitos (para unos pocos) y de sus fracasos (para la mayoría).
El que suponga que estas técnicas del “bienestar emocional” son progresistas, se equivoca. Son técnicas posmodernas de dominación de las personas al centrar su preocupación en emociones narcisistas y abandonar cualquier indignación y lucha evangélica contra las injusticias sociales estructurales. Son el opio de siempre, para tranquilizar los nuevos proletariados -sin prole y con mascotas- de las sociedades consumistas.
El Corazón de Jesús es, en cambio, Misericordia en acción, ponerse en el lugar del otro para acompañarlo y ayudarlo en su sufrimiento personal y social. No es una huida “mística” del compromiso con el mundo sino dar la vida para que el mundo cambie. Es la perspectiva del “otro sufriente” fuera de mí, que me completa y orienta el sentido de la Vida hacia el amor infinito, en vez del egocentrismo que conduce al abismo de la desesperación, donde “el infierno son los otros” (Sartre) y la peste no tiene redención (A. Camus).
La ONU ha proclamado el día “internacional de la felicidad” con un listado que “mide” la felicidad de los países, dejando en evidencia a los “tristes” como únicos culpables por ello. Sería mejor que promocionara un listado de países solidarios y que no externalizan los costos de su bienestar a los pobres. Pero ya nos dijo Jesús cómo se maneja el poder en este mundo…
En el lenguaje de Jesús, el día de la felicidad, es el de las Bienaventuranzas, en que los pobres son proclamados los referentes del Reino de Dios. Es la alegría de trabajar para que toda la familia humana esté sentada a la mesa del banquete celestial, donde los más necesitados son el eje del encuentro. Llamar felicidad otros proyectos de falso bienestar, es usurpar delictivamente el mensaje de Jesús.
También muchos países ya han incorporado “la felicidad”, en sus onerosas y burocráticas “políticas de gobierno”, y que da para cualquier cosa cuando se trata de despilfarrar "legalmente" el erario público. Ellas no tienen nada que ver con el “estado de bienestar” de la posguerra, los treinta años de crecimiento más igualitario y libre que ha tenido occidente.
También muchas empresas la han introducido “gerencias de la felicidad”, para explotar mejor a los trabajadores incluso con su “complicidad emocional” y con menos costos salariales. Casi todas ellas evalúan a sus trabajadores por sus “competencias emocionales” y “habilidades blandas”. Esto se encuentra en sus informes para aumentar la productividad y disminuir costos laborales.
Su finalidad no es “hacer el bien a las personas” sino multiplicar una rentabilidad a la cual, obviamente, no tendrán acceso los trabajadores y la sociedad…y menos aún un cuarto del planeta con hambre. Pero esto no queda aquí.
Al final del proceso tendremos un individuo totalmente exprimido al que se descarta al rincón medicalizado de los fracasados sociales. Su “felicidad” vale lo que pueda aportar y mientras pueda hacerlo en lo único que debe interesar: el beneficio de la empresa. Como dijo el gran ideólogo del neoliberalismo, el premio Nóbel (1976) Milton Friedman, asesor de genocidas como Pinochet en Chile: el único sentido de la empresa es el beneficio económico sin responsabilidades morales porque “la economía tiene leyes propias que no se subordinan a ninguna otra instancia”.
El ataque emocionalista a nuestras escuelas
Esto también ha invadido el mundo docente con una moda superficial de cursos emocionales para combatir el estrés y las bajas psiquiátricas de los docentes, a los cuales se les pide de todo. Es el paso siguiente después de perder el tiempo durante años con lo de las “competencias” devenidas del mundo empresarial anglosajón, para colonizar la educación. Nadie las terminó de entender porque obviamente, la cultura humana por más que se la maquille, no puede reducirse a competición neoliberal.
En cuanto a la emocionalización de las aulas, basta ver los incipientes resultados de caos e indisciplina en que caen las ya maltrechas instituciones educativas cuando se intentan aplicar estas recetas new age recicladas a los alumnos, que ya vienen con importantes sociopatías de las familias y la sociedad. Reducir el milenario proceso educativo a esta teoría diseñada por “burócratas de la felicidad”, es agravar los problemas.
Si hay algo que han aprendido los dueños de este mundo es que a las masas no hay que “llevarles la contra” porque hacen revoluciones. A las masas hay que engañarlas emocionalmente, como lo describe muy bien Byung-Chul Han en “La sociedad del Cansancio”. Allí analiza la sociedad sustentada en la cultura de la autoproducción y la explotación de sí misma, eminentemente narcisista, que expulsa lo diferente y abraza lo igual (Han, 2017). El combate de las ideologías ha sido desplazado por la zanahoria egolátrica de la “felicidad… sin los otros”.
Marx ha sido superado en aquello de que la religión es el “opio” de los pueblos ya que esa función de cierta religiosidad, ahora la asumen las corporaciones capitalistas sin mediaciones, tal como intuyó W. Benjamin en "El capitalismo como religión".
El Gran Hermano nacido en las cenizas de la caída del muro de Berlín (1989) hoy es: “El 1 % más rico que ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad. Durante la última década, el 1 % más rico ha capturado alrededor del 50 % de la nueva riqueza”. (Oxfam internacional). Él decide qué “sentir” y “qué enseñar” en el mundo, de acuerdo a sus intereses.
Las emociones, tal como las catequizan los instructores de esta moda, son: “algo “transparente” , “aislable”, “medible”, objetivable. Esta perspectiva teórica barre con las ambigüedades del sentir, con el carácter inescrutable y muchas veces inefable del mundo afectivo. Pero no quiere saber nada de las emociones difíciles, ni con la bronca, la indignación y la vergüenza. Niega las emociones que movilizan, que juntan, que cuestionan, que irrumpen, que se salen de lo esperable y lo establecido”. (Ana Abramowski, "Pensar las emociones")
La educación emocional suele seguir un menú preestablecido, que reproduce la ideología del conformismo burgués con sus jerarquías y relaciones de poder en contra del disenso, la historia y las condiciones materiales de la existencia.
El problema del llanto y el dolor no son sólo el llanto, que debe ser acompañado, sino aquella situación de injusticia e inhumanidad que la provoca. Que una mujer llore porque ha sido abusada, no requiere solo el consuelo del llanto. Que a miles de víctimas de la pederastia eclesial solo se les pida “perdón”, tampoco basta, hay que ir a las causas del sistema de vida clerical centrada en el celibato obligatorio, que provoca esta depravación sistémica.
No se puede despegar una expresión emocional de las causas que la producen. El problema no es solo "relajarse", sino aprender a asumir la responsabilidad moral de los actos y sus consecuencias.
Para comprender una emoción, en vez de que aislarla, habría que ponerla en relación con otras dimensiones de la vida y al servicio de los demás. De lo contrario es manipulación para que todo siga igual.
Dice el reconocido pedagogo Gregorio Luri en su libro "La escuela no es un parque de atracciones", que "los profesores quieren creer -erróneamente- que la inteligencia emocional por sí misma nos hace buenas personas". Cuando no se le pone límites, y todos los necesitamos, el alumno aprende rápidamente a ir siempre más allá de los que haya. Eso es la adolescencia, un crecimiento y búsqueda de límites configuradores de la identidad que verifica la propuesta de la auctoritas ("la que hace crecer"). (L. Giussani, "Educar es un riesgo")
La inteligencia emocional puede ayudarnos a ser "astutos como serpientes". Pero para "mansos como palomas", hace falta más que una técnica, hace falta un camino moral que la tradición humana ha llamado "virtud".
La educación emocional “se reduce a la adaptación, propone patrones estandarizados y normalizadores, le habla a un sujeto psicologizado, focaliza en la interioridad descontextualizada de los individuos, prioriza vínculos utilitarios, y es funcional a las relaciones de sometimiento y de subordinación".
"Es una educación que no realza la mediación de objetos culturales, no se piensa políticamente, porque ya es parte de una determinada política”. Y se apura por borrar los conflictos y olvidar sus causas. (A. Abramowski)
La Misericordia que libera nuestros corazones
Para amar nos ha liberado Cristo. Para reconocer los talentos que hemos recibido de Él, hacerlos crecer y ponerlos al servicio del amor al mundo. El precioso campo de las emociones ha sido sembrado por Dios para humanizarnos, no para caer en nuevas esclavitudes "emo-látricas".
El corazón de Jesús no es la exaltación de “caritas felices” o la propuesta de “rondas de abrazos” ni la humillante confesión pública de obligar a decir “lo que se siente” y así tapar las causas de lo que daña de verdad al ser humano.
Su Misericordia no busca regular y homogeneizar las emociones para su manipulación o instrumentalización por un organismo de poder (clericalismo en el caso de la iglesia), sin gratuidad y con gestos emocionales estandarizados y huecos.
El corazón de Jesús, "si se mira superficialmente, puede parecer mero romanticismo religioso. Sin embargo, es lo más serio y lo más decisivo. Encuentra su máxima expresión en Cristo clavado en una cruz. Esa es la palabra de amor más elocuente. Esto no es cáscara, no es puro sentimiento, no es diversión espiritual. Es amor... «Me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20).(DN 46).
La conversión a este amor, no es una técnica emocional. Es un camino personal y social de liberación, reflexionado desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.
"La propuesta cristiana es atractiva cuando se la puede vivir y manifestar en su integralidad; no como un simple refugio en sentimientos religiosos o en cultos fastuosos. ¿Qué culto sería para Cristo si nos conformáramos con una relación individual sin interés por ayudar a los demás a sufrir menos y a vivir mejor?... que nos quedemos en una experiencia religiosa íntima, sin consecuencias fraternas y sociales?". (DN 205)
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