Tránsitos episcopales
Hablaremos aquí de tránsitos episcopales, pero no en el sentido del óbito de los mitrados, sino según ese antiguo término de uso eclesiástico consagrado en el Diccionario: en conventos, seminarios y cenobios en general, a a los lugares de paso se les llamaba tránsitos (en cambio, el padre Gutiérrez, en el colegio de los Jesuitas de Gijón, cuando expulsaba a un alumno de clase, decía: «¡Usted, a las galerías!». Evidentemente, se le adjudicó de por vida el apodo de «el topu»).
Pues bien, si hay tantas quinielas episcopales circulando, y si echan humo corrillos, mentideros, y foros del ciberespacio, es porque en este momento y en los próximos meses habrá en jaque unas diecisiete de las setenta diócesis españolas. Casi la cuarta parte. Como sólo serán nombrados unos pocos neoprelados -el asturiano Martínez Camino, por ejemplo-, se producirán numerosos tránsitos de obispos hechos y derechos. Que habrá mucho baile lo reconoció hace unos días el nuncio de la Santa Sede en España, Manuel Monteiro de Castro, al que algunos califican de cachazudo lusitano.
No obstante, por lo poco que lo conocemos aquí, ciertamente Monteiro no morirá de un infarto, pero hay que decir en su descargo que algunos nombramientos son extremadamente complejos. Además, Pontífice aparte, siempre han existido hacedores de obispos, cualidad que se le reconoce en el presente al cardenal Rouco, miembro de la vaticana Congregación de los Obispos, penúltima instancia de decisión antes del Papa.
Por tanto, al Nuncio le sobra trabajo. Veamos. Hay en el presente tres diócesis vacantes: Santander, Coria-Cáceres y Lérida. La vacante santanderina se produjo hace diez meses, y la cacereña, nueve (por ello Santander parece una de las de nombramiento inminente). Además de las vacantes, siete obispos han rebasado los 75 años, edad de jubilación canónica. Sebastián, en Pamplona, va para 78 años; Carrera, auxiliar de Barcelona, tiene 77; García-Gasco (Valencia), 76; Dorado (Málaga), Gutiérrez (Segovia), Gómez (Lugo) y Echenagusía (auxiliar de Bilbao) han cumplido 75 años. Y en septiembre los cumplirá Soler (Gerona). Mas allá, en 2008, se jubilarán Uriarte (San Sebastián) y Santacruz (Guadix).
Dicho esto, el estado de las quinielas episcopales sigue evolucionando y estos son algunos hilillos que logran salir de la coraza del célebre secreto pontificio.
lLa cuestión valenciana.
Después de trascender que nuestro Osoro podría ser destinado a Valencia, sectores nacionalistas del Turia, no muy amplios, solicitaron un «bisbat» oriundo, al modo de la querencia vasca y catalana, generalmente atendida por el Vaticano. Murgui, obispo de Mallorca, encajaba en este perfil, pero parece que decae.
Los sectores menos nacionalistas verían con gusto a Cañizares, que, además, es valenciano. Sin embargo, el cardenal no parece deseoso de abandonar Toledo, lugar muy próximo a Madrid, en el sentido social, espiritual y episcopal. Por tanto, dicen que sube enteros Jesús Sanz, obispo franciscano de Huesca y Jaca, que, curiosamente, circula en todas las quinielas: Santander, Pamplona... Debe de ser un monstruo.
Pero en el área de influencia de Valencia no hay que olvidar un nombre: Vicente Juan Segura, obispo de Ibiza, donde ciertamente lleva sólo dos años. Fue jefe de la sección de lengua española de la Secretaría de Estado del Vaticano, y a su ordenación episcopal vinieron eclesiásticos del nivel de Sandri -sustituto de la Santa Sede-, o Dziwisz, don Estanislao, secretario de Juan Pablo II y, entonces, hacedor mundial de obispos, junto al ex secretario de Estado, Sodano.
¿Y Osoro? Sigue sonando, pero algo menos. En todo caso, es probable que el nombramiento de Valencia no sea tan inmediato como se dice.
lLa cuestión bilbaína y la pamplonesa. Se buscan obispos finos porque vienen tiempos recios con el nacionalismo. La salida de Blázquez -que también sonó en Valencia- de Bilbao a Oviedo (si Osoro cambia) deja un hueco delicado. Para Pamplona, además de del omniquinielado Sanz, se habla del complutense Catalá y del castrense Francisco Pérez, al que se le atribuyen dotes diplomáticas.
lLa cuestión rouquiana.
Un sobrino del cardenal Rouco, Alfonso Carrasco Rouco, suena como neoprelado para Coria-Cáceres, y algunos afilan el cuchillo bajo premisa de nepotismo. Si además Madrid se hiciera con Martínez Camino como auxiliar, la preponderancia de Rouco sería más manifiesta que nunca.
lLa cuestión santanderina.
Se dice que Santander es una diócesis alterada, dividida. Asturias vio partido en dos su clero hace ya muchos años, en época de Tarancón, pero en Cantabria dicen que Vilaplana lo acentuó y tiró la toalla para irse a una diócesis más tranquila, Huelva. Se busca entonces un hombre firme, doctrinalmente seguro, y Camino parece la opción. Y Atilano Rodríguez sigue tranquilo en Ciudad Rodrigo.
Acabamos por ahora. La previsión de tránsito de Osoro abre un período de transición en Asturias. ¿Brazos caídos, galbana, hasta la llegada de un nuevo pastor? Por lo pronto, le están dando un impulso al sínodo. Que cunda.
Javier Morán (La Nueva España)
Pues bien, si hay tantas quinielas episcopales circulando, y si echan humo corrillos, mentideros, y foros del ciberespacio, es porque en este momento y en los próximos meses habrá en jaque unas diecisiete de las setenta diócesis españolas. Casi la cuarta parte. Como sólo serán nombrados unos pocos neoprelados -el asturiano Martínez Camino, por ejemplo-, se producirán numerosos tránsitos de obispos hechos y derechos. Que habrá mucho baile lo reconoció hace unos días el nuncio de la Santa Sede en España, Manuel Monteiro de Castro, al que algunos califican de cachazudo lusitano.
No obstante, por lo poco que lo conocemos aquí, ciertamente Monteiro no morirá de un infarto, pero hay que decir en su descargo que algunos nombramientos son extremadamente complejos. Además, Pontífice aparte, siempre han existido hacedores de obispos, cualidad que se le reconoce en el presente al cardenal Rouco, miembro de la vaticana Congregación de los Obispos, penúltima instancia de decisión antes del Papa.
Por tanto, al Nuncio le sobra trabajo. Veamos. Hay en el presente tres diócesis vacantes: Santander, Coria-Cáceres y Lérida. La vacante santanderina se produjo hace diez meses, y la cacereña, nueve (por ello Santander parece una de las de nombramiento inminente). Además de las vacantes, siete obispos han rebasado los 75 años, edad de jubilación canónica. Sebastián, en Pamplona, va para 78 años; Carrera, auxiliar de Barcelona, tiene 77; García-Gasco (Valencia), 76; Dorado (Málaga), Gutiérrez (Segovia), Gómez (Lugo) y Echenagusía (auxiliar de Bilbao) han cumplido 75 años. Y en septiembre los cumplirá Soler (Gerona). Mas allá, en 2008, se jubilarán Uriarte (San Sebastián) y Santacruz (Guadix).
Dicho esto, el estado de las quinielas episcopales sigue evolucionando y estos son algunos hilillos que logran salir de la coraza del célebre secreto pontificio.
lLa cuestión valenciana.
Después de trascender que nuestro Osoro podría ser destinado a Valencia, sectores nacionalistas del Turia, no muy amplios, solicitaron un «bisbat» oriundo, al modo de la querencia vasca y catalana, generalmente atendida por el Vaticano. Murgui, obispo de Mallorca, encajaba en este perfil, pero parece que decae.
Los sectores menos nacionalistas verían con gusto a Cañizares, que, además, es valenciano. Sin embargo, el cardenal no parece deseoso de abandonar Toledo, lugar muy próximo a Madrid, en el sentido social, espiritual y episcopal. Por tanto, dicen que sube enteros Jesús Sanz, obispo franciscano de Huesca y Jaca, que, curiosamente, circula en todas las quinielas: Santander, Pamplona... Debe de ser un monstruo.
Pero en el área de influencia de Valencia no hay que olvidar un nombre: Vicente Juan Segura, obispo de Ibiza, donde ciertamente lleva sólo dos años. Fue jefe de la sección de lengua española de la Secretaría de Estado del Vaticano, y a su ordenación episcopal vinieron eclesiásticos del nivel de Sandri -sustituto de la Santa Sede-, o Dziwisz, don Estanislao, secretario de Juan Pablo II y, entonces, hacedor mundial de obispos, junto al ex secretario de Estado, Sodano.
¿Y Osoro? Sigue sonando, pero algo menos. En todo caso, es probable que el nombramiento de Valencia no sea tan inmediato como se dice.
lLa cuestión bilbaína y la pamplonesa. Se buscan obispos finos porque vienen tiempos recios con el nacionalismo. La salida de Blázquez -que también sonó en Valencia- de Bilbao a Oviedo (si Osoro cambia) deja un hueco delicado. Para Pamplona, además de del omniquinielado Sanz, se habla del complutense Catalá y del castrense Francisco Pérez, al que se le atribuyen dotes diplomáticas.
lLa cuestión rouquiana.
Un sobrino del cardenal Rouco, Alfonso Carrasco Rouco, suena como neoprelado para Coria-Cáceres, y algunos afilan el cuchillo bajo premisa de nepotismo. Si además Madrid se hiciera con Martínez Camino como auxiliar, la preponderancia de Rouco sería más manifiesta que nunca.
lLa cuestión santanderina.
Se dice que Santander es una diócesis alterada, dividida. Asturias vio partido en dos su clero hace ya muchos años, en época de Tarancón, pero en Cantabria dicen que Vilaplana lo acentuó y tiró la toalla para irse a una diócesis más tranquila, Huelva. Se busca entonces un hombre firme, doctrinalmente seguro, y Camino parece la opción. Y Atilano Rodríguez sigue tranquilo en Ciudad Rodrigo.
Acabamos por ahora. La previsión de tránsito de Osoro abre un período de transición en Asturias. ¿Brazos caídos, galbana, hasta la llegada de un nuevo pastor? Por lo pronto, le están dando un impulso al sínodo. Que cunda.
Javier Morán (La Nueva España)