La era de las consecuencias
Sin embargo, sí es cierto que estamos ante una era de consecuencias. Ha pasado el tiempo en el que podíamos, mediante modificaciones de las conductas y usos de las sociedades desarrolladas, evitar cambios drásticos en el clima. Hoy, lo único que podemos hacer es intentar evitar la catástrofe, el cambio climático antropogénico ya está aquí. Y sus consecuencias son evidentes día a día. Las noticias se suceden sin solución de continuidad. Un día es el Ártico, que pierde hielo cada año a un ritmo apabullante, el otro es la Antártida, que se derrite más rápido que lo estimado, y otro día es la pérdida de otra especie o su puesta en peligro, como las jirafas. Lo que es cierto es que estamos en es era de consecuencias en la que ya no podemos intervenir en las causas, porque se nos ha ido de las manos. Estas consecuencias serán cada vez más y cada vez mayores, hasta llegar al punto en el que solo podremos tomar medidas paliativas ante ellas: deberemos abandonar zonas costeras por la subida del nivel del mar, emigrar hacia el norte o el sur dependiendo del hemisferio en busca de un clima más templado, evitar la insolación por los efectos sobre la piel, gastar ingentes cantidades de dinero en potabilizar aguas muy contaminadas, comer insectos, como recomienda la FAO, para evitar las hambrunas... Como en la parábola de la rana cociéndose, no saltaremos porque la temperatura sube poco a poco y nos acostumbramos a ella, pero el final es cocerse.
Las consecuencias no quedan reducidas a los problemas medioambientales. Estos traerán problemas sociales. Las élites no van a perder su nivel de vida por un problema climático, lo que llevará a extraer más recursos de los sistemas sociales, de los estados y más explotación. Todo con la finalidad de seguir manteniendo su nivel de vida. Estas tensiones producirán problemas políticos y conflictos sociales de un calado nunca antes visto. Las guerras que vemos hoy son solo el aperitivo de las de mañana. La mentira de las élites se cubre con injusticia y la injusticia genera violencia y guerra. Por eso, aunque el cambio climático ya sea inevitable, los problemas sociales sí son evitables. Si hacemos políticas humanas que reviertan las injusticias sociales es posible que, al menos, podamos vivir humanamente las consecuencias del cambio climático, que no hemos producido todos, pero del que sí que compartimos todos sus consecuencias.