Merecido homenaje a Torres Queiruga

Es la técnica habitual entre los decisores eclesiásticos del momento: marginar y ningunear a los que no están perfectamente alineados con sus posturas. No se les cita, no se les llama, no se les invita a nada que organice la institución. Y con ello, se empobrecen a sí mismos, hartos de oír siempre los mismos argumentos, repetidos, con distintos tonos, hasta la saciedad. Sin abrirse a lo diferente. Sin aceptar la más mínima pluralidad. Ni eclesial ni, mucho menos, teológica. Su inseguridad no puede con la diferencia.
Una situación teológica generalizada en la que sólo malviven los "teólogos de pesebre", los que se contentan con remitir en todas sus investigaciones (por llamarlas de alguna manera) a la tradición y al magisterio. Sólo y exclusivamente. Sin ahondar, sin profundizar, sin atreverse a caminar por las fronteras y en la avanzadilla de la fe, cometido del auténtico teólogo.
Y aunque hacen todo lo posible por apagar sus voces, los mejores teólogos siguen brillando en los márgenes de la institución. Porque la luz no se puede ocultar, por mucho que se pretenda. Y la ciencia teológica hoy en España la tienen los que la tienen: Queiruga, Pikaza, Masiá, Marciano Vidal, González de Carvajal, Martin Velasco...Y tantos otros. Los que no están en el circuito eclesiástico, porque no escriben al dictado de la jerarquía de turno.
Ahora se prepara un homenaje, en Santiago, a Torres Queiruga. Más que merecido. Un homenaje no de la Iglesia oficial, sino de la Iglesia de base, de la gente de todo el mundo que le aprecia y le valora. Un homenaje organizado por Encrucillada, una revista de referencia en el panorama teológico gallego. Y de las que permanecen. Porque hay gente y publicaciones capaces de aguantar en la "mística de la resistencia" en medio del invierno eclesial que estamos viviendo. Y que ya está durando demasiado.
Es un placer para RD sumarse al homenaje a Andrés Torres Queiruga, un referente de la teología, una figura señera en la Galicia actual, un pensador con ideas propias, un sacerdote místico y entregado a su fe y al compromiso con los demás. Un cura comprometido que se se dejó quemar por la militancia de tantos años. Un pastor con una fe tan profunda que ni siquiera se tambaleó con las persecuciones de los inquisidores de tres al cuarto. Y, sobre todo, una gran persona: cercano, amable, sencillo, prudente, amigo de sus amigos. Un encanto de persona humana.
Andrés e un placer contar coa tua amizade. Graciñas pola tua obra, pola tuva vida-guieiro de tantos crentes. Graciñas por axudarnos a respirar. Tanto tempo y con tanto aire fresco. E, detras tua, seguiremos "recuperando" e "repensando" o seguemento de Xesus.
José Manuel Vidal