¿Es Cristo, primer referente y maestro de justicia?

La Buena nueva ilumina y enriquece la dimensión antropológica de la justicia con Cristo como el gran referente, el testigo que más puede motivar, el maestro con mayor autoridad y el instaurador de una justicia con mayores horizontes.

Para comprender al Cristo referente sobre justicia Para evitar radicalismos y comprender mejor el tema de Jesús y la justicia, es oportuno tener presente algunos criterios previos.
El centro-eje de la Buena nueva es Jesucristo que transmite el mensaje de Dios sobre la justicia tanto en la dimensión antropológica como en la salvífica..
La voluntad de Dios sobre las respuestas justas e injustas forma parte del reino de Dios como un todo vivencialmente indivisible, unido al amor, la verdad, la libertad, la paz, la vida y la gracia redentora.
El todo como un cuerpo. Para comprender la unión íntima entre la justicia y las otras respuesta del todo indivisible, ayudará comparar el reino de Dios con el cuerpo humano: en la cabeza reside la verdad; el corazón viene a ser la sede del amor; la lengua y las manos que actúan pueden simbolizar las obras de justicia; los piés para caminar de un sitio para otro, representaría la libertad; y el todo de la persona redimida puede representar a quien vive en la paz, vida y gracia de Dios.
Luchó por la justicia. Como parte de las exigencias del reino de Dios, Cristo luchó por la justicia según el momento cultural e histórico de su tiempo. Él observó como era la justicia de sus contemporáneos, respondió con su doctrina a las necesidades de un trato justo y criticó las situaciones de injusticia.
Fué una víctima de la injusticia. En su vida y especialmente en su pasión y muerte, Jesús sufrió la injusticia humana en indefinidas modalidades. Crucificado, Cristo es el símbolo del amor redentor y prototipo de la persona violada en los derechos humanos.
Justo, bondadoso y fuerte. Jesús testimonió la justicia en sus principales manifestaciones de respeto, responsabilidad y denuncia profética. Pero no se comprende tales respuestas si no se tiene en cuenta su conducta de bondad y fortaleza. El amor le impulsó a la justicia y la fortaleza facilitó su ejecución.
Su personalidad excepcional. La justicia en Jesús se comprende mejor a la luz de artículos anteriores que tratan sobre su personalidad como el mayor valor de la historia, el amor que predicó y testimonió, la injusticia que sufrió y el dolor que compartió..
Redentor y juez. La justicia es inseparable del Cristo redentor y de la dimensión escatológica del reino de Dios. Él nos justificó del pecado y en el juicio final seré el Juez de nuestra obras.
La justicia, pieza clave en el dinamismo del Reino. La justicia es virtud cardinal, no teologal. Por eso, cuando Cristo exige una conducta justa a sus discípulos lo hace en el contexto de fe, esperanza y caridad, de la salvación eterna que exigen conversión, seguimiento y colaboración dentro del dinamismo del reino de Dios.

Restaurador de la justicia plena Toda la misión de Cristo se puede enfocar como la obra de la justicia bajo el aspecto de liberación y justificación. El vino como justicia de Dios para traer la buena nueva a los pobres, liberar a los oprimidos y hacer triunfar la justicia. Pero no se trata de una liberación política, sino liberación del pecado, del egoísmo, del orgullo (Lc 6, 16-31; 17, 9-14; 1Cor 1,30). Su misión de justificación se realizó mediante el proceso en el cual Jesucristo pone al hombre en la relación debida con Dios; es la justicia comunicada que justifica al pecador como gracia y misericordia (Rom 1, 17; 931). Se trata de una liberación y una justicia para instaurar la definitiva fraternidad universal y redimir a la humanidad mediante su Misterio Pascual (Ef 2, 14-18; Rom 12, 15).
La justicia integra un trío cristocéntrico unida a la verdad y la caridad. Los criterios anteriores pueden resumirse con dos textos de Benedicto XVI en la Caritas in veritate:” el testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre”(15) La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad (1)
Sí, Cristo es el gran referente. Enumerarmos algunos de los muchos textos que fundamentan la figura de Cristo como el gran referente y el maestro con mayor autoridad en el tema de la justicia.

Cristo maestro y profeta de toda justicia
Junto al amor, Jesús propugnó un cambio profundo, revolucionario, cuando defendió la dignidad y la libertad de la persona frente a determinadas normativas tradicionales. Él buscó la esencia de la ley y la redujo al amor en un ambiente religioso donde la observancia de dicha ley se consideraba como la mediación esencial en la relación del hombre con Dios. Por eso, violar la ley era una respuesta grave para un judío.
Cierto que es Maestro y que le llamaron “rabbi” pero no estaba dedicado a interpretar fielmente la Ley de Moisés. Su estilo profético contrasta con el de Juan el Bautista o el de los anteriores profetas que se mueven en el marco de la alianza entre Yahveh e Israel: Pero el definitivo Mesías trae la Buena Nueva del Reino de Dios.
Aunque la Buena nueva tiene presente a la caridad como motor de la justicia, también contiene muchos criterios que acreditan a Jesús como maestro para las relaciones de igualdad entre las personas. Así, por ejemplo:
proclamó la dignidad humana como base de toda justicia. El sábado es para el hombre y no...(Mc 2,23,38; Lc l1, 10-17...). Por eso defiende a la adúltera y a la Magadalena (Jn 8,1-11; Mt 26, 6-6-13);
enseñó criterios humanos como el no juzgar por apariencias, obrar con otros como queremos que obren con nosotros, pagar el salario justo, gobernar sin tiranía (Lc 6,28; Mt 7,l2; Jn 7,24; Mt 12,13; Lx 22, 34,38);
discernió la justicia auténtica como en el caso de la viuda que lo echó todo (Mc 7,17,23). El samaritano cumplió y los otros no cumplieron (Lc 10, 25-42);
apuntó las causas de la injusticia que radican en el corazón malo, en el orgullo farisaico y en el legalismo (Mc 2,4-8; 7,17-23;Mt 15,1s; Mc 7, 6-11; lc 11, 41-44);
denunció las injusticias del que no quiere perdonar, de los ricos y poderosos. Lo hizo mediante parábolas, en estilo directo o con gestos de protesta como en la expulsión de los mercaderes del templo (Mt 21, 13-13; Jn 7, 1-8; Lc 6,24-38);
enseñó la vuelta a la justicia mediante la conversión, el regreso humilde a la casa del Padre, el cambio de conducta (Lc 15, 1s ; 19, 1-10; Mt 6,12). En Cristo, la justicia se fusiona con la caridad, un amor que incluye a los enemigos (Mt 5, 43-48);
juzgó bienaventurado, feliz, a todos los perseguidos por causa de la justicia (M5 5,10) y a todo aquel que tiene hambre y sed de justicia (M5 5,1).

Pero no se comprende a Jesús, maestro de la justicia si no se tiene en cuenta su testimonio factor definitivo que motiva para obrar en verdad y justicia
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