No nos hagáis comulgar con ruedas de molino

Crítica Constructiva

No nos hagáis comulgar con ruedas de molino

No nos hagáis comulgar con ruedas de molino. Da la impresión de que algunos superiores nos toman por tontos. Se han afanado a lo largo de los siglos por salvaguardar su autoridad.

Todo es bueno para el convento. Nos han hecho ver que su voluntad es la de Dios. Y habría que discernir. Basta para darse cuenta de los innumerables abusos que se han cometido escudándose en la autoridad. En principio, sí, hemos de suponer que quien gobierna es digno de ser obedecido, porque en cualquier comunidad o sociedad es necesario alguien que lleve el timón; de lo contrario vendría el desbarajuste.


Pero de ahí no se deduce que el prior, obispo, o vicario puedan mandar cuanto se les antoje. Recordamos ahora el caso de Marcial Maciel. Hasta tenían voto de no hacer crítica de las decisiones del superior. No es su capricho la voluntad de Dios, ni mucho menos. Cuando alguien investido con autoridad da una orden, ley o norma ha de ser para el bien común; de lo contrario carecería de valor.

Y no siempre que sea para el bien común es lícito el mandato. Para el bien común era la inquisición y de hecho consiguió incluso liberar de guerras – según dicen algunos historiadores – pero aun así, ¿quién podrá decir que la inquisición no fue una aberración, crueldad, contraria a la dignidad de las personas, injusticia al dominar la voluntades, las conciencia e incluso la vida de los semejantes?

Y la inquisición es un extremo, difícilmente superable en su aberración. Pero hoy y siempre, existen mandatos contrarios a la recta razón, a la caridad, al respeto, a los derechos humanos. Cuando se trata de las leyes civiles, enseguida comprendemos si son injustos, pero no así cuando entran en litigio ciertos mandatos de jerarquías o superiores eclesiales.

Cuando la normativa es meramente externa, no habrá más remedio que acatarla, a no ser que sea contraria a algún principio de fe o amor. Pero el mayor abuso consiste, cuando quien está investido de autoridad – por supuesto eclesial – pretende incluso dominar las conciencias y amenaza con el estigma de pecado para dominar hasta el fondo a las personas. ¡Cuidado, amigos! Y no nos hagáis comulgar con ruedas de molino. Sed justos y no carguéis sobre los hombros de los demás pesos insoportables. Así lo recordaba Jesús a los fariseos. Y el fariseismo sigue existiendo. A la historia me remito. No seamos papanatas. Sí obedientes, pero críticos.

José María Lorenzo Amelibia 

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