La rosa de oro de Francisco a la Virgen de Fátima
Le gustan más las naturales (sobre todo, las blancas), pero el Papa Francisco cumplió con el protocolo y le regaló, visiblemente emocionado, una rosa de oro a la Virgen de Fátima. Un gesto, un signo del amor de este Papa, profundamente mariano, por la Virgen. Rosas blancas y amarillas para la Virgen 'Salus populi romani' antes de su viaje a Portugal y la de oro, para la Señora de la paz.
Con ésta, Fátima tendrá ya tres rosas de oro. La primera la envió Pablo VI, el 28 de marzo de 1965, durante la tercera sesión del Concilio Vaticano II. La segunda la entregó Benedicto XVI, durante su visita a Fátima, el 12 de mayo de 2010.
Pablo VI definía así su significado místico: “Representa la alegría de la doble Jerusalén –Iglesia triunfante e Iglesia militante– y la bellísima flor de Jericó –la Virgen Inmaculada– que es también vuestra Patrona y es la alegría y la corona de todos los santos”.
La rosa de oro es una condecoración otorgada por el Papa a personalidades católicas preeminentes, usualmente reinas. También la han recibido algunas advocaciones de la Virgen María.Fue creada por León IX en 1049. Como su nombre indica, consiste en un rosal de oro con flores, botones y hojas, colocado en un vaso de plata renacentista en un estuche de oropel con el escudo papal. El Papa la bendice el cuarto domingo de Cuaresma. La unge con el Santo Crisma y se la inciensa, de modo que es un sacramental.
La costumbre se remonta a la Edad Media, cuando los papas llevaban esa flor durante las procesiones del cuarto domingo de Cuaresma, el llamado domingo Laetare. El Papa Eugenio III puso en relación este hecho con la pasión de Cristo: el oro como símbolo de la resurrección y las espinas como símbolo del sufrimiento.
En otros tiempos, esas rosas se conferían también a dignatarios de la Iglesia, para distinguirlos, pero también para recordarles las responsabilidades asociadas al ser cristiano. El círculo de los que recibían rosas de oro se fue ampliando a reyes, príncipes, abadías y santuarios. Actualmente, solo los santuarios son objeto de esa predilección.