Padre Pío, el santo más popular de Italia, convertido en objeto de lucro

Fallecido hace 40 años, el monje capuchino era venerado desde cuando estaba vivo y el pueblo de San Giovanni Rotondo, donde residió la mayor parte de su vida, se ha convertido en una suerte de santuario, con cientos de hoteles, residencias y clínicas para recibir a sus devotos.
La congregación de monjes capuchinos, encargada de administrar su legado, cuenta con una emisora, un diario y hasta un canal de televisión dedicado enteramente al religioso.
Nacido el 25 de mayo en 1887 en Pietralcina, cerca de Nápoles, Francesco Forgione, su verdadero nombre, murió el 23 de septiembre de 1968 en San Giovanni Rotondo.
Célebre por sus 'estigmas', las heridas en las palmas de las manos parecidas a las que sufrió Cristo en la cruz, es venerado por interceder en la realización de milagros y en particular curaciones de graves enfermedades. El Vaticano, que rechaza el culto de la personalidad, investigó por años el fenómeno e intentó frenar sus actividades, que lindan con la superstición.
Padre Pío suscitó la desconfianza de los papas Juan XXIII y Pablo VI, mientras que fue rehabilitado por Juan Pablo II, quien cuando era el simple sacerdote polaco Karol Wojtyla se confesó con él, en 1947 y le envió una amiga para que fuera curada de una enfermedad incurable.
Sus estigmas fueron objeto de fuertes controversias y estudiadas aún cuando estaba vivo. En el libro 'Padre Pío, la gran mentira', el italiano Sergio Luzzatto sostiene que el religioso se causaba las heridas con ácido. Un experto en genética, Giovanni di Minno, asegura que sufría de una enfermedad en la sangre parecida a la hemofilia.
Escritores e intelectuales, entre ellos Claudio Magris, han denunciado el fetichismo e idolatría de su imagen, que se vende como pan caliente en tiendas y almacenes para turistas.
La imponente y ultramoderna iglesia de San Pío di Pietrelcina, construida con fondos de colectas por el célebre arquitecto italiano Renzo Piano, parece una concha vacía tras cuatro años de su inauguración, debido a que los fieles la consideran demasiado suntuosa e impersonal.