La Iglesia de base goza de buena salud

Estoy en la Semana andaluza de Teología que está celebrando su decimosexta edición en Málaga durante tres días. Tres días para echarle el pulso a la Iglesia de base, que, por lo que estoy viendo y viviendo, goza de buena salud. Aquí hay unas quinientas personas. Procedentes de todos los rincones de Andalucía, pero también de Madrid, Barcelona, Valencia o Murcia. Con ellos, me estoy llevando una grata sorpresa.

Primero, por el número. Algunos decían que ese tipo de realidades eclesiales hace tiempo que estaban muertas. Pero la verdad es que continúan vivas y coleando.

Aquí me estoy encontrando con mucha gente de Comunidades populares, que configuran el alma de la Semana. Pero también hay gente de la Joc, de la Hoac, del Movimiento rural cristiano, de religiosas en barrios y de simples comunidades parroquiales, como la de San Juan de Dios de Jerez, que cuenta con más de 100 miembros activos. El tejido asociativo católico de esta sensibilidad eclesial sigue vivo y tiene futuro.

Porque aquí hay, como en todas las parroquias, gente mayor, pero, afortunadamente, también gente de mediana edad y bastantes jóvenes.

Aquí rezan, se animan, conviven y reflexionan juntos sobre los grandes retos actuales de la fe. Y lo hacen sin complejos, pero tampoco sin estridencias. En un clima de serenidad. No se oyen soflamas ni proclamas contra la institución o la Iglesia jerárquica. Aunque no falten las criticas dolidas.

Les duele una Iglesia enrocada, aliada con el poder, casada con el sistema, sin capacidad de reacción, que no conecta con los jóvenes, que sigue marginando a las mujeres y que esta perdiendo el tren de la credibilidad social.

Escuchan con calma y serenidad las intervenciones, siempre sabias y equilibradas, pero profundas y libres, de teólogos libres y pensadores libres, como Juan Masiá, José Arregi, Joaquín García Roca o Pepa Torres.

Y preguntan mucho y buscan explicaciones y razones donde apoyar su búsqueda. Hace tiempo que esta gente ha dejado la antigua dinámica del enfrentamiento, del acoso y derribo a la institución. Están en la construcción de un mundo mejor, en la construcción del Reino, sin mirarse al ombligo institucional. Sin perder el tiempo en cambios de estructuras eclesiales, que se les antojan imposibles, porque la Iglesia, en vez de caminar hacia adelante, involuciona a marchas forzadas y desconecta cada vez más de la realidad. La jerarquía pierde pie, dicen. Es como si viviera en otra realidad.

Aquí hay gente que da testimonio de su fe y, en nombre de Jesucristo, se compromete y comparte las cusas del pueblo, especialmente de los más necesitados. Gentes comprometidas en sus trabajos, en las asociaciones, en el servicio comunitario, en la atención a los más desfavorecidos. Y muy sensibles a las grandes causas. Y a intentar ser, en nombre de su fe, samaritanos compasivos e impulsores de une nueva sociedad, del Reino de Cristo.

Siguen en la brecha. Con sosiego y con mucha alegría, que se contagia. No se creen superiores a nadie, no condenan, no dan lecciones de nada, simplemente quieren luchar, codo con codo con otros hombres y mujeres, sean creyentes o ateos o indiferentes, por el cambio de sistema. Un cambio que ven cada vez más cerca. Y al que contribuyen con su granito de arena desde su fe militante y comprometida. Amén.

José Manuel Vidal
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