¿Algo más en el camino cristiano para llegar a la paz?
Como toda persona, el seguidor de Jesús cree que la paz es necesaria y posible para ser feliz. También es consciente del precio a pagar porque son muchos los obstáculos que encuentra, en especial el sufrimiento interno. Por lo tanto, la paz exige fuertes razones que impulsen su consecución. Para tal fin, la antropología ofrece múltiples recomendaciones y ayudas que la fe asume y enriquece con el mensaje de Cristo. Con todo lo anterior, disponemos de un puente humano-cristiano capaz de unir a las personas entre sí. ¿Faltaría algo más que añadir al mensaje cristiano para la paz? La respuesta es afirmativa porque se puede hablar de las virtudes sociales como medios para la paz, de las «obras de misericordia» creadoras de ambientes pacíficos, sobre todo cuando incluyen la reconciliación, el perdón y el amor a los enemigos. Para finalizar y sin pretender agotar el tema, propongo una plegaria a Jesucristo para ser colaboradores de su Reino que es de amor y de paz. Reconozco que sobre este tema, tanto la antropología como la espiritualidad cristiana ofrecen muchas más reflexiones y terapias para que las personas consigan la armonía y la serenidad, -la paz-, en su espíritu y en las relaciones interpersonales.
Algunas virtudes sociales como medios para la paz Bajo el influjo de la caridad las virtudes sociales se convierten en respuestas de paz. Así sucede, por ejemplo, con la gratitud o correspondencia afectiva y efectiva hacia quien nos hace bien. Por el contrario, la ingratitud tensa los ánimos y reduce la fraternidad a simples relaciones de justicia. El justo castigo beneficia las relaciones de paz y seguridad en la comunidad pero requiere una realización benévola, sin odio ni ira, sin crueldad ni excesiva indulgencia.
¿Y qué decir de la afabilidad? Que imprime un tono de amor y complacencia a las relaciones. Es como el «aceite» que suaviza los inevitables choques entre personas de diferente carácter.
Por último hay que reconocer lo mucho que contribuye a un ambiente de paz la liberalidad que inclina a desprenderse con facilidad de lo suyo para beneficiar a los demás. La persona generosa favorece las relaciones pacíficas.
Las «obras de misericordia»
El amor a Dios impulsa a solucionar los problemas de quien está necesitado. Sorprende comprobar cómo circula la paz en la comunidad donde sus miembros practican las «obras de misericordia». tanto las de orden espiritual como las “corporales”.
En las de tipo espiritual está el enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de nuestros prójimos y rogar a Dios por los vivos y muertos.
Y en las de índole corporal, la paz se hace presente al visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo y enterrar a los muertos.
Conviene observar que 'la beneficencia” hoy es entendida como promoción y liberación para que e! necesitado remedie sus necesidades con la ayuda ajena, pero sin paternalismos y sin recibir «por caridad lo que se le debe por justicia», sin hipotecas para su libertad, ni empañar su dignidad (AA 8).
La limosna, expresión de la beneficencia, es un acto de caridad y su omisión implica un el riesgo escatológico. De todo modos requiere una realización generosa, justa, prudente, oportuna, secreta, libre y universal (Mt 25,41-42; 1 Jn 3,17-18).
El apostolado y la corrección fraterna
Son otras tantas expresiones de la caridad que ayudan a la convivencia pacífica. Porque quien lleva el Evangelio de la paz, siembra paz; quien transmite a Cristo testimonia al Príncipe de la paz y ofrece el camino más seguro para conseguir este don. En la medida en que uno es apóstol de Cristo, es mensajero de su paz (LG 31; 48; AA 2-4; 35; 36; AG 1; 2).
La praxis adecuada es difícil, pero quien logra, con su advertencia o amonestación, que otra persona se abstenga o se enmiende de alguna actitud o respuesta reprobable (como es el ataque a la paz), ha librado victoriosamente una de las batallas más difíciles para la comunidad fraterna. Quien corrige bien es un apóstol de la paz. Se trata de una obligación que Jesús sancionó peroe pide mucho tacto, prudencia y amor (Mt 18,15-17).
La reconciliación con todos, el perdón y amor a los enemigos
Abordamos las exigencias más importantes para la paz intepersonal que redudan en toda persona. ¿Qué hacer ante la paz rota? ¿Cómo tratar cristianamente al enemigo? ¿Cuál será la reacción ante las ofensas? La respuesta según Cristo es tan sencilla como difícil: la reconciliación con todos, el perdón y el amor al enemigo. Estamos en el culmen de la caridad cristiana y en uno de los secretos para encontrar la paz a todo nivel.
Como Jesús, el cristiano debe amar a los enemigos, identificarse con los intereses de toda persona y estar dispuesto a dar la vida por las personas amadas (Mt 5,3,8-48; 25,31-46; Rom 12,17-21; Jn 15,13; Sant 2,ls). Este amor a los enemigos: es un distintivo del cristiano. Ante la ley del talión, Jesús prescribe, «mas yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial (Mt 5,43-48; Rom 12,20).
El perdón
Ante la ofensa recibida, la venganza o la represalia suele ser la respuesta ordinaria, pero Jesús exige perdonar . como condición para obtener el perdón de Dios: «si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15; d. Mt 6,12; Rom 5,8ss). Y perdona quien acalla los deseos de venganza, devuelve bien por mal, procura actuar «como si nada hubiera ocurrido», reconoce lo bueno del adversario, a quien desea todo bien; le ayuda en la necesidad, ora por él, y excusa a los que le ofenden, como Jesús perdonó en la cruz (Lc 23,34). Quien obra así, se siente feliz, la paz reina en su corazón
La reconciliación
Cuando la paz es destruída, los cristianos tienen una tarea impostergable con la reconciliación que pide la búsqueda del don perdido, de la amistad enfriada, de la unidad rota. Les motiva recordar que Dios nos amó y reconcilió por la muerte de su Hijo (Rom 5,8ss).
¿Otras respuestas? Sí. Pedir perdón o excusarse de alguna manera si fuimos los ofensores; perdonar y olvidar caso de haber sido las víctimas. Todos: hacer las paces antes de hacer la ofrenda a Dios (Mt 5,23-26), pedir perdón al Señor, insistir en la conversión del corazón, acercarse al sacramento de la reconciliación, reparar el daño ocasionado, proponer rectificar la conducta, etc.
La cruz aceptada con esperanza
Dar en el trato, la paz que Dios desea para todos y la que cada persona pide para sus familiares, compañeros y amigos; mirar a la cruz y abrazarla agradecido. Como Cristo, con amor, paz y esperanza aceptar la cruz del dolor físico, la soledad, las humillaciones o la cercana muerte. Como Cristo, compartir la suerte de los que sufren más que uno mismo.
Y por último: actualizar la esperanza cristiana que recuerda: la plena felicidad y la total realización personal se alcanzarán en el cielo. Contemplando a Dios, allí gozarán juntos los testigos y los constructores de la paz. Siempre el bien futuro que esperamos mitiga el dolor presente...y es un factor para la paz interna.
Plegaria a Jesucristo
La oración del Padre nuestro es la plegaria por excelencia para conseguir la paz. En ella, el creyente encuentra: confianza, ayuda, compromiso en los valores superiores, abandono, humildad de quien reconoce sus errores, seguridad de ser escuchado, valor a la hora de pedir perdón por las ofensas, la reconciliación fraterna, la fuerza para superar dificultades y....
Algunas de las peticiones del Padre nuestro están presentes en la oración que presento dirigida a Jesucristo.
¡Gracias, o Cristo, Verbo divino encarnado, Hijo del Padre y Salvador del mundo! Tú has conquistado la paz y me das tu paz como parte de la salvación.
Tú me pides que tu paz (que es gracia, amor, humildad y dominio de sí mismo), reine en mi mente, en mi corazón y en las relaciones fraternas.
Tú me enseñaste a ser humilde, aceptar los límites, reconocer las deficiencias, a seguirte con la cruz y renunciar a todo para entregarme al amor del Padre.
Tú eres mi camino que me enseñas cómo enfocar mis relaciones con verdad, cómo descubrir los trasfondos de mi soberbia y practicar la humildad.
Que aprenda a vivir en paz y serenidad ante los problemas al saber que contigo nada debo temer.
Que sepa permanecer tranquilo y fuerte ante los obstáculos teniendo presente tu testimonio de fortaleza.
Que consiga relativizar las ofensas recibidas y analizar con serenidad las causas.
Que no me deje llevar de mi orgullo y de mi agresividad que tanto ofenden al prójimo y que tanto obstaculizan la paz.
Que modere mis deseos y que no ambicione lo que no puedo o no debo poseer ni esperar.
Que colabore con tu gracia para controlar mi agresividad, perdonar a otros y a mí mismo, para olvidar las ofensas y pedir perdón con mucha humildad.
¡Cristo, mi vida! Dame valor para abrazar la cruz con paz, gozo y hasta con gratitud.
¡Cristo, mediador universal! Permíteme que siga trasmitiendo tu paz con la palabra y con los sacramentos.
¡Cristo, mi Rey y Juez! Deseo ser responsable de los talentos recibidos, la fe cristiana, los sacramentos, la pertenencia a la Iglesia y los ministerios confiados.
¡Cristo, instaurador del Reino! Gracias porque me llamas a colaborar en el reino de Dios para que reine tu paz en las personas y en todas las naciones. Haz que sea mensajero de paz como testigo de tu amor para glorificar al Padre y servir a los hermanos. AMÉN
Algunas virtudes sociales como medios para la paz Bajo el influjo de la caridad las virtudes sociales se convierten en respuestas de paz. Así sucede, por ejemplo, con la gratitud o correspondencia afectiva y efectiva hacia quien nos hace bien. Por el contrario, la ingratitud tensa los ánimos y reduce la fraternidad a simples relaciones de justicia. El justo castigo beneficia las relaciones de paz y seguridad en la comunidad pero requiere una realización benévola, sin odio ni ira, sin crueldad ni excesiva indulgencia.
¿Y qué decir de la afabilidad? Que imprime un tono de amor y complacencia a las relaciones. Es como el «aceite» que suaviza los inevitables choques entre personas de diferente carácter.
Por último hay que reconocer lo mucho que contribuye a un ambiente de paz la liberalidad que inclina a desprenderse con facilidad de lo suyo para beneficiar a los demás. La persona generosa favorece las relaciones pacíficas.
Las «obras de misericordia»
El amor a Dios impulsa a solucionar los problemas de quien está necesitado. Sorprende comprobar cómo circula la paz en la comunidad donde sus miembros practican las «obras de misericordia». tanto las de orden espiritual como las “corporales”.
En las de tipo espiritual está el enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de nuestros prójimos y rogar a Dios por los vivos y muertos.
Y en las de índole corporal, la paz se hace presente al visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, redimir al cautivo y enterrar a los muertos.
Conviene observar que 'la beneficencia” hoy es entendida como promoción y liberación para que e! necesitado remedie sus necesidades con la ayuda ajena, pero sin paternalismos y sin recibir «por caridad lo que se le debe por justicia», sin hipotecas para su libertad, ni empañar su dignidad (AA 8).
La limosna, expresión de la beneficencia, es un acto de caridad y su omisión implica un el riesgo escatológico. De todo modos requiere una realización generosa, justa, prudente, oportuna, secreta, libre y universal (Mt 25,41-42; 1 Jn 3,17-18).
El apostolado y la corrección fraterna
Son otras tantas expresiones de la caridad que ayudan a la convivencia pacífica. Porque quien lleva el Evangelio de la paz, siembra paz; quien transmite a Cristo testimonia al Príncipe de la paz y ofrece el camino más seguro para conseguir este don. En la medida en que uno es apóstol de Cristo, es mensajero de su paz (LG 31; 48; AA 2-4; 35; 36; AG 1; 2).
La praxis adecuada es difícil, pero quien logra, con su advertencia o amonestación, que otra persona se abstenga o se enmiende de alguna actitud o respuesta reprobable (como es el ataque a la paz), ha librado victoriosamente una de las batallas más difíciles para la comunidad fraterna. Quien corrige bien es un apóstol de la paz. Se trata de una obligación que Jesús sancionó peroe pide mucho tacto, prudencia y amor (Mt 18,15-17).
La reconciliación con todos, el perdón y amor a los enemigos
Abordamos las exigencias más importantes para la paz intepersonal que redudan en toda persona. ¿Qué hacer ante la paz rota? ¿Cómo tratar cristianamente al enemigo? ¿Cuál será la reacción ante las ofensas? La respuesta según Cristo es tan sencilla como difícil: la reconciliación con todos, el perdón y el amor al enemigo. Estamos en el culmen de la caridad cristiana y en uno de los secretos para encontrar la paz a todo nivel.
Como Jesús, el cristiano debe amar a los enemigos, identificarse con los intereses de toda persona y estar dispuesto a dar la vida por las personas amadas (Mt 5,3,8-48; 25,31-46; Rom 12,17-21; Jn 15,13; Sant 2,ls). Este amor a los enemigos: es un distintivo del cristiano. Ante la ley del talión, Jesús prescribe, «mas yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial (Mt 5,43-48; Rom 12,20).
El perdón
Ante la ofensa recibida, la venganza o la represalia suele ser la respuesta ordinaria, pero Jesús exige perdonar . como condición para obtener el perdón de Dios: «si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,14-15; d. Mt 6,12; Rom 5,8ss). Y perdona quien acalla los deseos de venganza, devuelve bien por mal, procura actuar «como si nada hubiera ocurrido», reconoce lo bueno del adversario, a quien desea todo bien; le ayuda en la necesidad, ora por él, y excusa a los que le ofenden, como Jesús perdonó en la cruz (Lc 23,34). Quien obra así, se siente feliz, la paz reina en su corazón
La reconciliación
Cuando la paz es destruída, los cristianos tienen una tarea impostergable con la reconciliación que pide la búsqueda del don perdido, de la amistad enfriada, de la unidad rota. Les motiva recordar que Dios nos amó y reconcilió por la muerte de su Hijo (Rom 5,8ss).
¿Otras respuestas? Sí. Pedir perdón o excusarse de alguna manera si fuimos los ofensores; perdonar y olvidar caso de haber sido las víctimas. Todos: hacer las paces antes de hacer la ofrenda a Dios (Mt 5,23-26), pedir perdón al Señor, insistir en la conversión del corazón, acercarse al sacramento de la reconciliación, reparar el daño ocasionado, proponer rectificar la conducta, etc.
La cruz aceptada con esperanza
Dar en el trato, la paz que Dios desea para todos y la que cada persona pide para sus familiares, compañeros y amigos; mirar a la cruz y abrazarla agradecido. Como Cristo, con amor, paz y esperanza aceptar la cruz del dolor físico, la soledad, las humillaciones o la cercana muerte. Como Cristo, compartir la suerte de los que sufren más que uno mismo.
Y por último: actualizar la esperanza cristiana que recuerda: la plena felicidad y la total realización personal se alcanzarán en el cielo. Contemplando a Dios, allí gozarán juntos los testigos y los constructores de la paz. Siempre el bien futuro que esperamos mitiga el dolor presente...y es un factor para la paz interna.
Plegaria a Jesucristo
La oración del Padre nuestro es la plegaria por excelencia para conseguir la paz. En ella, el creyente encuentra: confianza, ayuda, compromiso en los valores superiores, abandono, humildad de quien reconoce sus errores, seguridad de ser escuchado, valor a la hora de pedir perdón por las ofensas, la reconciliación fraterna, la fuerza para superar dificultades y....
Algunas de las peticiones del Padre nuestro están presentes en la oración que presento dirigida a Jesucristo.
¡Gracias, o Cristo, Verbo divino encarnado, Hijo del Padre y Salvador del mundo! Tú has conquistado la paz y me das tu paz como parte de la salvación.
Tú me pides que tu paz (que es gracia, amor, humildad y dominio de sí mismo), reine en mi mente, en mi corazón y en las relaciones fraternas.
Tú me enseñaste a ser humilde, aceptar los límites, reconocer las deficiencias, a seguirte con la cruz y renunciar a todo para entregarme al amor del Padre.
Tú eres mi camino que me enseñas cómo enfocar mis relaciones con verdad, cómo descubrir los trasfondos de mi soberbia y practicar la humildad.
Que aprenda a vivir en paz y serenidad ante los problemas al saber que contigo nada debo temer.
Que sepa permanecer tranquilo y fuerte ante los obstáculos teniendo presente tu testimonio de fortaleza.
Que consiga relativizar las ofensas recibidas y analizar con serenidad las causas.
Que no me deje llevar de mi orgullo y de mi agresividad que tanto ofenden al prójimo y que tanto obstaculizan la paz.
Que modere mis deseos y que no ambicione lo que no puedo o no debo poseer ni esperar.
Que colabore con tu gracia para controlar mi agresividad, perdonar a otros y a mí mismo, para olvidar las ofensas y pedir perdón con mucha humildad.
¡Cristo, mi vida! Dame valor para abrazar la cruz con paz, gozo y hasta con gratitud.
¡Cristo, mediador universal! Permíteme que siga trasmitiendo tu paz con la palabra y con los sacramentos.
¡Cristo, mi Rey y Juez! Deseo ser responsable de los talentos recibidos, la fe cristiana, los sacramentos, la pertenencia a la Iglesia y los ministerios confiados.
¡Cristo, instaurador del Reino! Gracias porque me llamas a colaborar en el reino de Dios para que reine tu paz en las personas y en todas las naciones. Haz que sea mensajero de paz como testigo de tu amor para glorificar al Padre y servir a los hermanos. AMÉN