Atardecer recordando el pasado

El artículo anterior sobre “atardecer rezando” se puede aplicar a cualquier edad. Queda por analizar los rasgos peculiares de la oración de quien vive en el atardecer de su vida con sus peculiares peticiones, quejas y trato con Dios. Todo depende de la coherencia cristiana, pasada y presente, de la salud, la convivencia, las tareas, etc. Un factor muy común de este “atardecer” es el recuerdo del pasado, del ayer; de la juventud, amistades, tareas, amores, trabajo, éxitos, acontecimientos negativos, etc. Y si es persona creyente, piadosa, llevará al trato con Dios, a la oración, el recuerdo positivo o negativo de su vida. Seleccionamos entre los sentimientos que despertará el pasado, la gratitud y el arrepentimiento.

El balance de la vida
En 1999 el Papa san Juan Pablo II, cuando le faltaban unos meses para cumplir los ochenta años, escribió una carta a los ancianos. Sus reflexiones iluminan el ”atardecer recordando” . El mismo Pontífice reconoce que “a nuestra edad resulta espontáneo recorrer de nuevo el pasado para intentar hacer una especie de balance. Esta mirada retrospectiva permite una valoración más serena y objetiva de las personas que hemos encontrado y de las situaciones vividas a lo largo del camino”….

Algunas quejas
En el trato con personas en el atardecer de su vida escuché quejas, deseos, arrepentimiento, etc. Algunas frases:
-Tanto trabajar fuera de casa y no pude disfrutar de mis hijos como niños. Se han educado sin padre. Yo, muy bien situado pero sin gozar de mi familia.
-Vivo sola, mis hijos en el mismo edificio. Y pasan los días sin visitarme
-Educamos a los hijos en colegios religiosos y ahora, ni practicantes ni creyentes. ¿Qué hicimos mal?
-Estamos junto al teléfono esperando la llamada de nuestros hijos. Como los pajaritos, la comida de sus padres.
-¿Cómo es posible que a mi edad, 90 años, me atraigan tanto las mujeres y el placer sexual?
-Trabajé mucho por el próximo pero me olvidé de Dios. ¿Es honesto que ahora, al final de mi vida me agarre a la fe como a un palo ardiendo?
-Yo no me lo explico: cuando éramos jóvenes, todo era pecado. Y ahora todo está permitido.
-El trato con mi hija adolescente es como un segundo parto. No logro comunicarme con ella.

Arrepentimiento por el pasado
Más de una vez he imaginado esta oración de la persona en el atardecer de su vida: “gracias, Señor, por cuanto dones me regalaste en mi vida. Muchas han sido las oportunidades que he tenido para hacer el bien y para mostrarte mi fidelidad. Pero con la lucidez que todavía me concedes, lamento la gran diferencia entre el proyecto de tu amor sobre mi persona, lo que Tú esperabas de mí, y mi irresponsabilidad. ¡Qué abismo entre tu generosidad y mi conducta raquítica! ¡Siento vergüenza, Señor! Imagino que en el purgatorio la experimentaré con mayor intensidad. Admite ahora, en esta vida terrenal, mi sincero dolor por no haber correspondido como debía y como tú esperabas. Vaya, una vez más, mi débil propósito de reparar, durante el tiempo de vida que Tú me concedas, los errores y pecados que estropearon tu proyecto sobre mí. Gracias, Señor y perdón por mis culpas. Confío una vez más en tu misericordia.
Consciente de sus pecados, el que los recuerda en el atardecer de su vida, suplica perdón al Dios ofendido, el olvido de sus culpas y el restablecimiento de la amistad con su Señor. Y puede suplicar con los salmos:
-ten piedad de mí, oh Dios, por tu amor, por tu inmensa compasión, borra mi culpa. -lava del todo mi maldad, limpia mi pecado (Sal 51,3-4);
-pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado (Sal 51,5);
-contra ti, contra ti solo pequé; hice lo que tú detestas (Sal 51,6).
-pero reconocí ante ti mi pecado, no te cubrí mi falta y tú perdonaste mi falta y mi pecado (Sal 32,5).
-oh Dios, tú sabes lo necio que he sido, no te se ocultan mis pecados (Sal 69,6).
-respóndeme, Señor, pues tu amor es bondadoso; por tu inmensa ternura vuélvete hacia mí» (Sal 68,17; cf. Sal 86,13);

Gratitud al final de la vida
Unido al arrepentimiento, en el balance del atardecer existen respuestas de gratitud y alabanza. Con los salmos. en su entusiasmo, la persona fascinada pide un aplauso universal para Dios a quien agradece su amor y por quien desea vivir:
-te doy gracias, Señor, de todo corazón quiero proclamar todas tus maravillas (Sal 9,2).
-¡cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios. ¡Cuántos proyectos para nosotros! No hay nadie como tú! (Sal 46.6).
-pueblos todos, aplaudid; aclamad a Dios con voces de júbilo (Sal 47,2).
-alabadlo todos sus ángeles, alabadlo todos sus ejércitos! Que todos alaben el nombre del Señor» (Sal 148.1-5; cf. Sal 150,1-3.6).
-¡Tú eres mi Dios, yo te doy gracias; Dios mío, yo te ensalzo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor! (Sal 118,28-29).
-yo viviré para el Señor (Sal 22,30).
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