Segundo atardecer rezando, más y mejor (I)

El creyente goza del privilegio de comunicarse con Dios en todas las etapas de su vida De manera especial, y gracias a la fe y a la esperanza, el cristiano abre los horizontes de su oración al más allá de la muerte. Y con más razón, el seguidor de Cristo que amó a Dios en toda su vida temporal, aspira por la caridad amar a Dios, con total plenitud en la vida eterna.

Con este fundamento, preguntamos ¿cómo será la oración del anciano, cristiano coherente, en el atardecer de la vida? Tiene las razones de cualquier creyente, las del cristiano seguidor de Cristo y otras especiales por su edad y situación. Así puede conseguir uno de sus objetivos: comunicarse e intimar con Dios de manera más intensa y con mejor calidad. Es la primera de las tareas como aconseja san Juan Pablo II a los ancianos y que planteamos así: con el fundamento de toda oración ¿cómo rezar más y mejor? Y más brevemente: rezando en el atardecer de la vida.
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1º Con el fundamento de la oración
Viene bien al que ora en el atardecer de su vida recordar la grandeza de la comunicación, él, yo humano, con Dios, Tú divino. Efectivamente, mediante la oración se establece una comunicación entre Dios y la criatura, el que es todopoderoso y quien necesita de su ayuda; el Juez Santo y el pecador; entre el Padre y el hijo, el Dios que ama y el hijo amado; entre Cristo Salvador y quien puede salvarle; entre el miembro y la comunidad con la Cabeza, entre los que están en la tierra y los que gozan en el cielo. Más aún, el cristiano orante sigue los pasos de Jesús en su comunicación con el Padre.
Tampoco se puede olvidar que el misterio preside el diálogo del creyente con Dios, pues la oración es una "relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero" (Cat 2558). "En la nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo" (Cat 2565). El Catecismo de la Iglesia católica presenta la oración como una elevación del alma a Dios, una relación viviente y personal con el Señor vivo y verdadero, una relación trinitaria, un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo; encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre, una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo, comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo, una llamada y una respuesta, la vida del corazón nuevo como un "recuerdo de Dios", un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte
Este misterio de la oración se apoya en la Sagrada Escritura y especialmente en el Nuevo Testamento donde Cristo es el maestro y testigo de toda plegaria. Además, los cristianos oran en el nombre de Jesús bajo la acción del Espíritu Santo. También es fuente y fundamento para el que ora, la Iglesia en su liturgia y en su magisterio que actualiza el misterio de salvación y el camino de las virtudes para encontrar a Dios. (Compedio del Catecismo 558 y 560 y 561).

2º Dinámica del trato con Dios
Finalidad:¿para qué orar?
Explícita o implícitamente, el orante se pregunta: ¿y para qué orar? Las clásicas definiciones de la oración responden con claridad: la oración es como "una elevación de nuestra alma hacia Dios para honrarle y pedirle las gracias y los auxilios que necesitamos". O bien: la oración es "una elevación de nuestra alma hacia Dios para honrarle y pedirle las gracias y los auxilios que necesitamos". Y en plan más completo: “se ora para pedir, agradecer, alabar, interceder, reparar, adorar a Dios...y sobre todo para manifestar el amor filial. De manera especial, por la adoración se reconoce la grandeza de Dios, en la petición se expone a Dios una necesidad espiritual o material. Con la alabanza se da gloria a Dios por lo que es y hace cuando alabamos. La Eucaristía contiene y expresa todas las formas de oración (Compendio 550-556).
¿Con qué motivaciones y disposiciones?
En cuanto a-las motivaciones, como las que vivenció Jesús, especialmente las que están impregnadas por el amor a Dios y siempre sometidas a la voluntad divina.
Más complejas son las disposiciones que comprende un arco iris que va desde la sed o necesidad de hablar y escuchar al Señor; hasta la fe para acercarse a dialogar con quien no vemos; la confianza en la misericordia de Dios Padre; el amor libre del hijo que no impone condiciones; el respeto de quien es consciente de estar en presencia de Dios su Señor; la humildad como la del publicano y no la del fariseo (Lc 18, 9-14) Por último y a manera de resumen, la obediencia filial de quien está dispuesto a obedecer a Dios Padre para pedir lo que conviene según su voluntad.
Fruto de las motivaciones y disposiciones auténticas es la coherencia. Porque quien va a la oración se acomoda a la voluntad de Dios y no pretende que sea la “varita” mágica para sus deseos, aspiraciones, prejuicios y frustraciones personales. Jesús maestro enseña que la oración de fe no consiste solamente en decir 'Señor, Señor', sino en disponer el corazón para hacer la voluntad del Padre (Mt 7,21).
La petición es un rasgo fundamental. En sintonía con su etimología latina, la oración es oratio, ruego, súplica, petición que suele definirse como "la petición insistente de un favor dirigida a poderes ultraterrenos o a los dioses". Pero la petición es parte de la oración completa donde el creyente adora, alaba, agradece, repara, rinde el culto religioso y comunica a Dios su vida.
La meta: el trato íntimo y amistoso
La oración perfecta como camino seguro, radica en el encuentro amistoso que tan maravillosamente describió Santa Teresa de Jesús: como un "tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos que nos ama" (Vida 8,5).
También otros creyentes han polarizado la oración en el amor. Así lo confirma el beato C. Foucauld: la oración es "pensar en Dios amándolo"; o la reflexión del teólogo K. Rahner: "la oración es un amor que se pone de rodillas". Y siglos atrás, escribió San Agustín: nuestra oración es "respuesta de amor a la sed del Hijo único"(Cat 2560 y 2561). Así se explica que el amor diera sentido a la oración del cura de Ars: "Dios mío, si mi lengua no puede decir en todos los momentos que te amo, quiero que mi corazón te lo repita cada vez que respiro" (En el Cat 2658).
Este encuentro teologal, dinámico y transformante, se realiza en tres fases: búsqueda de Dios, llamada del Señor y respuesta del creyente en clima de comunión. En la oración, como en la comunicación, la persona contacta con un tú, que aquí es Dios; se abre a Él para ser aceptada; comienza un trato en el cual se transmiten y reciben criterios, emociones o mensajes llegando al encuentro profundo o superficial, espontáneo o de cierta duración, de relación interesada o de amistad sincera. Para muchos, la oración es el encuentro gozoso de amigos que se necesitan, buscan y dialogan sobre lo que les une. Es decir, de dos personas que se comunican en profundidad.
El efecto del trato amistoso es claro: la comunicación con Dios no es una tarea aislada en la vida del creyente. Está más bien en el corazón de la espiritualidad cristiana que responde a los interrogantes sobre el fin de la vida, las esperanzas, motivaciones, dificultades y recursos de la vida cristiana.
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3º La oración inaceptable
Tanto los jóvenes como los ancianos pueden anular los efectos de la oración por la falta de respeto, la insinceridad, el orgullo, la agresividad, el comercio, el chantaje, la debilidad de la fe y mucho más la ausencia del amor que es el corazón de la vida cristiana.
Existen, además, otras dificultades que imposibilitan una comunicación aceptable con Dios. Es lo que sucede con los conceptos erróneos sobre la oración cuando es interpretada como una operación psicológica. También las distracciones que disminuyen la atención y son causadas por “la loca de la casa” que atiende a otros pensamientos, no a Dios. Aunque su oración sea aceptable, muchas personas padecen sequedad y aridez. Es la situación de quien nada siente durante la oración y se ve incapaz de dialogar con Dios.
Motivaciones inaceptables para orar. No sintonizan con la piedad “ en espíritu y en verdad” los que rezan solamente para solucionar sus problemas o actúan simplemente por el “deber” o la presión social o por costumbre rutinaria. Y muchos menos todavía, los de espíritu farisaico que instrumentalizan la oración para su orgullo. También son incompatibles con el Dios “abbá” de Jesús, cuanto impulsa a rezar por miedo al castigo. Y del mismo modo aparta de la caridad cristiana la oración entendida como varita mágica sin comunicación personal con Dios.
La exposición anterior vale para cualquier edad. Queda por analizar los rasgos peculiares de la oración en-del anciano, sus peticiones, quejas y trato amistoso
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