Chanquete no ha muerto

Creo que no hay ningún español que no conozca la famosa escena de la serie exitosa de RTVE Verano azul en la que Pancho, el personaje de uno de los chavales que han pasado el verano juntos, da la noticia al grupo que está en la playa, "¡Chanquete ha muerto!". Aquél final fue impactante para los que teníamos doce años, en realidad para todos. La serie concluía con la muerte de uno de sus protagonistas. Era una serie con principio y fin y eso es algo muy extraño, sobre todo cuando se vio el éxito de la misma. Fue repuesta sistemáticamente todos los veranos hasta los noventa. Y después ha sido respuesta en varias ocasiones. Ha sido la serie con más éxito de todas las que RTVE ha producido nunca, si exceptuamos Cuéntame cómo pasó. Pero, lo extraño, como he dicho, es que los productores no vieran el filón que había ante ellos. Es extraño que el director de Crónicas de un pueblo o Farmacia de guardia, dos series de larga duración y éxito, no pensara en prolongar esta serie tantas temporadas como la edad de los chicos lo permitiera. La respuesta es sencilla, no se pretendía eso, era muy otra la intención. Como en todas las obras de Mercero, su interés es más político que artístico, y Verano azul es su obra política por excelencia.

Verano azul es la expresión de la nueva España posfranco que el grupo cercano a la monarquía juancarlista quería reflejar ante el mundo y ante la propia nación. Se busca una sociedad que deje atrás las cuestiones ideológicas y políticas y se base en una supuesta idea de progreso material que aglutine a las nuevas generaciones. Los protagonistas de la serie son varias familias de nueva clase media que se puede permitir unas vacaciones veraniegas lejos de la gran urbe. Se unen en un pueblo de playa donde se encuentran con algunos personajes que representan a la vieja España: un chico de pueblo que trabaja para su tío repartiendo leche, una pintora traumatizada por un pasado que no termina de superar y un viejo lobo de mar que vive en un barco anclado en tierra. Tres personajes que representan la unión con la supuesta tradición que debe impulsar a la nueva generación, los jóvenes de las familias, cinco chicos que buscan su estar en el mundo entre su presente familiar y el pasado de los personajes del pueblo. El futuro de España, se nos indica, está en fraguar un progreso material que nos va a hacer a todos más ricos y el olvido de un pasado traumático representado por tres prototipos: el chico huérfano que debe trabajar para sus tíos, la artista que huye de su pasado y el viejo que está de vuelta de todo y vive en su propio mundo de verdades inamovibles.


El personaje central de la serie es el viejo lobo de mar, Chanquete. Es el personaje central porque está en el centro de todas las relaciones: es amigo de Pancho y hace de padre, ayuda a la pintora a superar su trauma y encauza a los chicos en su estar en el mundo. El personaje expresa a lo largo de la serie una posición ideológica de los cuarenta años anteriores, la serie se filma entre 1979 y 1980. Se trata de una especie de borrón y cuenta nueva, olvidar el golpe de estado, la guerra y la dictadura y empezar de nuevo sin mirara hacia atrás. El personaje no manifiesta en ningún momento de qué lado estuvo en la guerra, pues tiene edad para haber luchado en ella. Sin embargo, expresa una vaga adscripción a las propuestas que por entonces exponía el PSOE del Felipe González que había ganado el pulso a los socialistas del partido. Chanquete representa el franquismo sociológico que permeó la sociedad española, un franquismo que puede expresarse como una vaga forma de fascismo aderezado del catolicismo opusdeísta y el progresismo de la nueva hornada de la UCD. Chanquete es la reencarnación del franquismo en la época democrática por medio del PSOE. González y su camarilla suponen la continuidad del franquismo por otros medios con elementos tan claros como la amnesia política, el utilitarismo económico del "gato blanco o gato negro" y la movida cultural de "el que no esté colocao que se coloque y al loro". Mediante este franquismo redivivo, las élites que se fraguaron en la dictadura conservaron su poder y su influencia económica, social y política; basta hacer un recuento de los apellidos que poseen las empresas españolas para ver que es así.

Pues bien, Chanquete no ha muerto. En la serie era necesario crear la ilusión de que el franquismo había muerto para creernos libres del pasado. Tras su muerte en la serie, la pintora supera su trauma en parte, Pancho atisba un futuro emancipado y los chicos vuelven a su ciudad con una lección aprendida. Pero no, Chanquete no ha muerto en la realidad española. Sigue muy vivo. La figura de Chanquete está impregnada en la sociedad española perviviendo en ella el franquismo sociológico que permite a las élites conservar su situación de privilegio por medio de los distintos avatares políticos: PP, PSOE, ahora también Ciudadanos. Chanquete está en cada uno de nosotros como un fantasma que pulula en nuestras conciencias impidiendo el salto al vacío de una transformación de España que la convierta en una sociedad adulta y madura. Seguimos con la tutela del pasado, con los discursos de la memoria histórica de los vencedores. Como el niño castigado sin salir, se conforma con poder jugar al vídeo-juego. Nosotros nos conformamos con las supuestas riquezas que nos aportarán los poderosos si hacemos lo que ellos quieren. España es un sociedad cautiva, sufre un síndrome de estocolmo desde hace ochenta años, un síndrome que solo podrá curarse cuando la víctima se identifique como víctima e identifique correctamente al verdugo. Chanquete no ha muerto, por eso hay que matarlo, pero es una obra que cada cual debe hacer en sí mismo; Chanquete debe morir.
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