Un santo guaraní Sepé Tiarajú, la santidad política indígena
Sepé ere huérfano y fue acogido y formado por los jesuitas. Encontró la protección junto a miles de guaraníes en la organización creada por los jesuitas en esos territorios. A estos pueblos de las misiones se les dio el nombre de “República Cristiana Guaraní”. Allí los indígenas trabajaban comunitariamente, aprendieron a identificar los símbolos del evangelio y a reconocer valores que eran similares a los suyos.
Sepé guió los siete pueblos misioneros con el grito: "Esta tierra tiene dueño". Hasta hoy, este grito resuena en las luchas indígenas y es reconocido como legítimo por todos los que tienen sentido de la justicia.
La causa de los pueblos indígenas no es sólo una lucha social y política justa. Es eso, pero también se convierte en una llamada espiritual a través de la cual el Espíritu se manifiesta presente en el mundo y nos ilumina. Ahora, después de siglos de resistencia a tanta violencia y persecución, la fidelidad de los pueblos indígenas a la unidad de la comunidad, a la preservación de sus culturas originarias y a la profunda comunión con la Madre Tierra y la naturaleza, se convierte para los cristianos en un verdadero testimonio (martirio).
La causa de los pueblos indígenas no es sólo una lucha social y política justa. Es eso, pero también se convierte en una llamada espiritual a través de la cual el Espíritu se manifiesta presente en el mundo y nos ilumina. Ahora, después de siglos de resistencia a tanta violencia y persecución, la fidelidad de los pueblos indígenas a la unidad de la comunidad, a la preservación de sus culturas originarias y a la profunda comunión con la Madre Tierra y la naturaleza, se convierte para los cristianos en un verdadero testimonio (martirio).
| Jesús Herrero Estefanía
Sepé Tiarajú nació en uno de los Siete Pueblos de las Misiones Orientales de los jesuitas en lo que hoy es Rio Grande do Sul. Las también llamadas “reducciones” se hallaban bajo jurisdicción española y estaban sometidas a constantes ataques de bandeirantes, y tropas luso-brasileñas.
Sepé ere huérfano y fue acogido y formado por los jesuitas. Encontró la protección junto a miles de guaraníes en la organización creada por los jesuitas en esos territorios. A estos pueblos de las misiones se les dio el nombre de “República Cristiana Guaraní”. Allí los indígenas trabajaban comunitariamente, aprendieron a identificar los símbolos del evangelio y a reconocer valores que eran similares a los suyos. Los guaraníes, creían en la vida después de la muerte y buscaban la “tierra sin males”, un lugar soñado por los chamanes y presente en las oraciones colectivas y en las danzas rituales. Por eso se daba una sintonía con la fe cristiana.
En 1750 por el Tratado de Madrid, Portugal cedía a España la Colonia del Sacramento que hoy es territorio uruguayo, quien a su vez entregaba los Siete Pueblos de las Misiones Orientales a los portugueses. Entonces, los guaraníes y los jesuitas que las habitaban debían retirarse para que se pudiera aplicar el acuerdo.
Los nativos, junto a los jesuitas, no aceptaron el Tratado, iniciando la Guerra Guaranítica (1754 - 1756) que los enfrentó a tropas españolas y portuguesas. Sepé Tiarayú, un hombre preparado, que sabía leer y escribir, con entrenamiento y condiciones de mando, lideraba a los guaraníes. Sepé guió los siete pueblos misioneros con el grito: "Esta tierra tiene dueño". Hasta hoy, este grito resuena en las luchas indígenas y es reconocido como legítimo por todos los que tienen sentido de la justicia.
En los inicios del conflicto obtuvieron algunas victorias, pero entre marzo y abril de 1754 cuando atacaron el Fuerte Jesús, María y José de Río Pardo a la altura de la desembocadura del río Pardo que entonces era el límite de la región de las Misiones Orientales, fueron vencidos siendo masacrados más de 1.500 indígenas.
Se extendieron varias versiones sobre la suerte que corrió Sepé Tiarayú. Unas dicen que fue capturado y que consiguió escapar la noche anterior a su ejecución. Otras sostienen que el 7 de febrero de 1756, más de 3.000 soldados luso-brasileños y españoles atacaron el campamento de guaraníes y jesuitas en la ribera del río Vacacaí. Y José Joaquín de Viana, en ese entonces gobernador de Montevideo, abatió a Sepé Tiarajú de un tiro de pistola cuando montaba a caballo. Su cuerpo fue quemado y sus cenizas dispersadas por el campo. Pero también cuenta la versión popular que, como el cuerpo de Sepé no se encontró en el campo de batalla, se cree que “subió al cielo”. Ahí fue surgiendo la veneración como santo popular a San Sepé en Rio Grande do Sul, Santa Catarina y la provincia argentina de Misiones.
Durante siglos la figura de Sepé fue olvidada por la historia oficial. Pero en la actualidad, el Consejo Indígena Misionero de Rio Grande en una publicación titulada “Resistencia y Futuro”, señala que: “a partir de la resistencia de Sepé Tiaraju es posible escribir la verdadera historia del pueblo guaraní, con sus proyectos de vida y sus luchas por la tierra para mantener la realidad social, política y cultural de sus antepasados”.
Sepé Tiaraju no es solamente un guerrero que murió por la libertad y la defensa de la tierra de sus antepasados, sino que representa la lucha permanente de los pueblos indígenas en la región sur del continente latinoamericano.
Los guaraníes acompañados por los jesuitas, no peleaban solamente por un pedazo de tierra, sino por una sociedad que pudiera garantirles la pluralidad socio-cultural, la justicia social y la armonía entre el hombre y la naturaleza. Lucharon permanentemente contra las estructuras concentradoras de la tierra, injustas, violentas y destructoras del medio ambiente y de la cultura de los pueblos originarios que impusieron los imperios portugués y español.
La historia que simboliza el santo popular Sepé Tiarajú, concentra la vida de los pueblos indígenas con sus diferentes maneras de pensar y de organizarse. Es una denuncia y un anuncio permanente de que es posible un nuevo tipo de sociedad, en que la economía esté basada en la reciprocidad y la solidaridad como valores fundamentales de convivencia.
Esta lucha de los dos imperios europeos contra los guaraníes también ha sido inmortalizada en la película “La Misión”, dirigida en 1986 por Roland Joffé. Aunque la historia fue un tanto romantizada, revela los hechos históricos tal y como sucedieron.
Héroe en vida, santo después de su muerte, el pueblo guaraní lo ha canonizado, y lo llaman San Sepé, nombre también con que se nombra al arroyo en cuyas orillas tal vez pasó su última noche. Existe hoy un municipio gaucho, ubicado a 300 kilómetros de Porto Alegre que lleva su nombre.
Finalmente, como señala Marcelo Barros: “Sólo ahora, con el Papa Francisco, el Vaticano ha aceptado la petición de reconocer a Sepé Tiarajú como santo católico. Esto significa que la causa de los pueblos indígenas no es sólo una lucha social y política justa. Es eso, pero también se convierte en una llamada espiritual a través de la cual el Espíritu se manifiesta presente en el mundo y nos ilumina. Ahora, después de siglos de resistencia a tanta violencia y persecución, la fidelidad de los pueblos indígenas a la unidad de la comunidad, a la preservación de sus culturas originarias y a la profunda comunión con la Madre Tierra y la naturaleza, se convierte para los cristianos en un verdadero testimonio (martirio). Debemos unirnos y solidarizarnos con los familiares, indígenas de todos los pueblos originarios del continente, compañeros y compañeras en las tribulaciones causadas por el Capitalismo y en el testimonio del proyecto divino en el mundo”.