Misa con El Che al fondo
Parecía el lugar y el momento adecuado para que el Papa argentino lanzase uno de sus discursos con carga política. Pero Francisco desconcierta siempre. A los de dentro y a los de fuera. Y, en su primera homilía, dejó los contenidos políticos de lado, para poner a los cubanos ante un reto de altura, que va más allá del ámbito ideológico: el del servicio.
Y es que la paz samaritana que predica el Papa tiene que pasar inevitablemente por el siguiente proceso: ver, conmover, servir e incluir. Francisco aprovechó su misa ante la efigie del Che para invitar a los presentes a conjugar a fondo el tercer verbo, el servir. Tanto en la vida pública como en la privada. Porque el “servicio no es ideológico”. Va más allá de las ideologías, porque afecta al corazón de las personas.
Y es que, según el Papa, servir es un verbo que puede conjugar todo el mundo. Independientemente de su oficio o de su beneficio. De ahí su invitación a las personas a servir, a fondo perdido y, especialmente, a los más frágiles. A los tirados en las cunetas de la vida. A los descartados.
Pero de ahí también su invitación a los políticos a utilizar el poder para servir a la fragilidad y no para servirse a ellos mismos y a sus amigos. El servicio como arma política a un pueblo que “tiene heridas”, pero también esperanza en su futuro y enormes potencialidades. Porque es un pueblo con muchas virtudes y dones.
Un discurso pastoral, con el que, sin embargo, Francisco se ganó a los cubanos. Quizás, porque ya se los tenía ganados de entrada. Le están tan agradecidos por lo que ha hecho por ellos que sólo quieren demostrarle lo mucho que lo adoran. Y así lo dijo el cardenal de La Habana, Jaime Ortega: “Querido Papa Francisco, bendiga a nuestro pueblo que lo admira, lo acoge con cariño, y, lleno de gratitud y esperanza, espera su bendición”.
Servicio, pues, para alcanzar la “paz samaritana” y la tan ansiada reconciliación. Dentro y fuera de Cuba. Para empujar en esa dirección, está en Cuba el Papa “misionero de la misericordia”.