Una fraternidad digna de mención
Enfermos y Debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Una fraternidad digna de mención
Resulta apasionante ir descubriendo el mundo de “La fraternidad cristiana de enfermos y minusválidos”. Es que a pesar de estar extendido por todo el planeta, todavía no es suficientemente conocido por muchos enfermos crónicos o discapacitados.
Fue una idea de un sacerdote enamorado de Dios: el Padre François, francés, de Verdún para más señas. Allá por el año 1945 observó el gran número de personas mutiladas a causa de la segunda guerra mundial. A éstas se unían los enfermos crónicos y los disminuidos físicos que siempre existen en nuestro entorno. Y organizó una asociación con total espíritu cristiano; algo que ayudara a renacer la ilusión y el ansia de vivir en centenares de hombres y mujeres marginados por sus dolencias o limitaciones.
El Padre François fue el alma de la Asociación hasta 1986 en que subió al cielo. Hoy está introducida su causa de canonización. La “Fraternidad”, los “Frater”, están extendidos en cuarenta países distintos de los cinco continentes. Resulta algo envidiable. Mantienen lo que su fundador aconsejó: “un máximo de espíritu y un mínimo de estructura”.
También en España funcionan las Fraternidades. Los núcleos más numerosos se encuentran en las provincias catalanas. Son centenares de equipos que intentan vivir a tope el Evangelio. Dan verdadero testimonio cristiano, y pueden con propiedad decir: “Que el mundo conozca que Tú nos has enviado.”
Convivir, compartir, trabajar, celebrar, evangelizar, conocerse y quererse de verdad, son los objetivos que se proponen. El secreto de ser felices radica en ellos en el sentido que tienen de la amistad. Un frater intenta ser siempre amigo de otro frater. Se ayudan mutuamente en todo lo que pueden. El diálogo sincero en sus reuniones hace que se evaporen las diferencias que han podido surgir en el roce diario.
Merece la pena formar parte de esta asociación tan llena de espíritu. Constituye una experiencia renovadora el participar en una de sus colonias de verano, que todos los años organizan. De allí se sale fortalecido en el cuerpo y en el espíritu. Así cantaban con verdadera emoción y coraje después de una de estas convivencias:
“Sal hermano mío del ostracismo. El mundo te espera, precisa de ti. Vive tu vida con más optimismo. Descubre en Cristo tu razón de vivir.”
Repite varias veces la letra de esta sencilla canción. Yo también lo he hecho. Verás cómo te entran ganas de imitar a estos centenares de “fratres” que con iguales, o tal vez mayores problemas que el tuyo, saben vivir felices.
José María Lorenzo Amelibia
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