Repitiendo los errores de 1929

En 1928, el economista Irving Fisher decía respecto a la situación económica de Estados Unidos: "no puede suceder nada que se parezca a un crac". Lo decía justo el año anterior a que se produjera el crac financiero más famoso de la historia. Esto nos puede indicar cómo es percibida la crisis económica cuando aún se está gestando por parte de los economistas que comparten el modelo de desarrollo del capitalismo: son incapaces de predecir la lluvia a pesar de tener los nubarrones encima y eso es debido, no a una falta de formación, al contrario. Es debido a un exceso de formación en el modelo de pensamiento que troquela a casi todos los economistas actuales. El problema está en que no han sido programados para hacer de la economía un ciencia al servicio del Bien común y de las personas, sino una pseudo ciencia, algo más parecido a una secta que a un grupo de científicos. El mismo Fisher, con el crac ya producido decía: "tal vez hay recesión en el precio de las acciones, pero nada parecido a una catástrofe". Es decir, seguía incapacitado para ver la dimensión del problema, por la sencilla razón de que había sido educado para no ver ningún problema de fondo en el modelo, a lo sumo pequeñas imperfecciones subsanables. En 1930, con la economía hundiéndose aún se ufanaba: "para el futuro inmediato, al menos, la perspectiva es brillante". Es difícil encontrar un ejemplo más claro de miopía económica producida por la ideología de la formación recibida. Sin embargo, Fisher no quedó en el pasado. Hoy son muchos los economistas que siguen su estela. En España tenemos el ejemplo claro de los grupos de expertos de FEDEA o el grupo de los 100.


Se trata de una asociación que recoge a los más prestigiosos economistas que comparten la visión clásica de la economía y que cometen el mismo error que Fisher en su día: incapacidad de ver la realidad por estar ofuscados por su ideología neoliberal. De un lado, estos economistas, en los que se apoya el gobierno para hacer sus políticas, no ven que la crisis es de modelo, creen que es una más de las muchas imperfecciones del sistema, de ahí que sus recetas vayan por la línea de abundar en el formato que ha fracasado. Por ejemplo, si no hay empleo achacan la causa a las famosas "rigideces" del mercado laboral y propugnan reforma tras reforma hasta llegar a la liberalización plena, o lo que es lo mismo: despido libre, sin causas y casi sin indemnización. Otro ejemplo, si cae la actividad económica la receta es reducir las cargas a las empresas para que creen puestos de trabajo, bajando los impuestos y dejando más dinero en manos de la gente. Y otro más, para reducir el déficit hay que bajar el gasto público y privatizar todos los servicios en manos del Estado, también las pensiones.

A poco que uno se pare a pensar se dará cuenta que todas esas políticas, excepto la bajada de impuestos, son las que se han aplicado hasta ahora con el resultado evidente de hundir más la economía y dejar a España, prácticamente, a las puertas de una debacle económica total. En lugar de dejar de creer en su evangelio liberal y convertirse a otros modos de pensar, estos economistas persisten en el error, proponiendo medidas que rayan en lo desesperado: hay que destruir todo lo malo para poder crear lo bueno, hay que liberalizar por completo. Medidas desesperadas que solo nos indican a qué punto de pérdida de la realidad han llegado estos próceres de la economía liberal capitalista.

Por contrapunto, se me ocurre dejar un párrafo extremadamente lúcido que Pablo VI escribiera hace más de cuarenta años y que da en el centro del problema del capitalismo. En este análisis y por ese camino sí solucionaremos los problemas que nos aquejan.

“Con las nuevas condiciones creadas a la sociedad, en mala hora se ha estructurado un sistema en el que el lucro se considera como el motor esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema en la economía, la propiedad privada de los medios de producción sin límites y obligaciones sociales que le correspondieran. Este liberalismo sin freno conducía a la dictadura, denunciada justamente por Pío XI como generadora del imperialismo internacional del dinero. Nunca se condenarán bastante semejantes abusos, recordando una vez más solemnemente que la economía se halla al servicio del hombre”.


PABLO VI, Carta Encíclica Populorum Progressio 26.
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