Lo del cura de Girona clama al cielo...y al obispo

Un cura mayor y, sin embargo, muy querido. Como otros curas mayores, a los que la falta de relevo obliga a arrastrarse por los pueblos de media España. Sin fuerzas y sin aliento.
No hay jubilación en la Iglesia. Aunque los 75 se hayan puesto como una fecha-tope. En teoría. En la práctica, cada cura se jubila cuando quiere y cuando se le permite su obispo. Y éstos, sin obreros para la viña, apuran al máximo la buena voluntad, el celo pastoral y las ganas de servicio de estos hombres siempre entregados, para presionarlos sicológicamente. Y que aguanten un poco más. Hasta que se rompen.
Si de otra institución se tratase, estaríamos poniendo el grito en el cielo y hablando de explotación y falta de entrañas. Y algo de eso hay. O mucho. La Iglesia no puede permitirse este espectáculo. Con un hombre que merece todo el respeto del mundo y un descanso merecido.
Porque Antoni Viñas fue un obrero de la viña del Señor entregado a tope. Prueba de ellos es su amplia etapa de misionero en Guatemala. Misionero de ida y vuelta.
Me consta que monseñor Pardo es un obispo cercano, pastoral, atento y muy preocupado por sus curas. Pero, por lo que se ve, no llega a todas partes. Los obispos deberían dejar de ser adnministradores (delegar esas funciones) y ejercer, sobre todo, de padres y pastores de sus fieles y sus curas. Sobre todo de los mayores, que son los que más los necesitan y a los que, en general, menos tiempo dedican.
Obispos acompañantes de sus sacerdotes ancianos. Para paliar tanta soledad al final del camino y después de tanta entrega desinteresada. Habría que hacerles un monumento a nuestros curas mayores. Esos que lo dieron todo a cambio de nada. En una época muy difícil, tanto social como pastoralmente. De la dictadura a la democracia y del nacionalcatolicismo al Vaticano II. ¡Y qué bien supieron cambiar por el mayor bien de sus fieles!
Esos curas, que entregaron su vida por los demás, merecen un descanso, merecen una jubilación, merecen cariño y consuelo en su vejez. Y si no tienen quién se lo dé, que lo haga el obispo. La Iglesia tiene una deuda pendiente con ellos.
Casos como éste demuestran también a las claras lo que los obispos de Austria piden ya claramente: la revisión de la disciplina del celibato obligatorio. Para que los obispos, por falta de efectivos, no alarguen en demasía la vida laboral de sus curas. Y Don Antoni Viñas pueda retirarse a descansar, a escribir sus cosas y a contar a sus colegas (obispo incluido) los "mensajes" que recibe de lo Alto. En los que seguro que le dicen que Dios lo ama.
José Manuel Vidal