El tema siempre es de actualidad, y creo que siempre encontraremos las dos tendencias antagonistas. Existen razones para todo. Yo expreso también mi opinión. Costó sudores y disgustos abandonar el sombrero de teja, la coronilla, la sotana y otros atuendos clericales. Hubo tiempos en que los moralistas consideraban pecado mortal el hecho de dejar por varios meses la cabeza sin tonsura.

Los ordenados de menores, si lo hacían, perdían ya el privilegio de ser clérigos. ¡Casi nada! Hoy ni siquiera los obispos visten sotana por la calle. Lo han sustituido por el traje seglar con alzacuello. Pero la mayoría de los sacerdotes – sobre todo los mayores – visten del todo como cualquier ciudadano.

Un obispo le decía a un cura suyo, ya mayor: “Pareces un camionero”. Y se quedaba tan ancho. Creo que todavía es una exigencia disciplinar el que se distingan los curas de los seglares por su manera de vestir. Pienso que es hora de suprimir este mandato que a nada conduce.

Personas pías desean reconocer por la calle al sacerdote. “Así pueden asistir a un moribundo accidentado”, dicen. No piensan que si hay un accidente y pasa por allí un médico, ofrece su servicio, aunque no lleve la bata blanca. Lo mismo haría el cura.

Los militares han dejado su indumentaria cuando marchan por la vía pública hace tiempo. Sí, tendrán derecho los clérigos a vestir con todos sus atuendos, con sotana, con dalmática y estola, pero no es el caso. Es hora de cambiar esa costumbre. Quien desee un sacerdote para confesarse o abrir su alma, que vaya al templo. Y, eso sí, que estén más horas los curas en la iglesia, y en el confesonario. Menos uniformes clericales, y más espíritu.

Pero tampoco llegar al otro extremo, tampoco: no prohibir que vistan como antaño. Sí indicar la preferencia; vestido normal, pero si uno desea la sotana, la teja y la coronilla, que las lleve. ¿Por qué no? Pero a muchos, también a mí, nos gusta más la sencillez del vestido normal del ciudadano. Jesús no caminaba con vestimentas "sacerdotales".


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