Derribando muros, construyendo muros.

Hace ahora 25 años que cayó el muro levantado en Berlín para proteger un régimen dictatorial que temía el contacto de sus gentes con el exterior y la entrada de aire fresco en su país. Aquél muro se convirtió en un símbolo de la brutalidad de un sistema social y político que prometía la felicidad mediante el control absoluto de la sociedad; una felicidad que no contaba con aquellos a quienes se les ofrecía. La máxima sería algo así como todo para el hombre, pero sin el hombre. El socialismo real, aquel que se instaló en los países dominados por la URSS, imponía una constante disonancia cognitiva a sus habitantes: de un lado ofrecía una ideología que proclamaba la libertad, la igualdad y la solidaridad como elementos constituyentes de lo social y del hombre mismo; sin embargo, la realidad era muy diferente, tanto que muchos no eran capaces de ver lo real oculto tras la ideología. Vivían ciegos, incapaces de establecer un mínimo de crítica y quien la hacía, ya sabía lo que le esperaba. Aquél muro cayó y bien estuvo que cayera, pero hoy sigue habiendo muros que también deben caer.

En las sociedades opulentas occidentales, cuya ideología es el capitalismo, se promete a los hombres, felicidad, libertad, igualdad de oportunidades y prosperidad. Es una promesa constante que se impone como una obligación moral: sé feliz, realízate, prospera; es el imperativo categórico del capitalismo posmoderno. Hasta tal punto que si no eres feliz, si no prosperas o te sientes fracasado, es responsabilidad tuya, pues el sistema pone ante ti todas las oportunidades para conseguirlo. Si no lo crees, solo tienes que mirar en el espejo de los hombres y mujeres de éxito: Amancio Ortega, Bill Gates, Who Ming, etc. Si eres pobres, infeliz o fracasado, es tu única y absoluta responsabilidad, el sistema está ideado para que todos se enriquezcan y prosperen. Esa es la ideología imperante, que se enseña en las escuelas, que se mete por los ojos en los spots publicitarios, que invade los sueños de los habitados por el sistema. Es una ideología que impide ver el muro real que impide a todos alcanzar ese paraíso capitalista reservado a muy pocos. El muro se llama estructura económica, marco legal y cultura de masas. Es un muro construido con materiales más resistentes que el hormigón y acero del berlinés. Se trata de un muro construido en nuestra mente y nuestro corazón, un muro que se levanta entre nosotros y la realidad y que nos impide ver más allá de las consignas inscritas en él.


El muro puede ser derribado, puede ser destruido, pero hace falta tomar conciencia de su existencia, en primer lugar, desear arrasarlo, en segundo lugar, y ser muchos los que lo hagamos, en tercer lugar. Hoy no es necesario un ejército con poderosas armas, el arma más poderosa es la unión de los seres humanos por conseguir algo. La unidad de los pueblos, de las gentes, de las naciones, puede conseguir derribar el muro del capitalismo posmoderno. En algunos países ya ha empezado su demolición, aunque requerirá mucha inteligencia, constancia y valor para lograrlo, pero al fin podremos hacerlo. El proceso es lento, pero la fortaleza del muro sólo depende de la credulidad de la gente. Cuando la gente abre los ojos y ve el muro que le impide ser, entonces el fin del muro está muy cerca.

Sin embargo, y paradójicamente, necesitamos construir muros mientras derribamos el muro. Lo humano no puede ser sin estructuras que lo sustenten. Al igual que la conciencia solo puede existir en una estructura corpórea que la sustente, la humanidad, lo humano, sólo puede darse mediante estructuras que lo sustenten. Hemos de construir un muro que nos proteja de la intemperie, con ciudades a la medida de lo humano; un muro que nos proteja de la codicia y el egoísmo, con leyes justas; un muro que nos proteja de la barbarie, con instrumentos de defensa legítimos; un muro que nos proteja de la ambición, con una fortaleza ética inexpugnable. Ser hombre es serlo entre hombres y por eso se necesitan muros que protejan lo humano, tan débil, y permitan la subsistencia de este ser llamado a lo más grande y a lo más aberrante. Destruyamos los muros que nos impiden ser lo que siempre hemos sido llamados a ser y construyamos los muros que nos protejan.
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