El dinero al servicio de las personas
No es nada nuevo el hecho de que se creen nuevas monedas dentro de un país donde ya existe una oficial. Sea en tiempos de dificultad o durante periodos de guerra, los pueblos, municipios o, incluso, empresas, han creado monedas como medio para mantener la actividad económica y generar los recursos necesarios para la supervivencia. Grecia es hoy un ejemplo de ello. Existen ciudades o municipios que han creado su propia moneda ante la imposibilidad de acceder al crédito o poseer recursos monetarios cifrados en euros. Por tanto, crear moneda es una forma de obtener independencia económica y solvencia financiera. No se trata de ninguna locura. La verdadera locura es la que nos gobierna, la imposición de unas leyes que solo benefician a los oligarcas, a los plutócratas y a los allegados a los grupos de poder, que se reparten el dinero creado por las injustas estructuras del capitalismo financiero que rige los destinos del planeta. Ante la imposibilidad de tomar el poder o arrebatárselo, hemos de ser capaces de generar una realidad alternativa que nos permita vivir sin ellos hasta el día que podamos exterminarlos del planeta. Vamos a ver cómo hacerlo.
Todos deberíamos tener claro que el dinero no pertenece a quien lo posee, sino a quien lo crea. Es fácil de entender. Todos los dólares del planeta acaban volviendo a la FED, de una u otra manera, de la misma forma que todos los euros acaban regresando al BCE. Esto se debe a que el dinero es creado como medio para apropiarse de la riqueza material y laboral generada en un sistema social. Cuando los romanos llegaban a una zona y la conquistaban, lo primero que hacían era imponer un impuesto de capitación; todos los habitantes del lugar debían pagar una moneda. La única manera de obtener esta moneda era realizar algún trabajo o proveer algún servicio a las tropas romanas, que cobraban en las monedas del imperio. De este modo, el lugar extraía riqueza para el Imperio y este no tenía que hacer nada más que acuñar monedas. Las monedas no eran un fin, sino un medio para extraer la riqueza. Hoy sucede lo mismo. El euro es un fin para extraer la riqueza de los países. Todos necesitamos el euro y por ello hacemos lo que sea para obtenerlo: trabajar, comerciar, robar... lo que sea, porque el euro es el medio impuesto para vivir.
Ahora bien, podemos intentar vivir sin euros o con la menor cantidad de ellos posible. Una comunidad humana necesita divisas para el comercio internacional, generalmente el dólar que es la moneda mundial de reserva, pero esas divisas las puede obtener mediante la venta de bienes que sean queridos por otros, o la realización de servicios a otros países. Bien, consideremos las cosas tal y como están: no podemos salir del euro sin graves perjuicios para el país. Una gobierno que no esté aliado con la corrupción del sistema imperante podría crear una moneda nacional sin abandonar el euro como moneda oficial. El modo es sencillo: se crea una moneda que sirva para pagar los impuestos estatales y en la que el Estado realice todos los pagos internos: funcionarios, parados, pensionistas, servicios, etc. De esta manera España dispondría de una herramienta que ha perdido al integrarse en el euro, que es la autonomía financiera. Con este nuevo dinero se podría salir de la barbarie de los recortes e invertir en aquello que tenga utilidad social y genere riqueza real para todos. Es evidente que deberíamos aceptar una reducción de nuestro nivel de vida, pero sería una reducción proporcional y equitativa, no como la que se está implementando. Los euros solo funcionarían para los pagos internacionales y para satisfacer la deuda, pero como España ya no necesitaría de los mercados financieros para abastecerse de ingresos, sino que podría generarlos por sí misma, la deuda acabaría por anularse en un periodo corto de tiempo.
Este modelo tiene peligros, como la inflación y la falta de inversión internacional, pero esto tiene solución: si reducimos nuestro nivel de vida y controlamos las grandes fortunas, acabaremos manteniendo una balanza comercial equilibrada, sin necesidad de financiación internacional y con un modelo económico respetuoso con el medio natural y verdaderamente humano, dedicado a satisfacer necesidades reales, no las inventadas o impuestas por el modelo consumista. Con la nueva moneda podríamos financiar la investigación, la educación, la sanidad, la cultura, el transporte colectivo eficiente y ecológico, la vivienda social y la producción y distribución responsable de los recursos. La nueva moneda sería el icono de la nueva sociedad que debemos crear. Y, por cierto, esa nueva moneda tendría fecha de caducidad, es decir, no serviría para la acumulación de riqueza, así no volveríamos a caer en el modelo corrupto y bárbara en el que nos vemos. Sé que es una utopía, pero más utopía es pensar que podemos seguir así mucho tiempo. Si hacemos esto, al menos, habremos puesto el dinero al servicio de las personas y no al contrario.
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