Sucesor in péctore, señalado por el propio Papa reinante y con muchísimas posibilidades de sucederle Cardenal Tagle, el Francisco de Asia, nuevo Pablo VI continuador de la primavera
"Francisco es un gran gobernante. En una República, podría ser el presidente. En una monarquía absoluta, como la Iglesia, es el Rey. Y ejerce sin validos y sin corte"
"Como buen gobernante, Francisco se siente llamado por la Providencia a cumplir una misión. La misión de San Francisco: “Repara mi Iglesia”. Y lo hará, caiga quien caiga"
"El pequeñín cardenal filipino, siempre sonriente, descendiente de chinos y con antepasados cántabros, crece dos palmos en la Iglesia"
"El pequeñín cardenal filipino, siempre sonriente, descendiente de chinos y con antepasados cántabros, crece dos palmos en la Iglesia"
Jugada maestra (una más) del Papa. En domingo, en la fiesta de la Inmaculada, cuando nadie se lo esperaba, Francisco se sienta ante el tablero de ajedrez de la todavía (y siempre) poderosa Curia romana, que sigue dominada por las cordadas italianas, y le da jaque. No es todavía un jaque mate, pero es un jaque en toda regla: el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, prefecto d ella Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Sin rumores previos. Sin que nadie se atreviese ni siquiera a insinuarlo. Esta vez ni las terminales vaticanas curiales, que presumen de saberlo todo, ni se enteraron. El Papa les dio sopas con onda, como se las está dando con los sucesivos nombramientos consistoriales. Aunque, para eso, tenga que llevarse los nombres de sus cardenales escritos a mano en un papelito doblado en el bolsillo y los elegidos para la birreta se enteren al mismo tiempo que el común de los mortales del pueblo santo de Dios.
Los resistentes curiales ya empezaban a lanzar las campanas al vuelo. Muchos creían que la tormenta Bergoglio estaba llegando al final y que su pontificado iba a quedarse "en eso, en gestitos, de cara a la galería”, como solían decir. No tuvieron en cuenta que Francisco es un gran gobernante. En una República, podría ser el presidente. En una monarquía absoluta, como la Iglesia, es el Rey. Y ejerce sin validos y sin corte. Más aún, a la corte la quiere podar, reducir sus ínfulas y ponerla al servicio de la Iglesia universal. Cumpliendo así el mandato recibido en el cónclave que lo hizo Papa. Pagando sus deudas.
Como buen gobernante, Francisco se siente llamado por la Providencia a cumplir una misión. La misión de San Francisco: “Repara mi Iglesia”. Y lo hará, caiga quien caiga. Porque le sobra determinación y mística de la entrega en manos del Espíritu. Y llegado quizás a la mitad de su pontificado (aunque eso sólo lo sabe Dios), no se deja abatir por las tortas recibidas, no tiene miedo a los intrigantes. Más aún, les reta y acelera las reformas. Y, con sendos nombramientos, les echa un órdago en toda regla. Primero, con el nombramiento del jesuita Guerrero como ministro plenipotenciario de Economía. Para hacer limpieza a fondo y de una vez de todo y de todos los que, en los sacros palacios, se dejan embadurnar por “el estiércol del diablo”.
Y, ahora, colocando al cardenal Tagle como prefecto de la antigua Propaganda Fide. El pequeñín cardenal filipino, siempre sonriente, descendiente de chinos y con antepasados cántabros, crece dos palmos en la Iglesia. Primero se convierte en el “Papa rojo”, es decir, en el lenguaje vaticano, el tercer Papa, después del blanco (Francisco) y del negro (el Prepósito General de los jesuitas, Arturo Sosa). De él dependerán, a partir de ahora, todos los obispados de misiones del mundo, asi como un inmenso capital inmobiliario en Roma.
Si a eso unimos que Tagle es y seguirá siendo el presidente de Cáritas Internationalis, podemos concluir que, en sus manos, tendrá a partir de ahora, las dos joyas de la corona de la Iglesia católica: las misiones y Cáritas.
Eso significa, además y en segundo lugar, que se convierte en el “golden boy”, en el sucesor in péctore, señalado por el propio Papa reinante y con muchísimas posibilidades de sucederle. Y no sólo por el dedo que lo señala, sino porque tiene todas las cualidades exigidas: buen teólogo, sólido intelectualmente, cercano, humilde y sencillo, de profunda espiritualidad mariana, políglota, con experiencia pastoral más que probada (obispo desde el 2001, con 44 años, y arzobispo de Manila desde el 2011) y enamorado del Concilio y de las reformas de Francisco. Sólo le faltaba la experiencia curial.
Dos pequeñas muescas en su debe: sus 62 años sólo de edad y que no habla español. Dos defectillos perfectamente superables, por otra parte. Es evidente que, tras un papado argentino, Tagle tiene que ponerse a estudiar a fondo el español, que ya entiende, aunque le cueste hablar. Sus raíces genéticas cántabras le predisponen a ello. Y los años pasan rápido, cumpliéndolos. Porque, si aceptamos la tesis de que estamos en el ecuador del pontificado, a Francisco todavía le quedarían otros cinco años o más, con lo que Tagle se colocaría cerca de los 70, para optar a la sucesión.
Juegos malabares, dirán algunos. Quinielas y falsas profecías, dirán otros. Lo que sí está claro es que, como nos acaba de confesar el cardenal Kasper, “los conclaves no se pueden dirigir, porque se siente en profundidad la presencia del Espíritu”. Pero una cosa es hacer un cesto y otra, preparar los mimbres. Como dice el vaticanista de Il Sismografo, Luis Badilla, “evidentemente, al próximo Papa lo hará el cónclave, pero no partiendo de cero...El nombramiento del cardenal Tagle es un acto de gobierno, que mira directamente a la reforma de la Iglesia”.
También sabemos que, en el cónclave, "el que entra Papa sale cardenal", pero lo más probable es que, en ese futuro cónclave (que Dios quiera tarde mucho en llegar), Tagle se puede presentar con sus asignaturas pendientes aprobadas, con sus dotes personales intactas, con su dicasterio remozado y en disposición de salida, y con los avales de más de treinta cardenales de misiones. Un nuevo Pablo VI asiático, después de un Juan XXIII argentino. O un nuevo Francisco de Asia, para asegurar la primavera y evitar el invierno de otra involución eclesial.
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