Añoveros en Montserrat

Pero en uno de aquellos días se presentó en Montserrat sin avisar, acompañado de su secretario, su hermano y la cuñada. El novicio portero le dijo que el padre abad estaba reunido en asamblea capitular con todos los monjes profesos solemnes. Añoveros repuso muy campechano que como obispo podía entrar en la clausura, y se coló con sus acompañantes. No recuerdo qué estábamos debatiendo o votando cuando se abrió la puerta del capítulo y entraron dos sacerdotes de clergyman con un señor y una señora. Hubo un primer momento de estupor, pero pasados apenas unos segundos se regó el rumor: "¡Es Añoveros!". Y sin habernos puesto de acuerdo, estalló un largo, unánime y cálido aplauso. El obispo pareció emocionarse.
El padre abad le cedió el trono presidencial y monseñor Añoveros nos dijo unas palabras. Comentó que los obispos catalanes habían emitido documentos mucho más atrevidos que el suyo en defensa de la cultura catalana, pero que para algunos detrás del euskera estaban las metralletas y las bombas. "Lo que pasa", dijo, "es que los vascos somos así [aquí golpeó ambos brazales del sillón del trono] y yo vengo diciéndolo desde que llegué a Bilbao: los vascos estamos tan irreconciliados como en 1939". Duras palabras, que he recordado muchas veces, al recibir penosas noticias de la tensa situación en Euskadi.
Hilari Raguer (El Pais)