Caminar por la familia… ¿según Dios?
Bajo el título “Un paso por la vida y la familia según Dios” la Conferencia Episcopal de Costa Rica (CECOR) ha convocado una caminata para “[…] dar testimonio de la belleza de la vida, el matrimonio y la familia según el plan de Dios”. En palabras del director de Pastoral Familiar, Ronny Solano, “no caminamos contra nada ni contra nadie” [1]. Pero, si no marchan contra nada ni contra nadie, ¿por qué Manuel E. Salazar, obispo de Tilarán-Liberia, llama a “custodiar la vida y la familia”? ¿Custodian la vida y la familia ante qué amenazas? Más aún, ¿por qué es apenas la “segunda” caminata? ¿Antes de estas manifestaciones no había razones para expresar “la belleza de la vida, el matrimonio y la familia”? ¿Qué cosa hace que los prelados pongan toda su maquinaria estructural en movimiento para congregar el domingo 3 de diciembre a miles de “fieles” en San José? Una caminata, una marcha, una demostración de “contra” ante una teoría.
La historia enseña (storia docens). El magisterio ordinario de la Iglesia Católica se ha equivocado múltiples veces en su historia y así ha sido reconocido: “Algunos documentos magisteriales no están exentos de deficiencias. Los pastores no han percibido siempre todos los aspectos y todas las complejidades de algunas cuestiones” [2]. Ha censurado teorías y personas que, siglos después, han sido rehabilitados. Pedir perdón no es fácil. Reconocer que estamos en deuda con otros menos aún. Ahora bien, ¿será que estas equivocaciones, suficientemente subrayadas en épocas recientes, siguen siendo la tónica del comportamiento eclesial? Las grandes revoluciones del pensamiento moderno recibieron condena explícita por parte de Roma. La revolución copernicana encarnada en Galileo y la revolución darwiniana de la evolución confirman lo que, desgraciadamente, se convirtió en una mediocre regla eclesial. El retraso en la rectificación evidencia el arrogante “monofisismo pneumatológico” velado tras estas actitudes: “[…] una concepción de la presencia y de la acción de Dios que se da suprimiendo, y suplantando, la condición humana” [3]. Dicho de otro modo: piden perdón y rectifican solo si quieren y cuando quieren porque “el Espíritu está en nosotros y nosotros en él”.
¿Será que la historia no ha enseñado a estos prelados (de Roma a tiquicia, todos por igual) a estudiar, analizar con cuidado y confrontar de forma interdisciplinaria? Más aún, ¿no han aprendido que el camino del diálogo honesto y no el de la condena previa es el que promueve la paz? Valga esto para el punto que nos ocupa. La razón fundamental de la “alegre caminata” es la expresión libre –cierto es– de una oposición: el no rotundo a la implementación del “Programa de Estudio de Educación para la afectividad y sexualidad integral” por parte del Ministerio de Educación Pública (MEP) ya que, según la CECOR, trata de “adoctrinar” a los niños y jóvenes en lo que llaman “ideología de género” [4]. Aseveran que se impone un “pensamiento único” (palabras del Papa Francisco), citando el Programa del MEP, cuando menciona la pluralidad de identidades de género y orientaciones sexuales. Tildan de “pensamiento único” a una propuesta de pensamiento diverso [!] que no excluye la heterosexualidad, evidentemente.
La negativa de algo, como principio lógico, debe darse desde argumentos fundamentados. Las aseveraciones basadas en una genética binarista que desconoce la intersexualidad, la función del gen SRY en la formación de las protogónodas o el síndrome de insensibilidad completa a los andrógenos (SICA) son sólo muestras de una concepción simplista de la sexualidad y sus procesos biológicos plurales: “El género es una amalgama de varios elementos: cromosomas (X y Y), anatomía (órganos sexuales internos y genitales externos), hormonas (niveles relativos de testosterona y estrógeno), psicología (identidad de género autodefinida) y cultura (comportamientos de género definidos socialmente)” [5]. Desde una antropología esencialista de “naturaleza” (physis) inmutable y perenne niegan los nuevos descubrimientos interdisciplinarios. No se ha comprendido la vida como realidad cambiante y evolutiva de la especie sapiens, especie que, como todas las otras, se transforma a través de los siglos.
Algunos han llamado a los estudios de género nuevos “gnosticismos”, situándose ellos mismos en el contexto antiguo y medieval del combate contra “herejías”, con la justificación de “defender la familia” (matrimonio tradicional-heterosexual con hijos heterosexuales) y lanzar su “cruzada”. Otros consideran que ninguno de estos estudios tiene carácter “científico”, a pesar de basarse en los procesos cambiantes descubiertos por trabajos interrelacionados de filosofía, ciencias sociales y ciencias biológicas. Pretenden desconocer el género como perspectiva de análisis, como metodología que ahonda en la construcción de las identidades y los comportamientos de las sociedades. Otros puntualizan excesos y casos en que legislaciones extranjeras han hablado de “nuevas identidades”: tipos creyéndose “sirenos”, individuos de cuarenta años que dicen ser “niñas de doce” y otros absurdos como estos, pretendiendo ligarlos con las teorías de Butler o Preciado. Finalmente, acuñaron el eslogan “ideología de género” para rebajar las teorías de género a la categoría de “ideología”, pero no en el sentido de conjunto de ideas fundamentales, sino desde el análisis marxista donde una ideología es “falsa conciencia”, unos anteojos que distorsionan la realidad [6]. Fue concretamente Joseph Ratzinger, posterior Papa Benedicto XVI, quien formuló esta idea de descalificación del género en su libro-entrevista Informe sobre la fe (1985) [7]. En esta obra reveló su hoja de ruta: un mundo-para-la-iglesia en contraposición a una iglesia-para-el-mundo. El neo-integrismo católico que acentuaba el poder de la sede romana en materias de fe y costumbres (moral) de los católicos y, al parecer, también del resto “por gracia de dios” [sic], “revelada”, es decir, “caída del cielo”.
Nunca comprendieron el esfuerzo teórico de textos que hacen “arqueología del saber” como la Historia de la Sexualidad de Michel Foucault.Tampoco han atisbado el esfuerzo de posicionar la mujer como sujeto y no objeto en los planteamientos de Simone de Beauvoir y otras teóricas feministas. Menos aún podrían considerar el texto revolucionario de la teoría queer: El género en disputa de Judith Butler. Ella, recientemente agredida en Brasil por grupos fundamentalistas religiosos, declaraba que en su obra
“[…] daba cuenta del carácter performativo del género. ¿Qué significa eso? A todos se nos ha asignado un género desde el nacimiento, somos nombrados por los padres o las instituciones sociales de ciertas maneras. A veces cuando un género se asigna, se dan una serie de expectativas en relación a éste: ésta es una niña, entonces asumirá un rol femenino tradicional en la familia y en su lugar de trabajo cuando crezca. Muchas personas experimentan dificultades con esta asignación, no están conformes con esas expectativas, y sienten que parte de lo que son se aparta de la asignación social que se les ha otorgado. Así que la pregunta que se desprende de esto es la siguiente: ¿Qué tan libres son las personas jóvenes y los adultos para elaborar el significado de su asignación de género? Han nacido en una sociedad pero también son actores sociales que le dan forma a sus vidas para que sean más vivibles” [8].
Así pues, es claro el posicionamiento revolucionario que plantea la autora norteamericana, su valor teórico y su impacto social. El adoctrinamiento aludido se da, más bien, por parte de aquellos que quieren negar una enseñanza de la sexualidad que aborde la complejidad del ser humano. La ideología como “máscara” es reproducida en los púlpitos cuando la homilía se convierte en discurso desinformado y cambia la “Palabra de Dios” por presupuestos infundados. Los “ideólogos” son aquéllos que reproducen el miedo y, sobre todo, el odio hacia quienes no calzan en sus moldes “naturales”. Hacen una invitación sutil a “no discriminar” afirmando, al mismo tiempo, que todos los actos homosexuales son graves depravationes [9]. Quienes afirman esto son los mismos operarios que viven neuróticas contradicciones [10]: los que viven su sexualidad de forma escondida y defienden el celibato, los que manifiestan el odio en sus discursos contra lo que ellos mismos son en el fondo, los que dicen que la pedofilia será “normalizada” por la “ideología de género” cuando han salido a la luz (y seguirán saliendo) cientos de casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes a menores de edad... ¿Fenómeno de proyección?
La manipulación se evidencia en esos clérigos que cancelan misas dominicales para sumar personas a la marcha “por la familia… según Dios”. Nos preguntamos: ¿Según cuál Dios? ¿El Dios predicado por Jesús? ¿El mismo galileo que vivía y tocaba a los “no-humanos” de su sociedad: prostitutas, leprosos, “pecadores” todos? Desde criterios exegéticos elementales, el texto aludido como fundamento (Gn 1,26-27) debe ser leído en el conocimiento del contexto vital y reinterpretado teológicamente así como en su momento tuvo que replantearse la comprensión teológica del concepto “creación” ante la teoría del Big-Bang del jesuita Lemaître o el principio evolutivo de Darwin. Ahora es el concepto “imagen de Dios” el que debe repensarse: “La imagen de Dios –esencial por la fe– es imago Trinitatis, que se encuentra en la relacionalidad del amor a la cual está llamada toda persona humana. No se encuentra en una estructuración biológica y sexológica del ser humano, que es de competencia de las ciencias y no de la Biblia. La Biblia nos enseña que el fin de la sexualidad humana es el amor y no cómo está estructurada nuestra sexualidad” [11].
Storia docens. La institución eclesiástica sigue caminando según “dios” [sic], por rutas que le huyen al diálogo, al encuentro, a la construcción de relaciones fraternas con quienes no piensan como ella. Parece que han olvidado lo que otrora se proclamara solemnemente en sus mismos documentos regentes: “La Iglesia necesita la ayuda de quienes viven en el mundo, sean creyentes o no […] Más aún: confiesa que le han sido de mucho provecho la oposición y hasta la persecución de sus contrarios” [12].
Referencias
[1] Eco Católico, 8 de noviembre.
[2] Congregación para la Doctrina de la Fe, 1990.
[3] J. I. González Faus, La autoridad de la verdad, 2006, p. 229.
[4] Comunicado de la Conferencia Episcopal de Costa Rica sobre la “ideología de género”, 2 de octubre.
[5] R. Marantz, “Replantear el género”: Género: la revolución, National Geographic, Enero 2017, p. 32.
[6] K. Marx, La ideología alemana, p. 45.
[7] V. Messori – J. Ratzinger, Informe sobre la fe, p. 103s.
[8] J. Butler, “El fantasma del género”: www.pagina12.com.ar/77673-el-fantasma-del-genero
[9] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357.
[10] E. Drewermann, Clérigos, p. 535.
[11] K. Charamsa, “Identidades sexuales y cristianismo”: Conferencia dictada en el Congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, 2017, p. 17-18.
[12] Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et Spes, n. 44.