La estrategia del poli bueno (Bertone) / poli malo (Rouco)
Según hemos podido saber en fuentes romanas, la invitación a Bertone se la hicieron, al final del último Sínodo de obispos (celebrado en Roma del 5 al 26 de octubre del año pasado), Rouco, Cañizares y Blázquez. Los tres juntos y en comandita. La invitación es, pues, del cardenal de Madrid en primer lugar, respaldado por los otros dos prelados.
Pero una cosa es la invitación y otra, la agenda de la visita. Posiblemente, Rouco creyó que iba a organizar la agenda del Secretario de Estado a su antojo y conveniencia. Pero, al parecer, no fue así. Y por ahí llegó el primer roce con Secretaría de Estado.
El cardenal de Madrid era partidario de una agenda más eclesial y con mucha menor relevancia política. Algo difícil de encajar, tratándose nada menos que del número dos del Vaticano y de la personalidad con más peso político de Roma. Una especie de “primer ministro” ejecutivo. El caso es que la agenda, en clave mucho más política de lo que Rouco hubiese deseado, la confecciona Bertone. Con la ayuda y el asesoramiento del cardenal Cañizares.
Ante esta decisión de Roma, Rouco decide apartarse voluntariamente y marcar distancias. Si Bertone viene a tender puentes, Rouco quiere mantenerse libre para poder hacer oposición. Además, en los sectores más conservadores de la Iglesia y del PP, no se ve con buenos ojos la visita de Bertone. Consideran que es, de hecho, un balón de oxígeno para el Gobierno. En plenas fechas electorales, Zapatero sin duda rentabilizará la foto al máximo. Y demostrará con ella que no es el “comecuras” que venden el sector más duro del PP y de la Iglesia (con Losantos como portavoz).
De ahí que Rouco marque distancias. Por razones estratégicas. Y para guardar las manos libres en las batallas que se avecinan. Que se prevén muy duras. Sobre todo, la del aborto y la de la ley de libertad religiosa. El cardenal de Madrid se lava, pues, las manos en la agenda más política de Bertone y se reserva.
Cañizares, en cambio, se suma a la agenda y a la escenificación pública de las dos vías de relación Gobierno-Iglesia. Una, la del poli bueno del Vaticano (Bertone + Cañizares) y otra, la del poli malo (Rouco). El Vaticano jugaría al entendimiento y al diálogo, mientras Rouco se reservaría para el enfrentamiento y la oposición frontal.
A la estrategia rouquiano-vaticana hay que añadir las particularidades personales. Que también influyen lo suyo. Para nadie es un secreto que entre Bertone y Rouco hay buenas relaciones, pero no una excelente química. Rouco se llevaba mejor con Sodano. Y se lleva mejor con Re que con Bertone. Pero, ahora, el que manda es Bertone.
Por otra parte, las relaciones de Rouco y Cañizares no están rotas del todo (nunca lo estarán), pero sí deterioradas. O muy tocadas. Con un profundo distanciamiento afectivo entre ambos, fundamentalmente por el asunto de Jiménez Losantos en la COPE. Y por la sucesión de Cañizares en Toledo, un tema que abordaremos próximamente. Y este deterioro también está influyendo. Y mucho.
¿Quiere eso decir que Rouco pierde peso? No. Lo que quiere decir es que, en Roma, le están colocando, poco a poco, algunos contrapesos. Cañizares es uno. Y Ladaria, que ya asiste a las sesiones de la Congregación de Obispos, otro.
Pero Rouco sigue siendo el “Papa español”. Y un estratega consumado, que seguramente no ha dicho todavía su última palabra. Ni en la visita de Bertone ni ante los eventuales contrapesos. Lo que está claro es que no está acostumbrado a que le lleven la contraria. Ni a compartir el poder. Es un cardenalazo con mucha escuela y muchas tablas. De esos que casi nunca pierden. De los que dominan el ajedrez eclesiástico como nadie. Mejor incluso que Bertone. Y, por supuesto, que Cañizares. Aunque al “pequeño Ratzinger” le queda mucho tiempo para aprender. Buenos maestros ha tenido. Rouco, entre ellos.
José Manuel Vidal