¿En qué consiste la dinámica del buen trato?

Quedaría incompleto el tema del buen trato si no abordamos la dinámica correspondiente. Tal dinámica pide fortaleza ante las dificultades, poseer motivaciones para vivir con esperanza y alegría, y disponer de los recursos humanos y espirituales para la coherencia. De esta manera se completan las áreas del buen trato con sus actitudes, modalidades y respuestas.

Fortaleza ante las dificultades
Tratar bien al prójimo no siempre resulta tarea fácil. En ocasiones es nuestro mal carácter quien nos traiciona con una reacción violenta. En otras, se trata de “un prójimo” de difícil convivencia por su agresividad, exigencias y carácter orgulloso. Siempre sufrimos, a la hora de relacionarnos, los efectos negativos del ambiente agresivo o del trabajo que tensa o de la salud que nos pone “cara de pocos amigos”.
¿También existen obstáculos para trata bien a Dios? Sí y muchos. Habrá que comenzar por la deficiente formación que reducía toda relación religiosa a unas oraciones y ritos religiosos. Seguimos con las dificultades para aceptar determinados criterios de fe y muchas de las normas de la moral religiosa. Son como barreras que alejan de Dios o enfrían las relaciones positivas. Y no olvidemos a la hora de enumerar obstáculos, el influjo de los clásicos “enemigos del alma”: mundo demonio y carne”. Fijémonos en el mundo como el “peso ideológico” del ambiente cultural, las diversiones que marginan a Dios del trato personal.
El creyente convencido tiene que enfrentarse al ambiente cultural adverso, inmerso en crisis de valores y que repercute en la situación sicológica y social. En plan ideológico, predominan los criterios de algunas filosofías que impregnan la mentalidad actual. Conviene insistir para la praxis cristiana, en el subjetivismo de la ética de situación. Mayor oposición encuentra para tratar bien a Dios la mentalidad moderna y, mucho más, la posmoderna en su oposición hostil a la religiosidad. Es ahí donde anidan los criterios del ateísmo que van impregnado el ambiente de la calle con sus diversas modalidades y razones para rechazar a Dios.
Sin llegar a la ruptura total con Dios, el secularismo se independiza del Tú divino. Aunque no lo niegue; proclama una autonomía exaltada para el hombre con el propósito de una religión en el mundo al margen de la fe cristiana, que sea desacralizada y sin la esperanza cristiana. Siempre será un factor decisivo que explique la indiferencia ante Dios.
Con su ambigüedad típica, se mueve el sincretismo de la “Nueva era”, polarizada en la religiosidad matriarcal y panteísta. Y muy cercano a la Nueva Era, postulan los Nuevos movimientos religiosos la valoración de lo sagrado pero sin Dios. Con toda claridad afirman que el tú sagrado se encuentra en el yo humano y que en la vida civil encontramos una “religión especial” con sus manifestaciones religiosas.
Ante el panorama resumido, en el que aparecen señales de religiosidad, se hace muy difícil el retorno a lo esencial cristiano que se manifiesta, entre otros rasgos, en el trato directo, amistoso con el Dios personal tal y como postulan las religiones monoteístas. Sin embargo, ellos los de la NE y los de los NMR anuncian el retorno de lo religioso para un mundo feliz ofreciendo todo un supermercado de ideas y religiones. Pero en el fondo, el protagonista es el yo humano divinizado y el Tú divino es un tú impersonal.
El motor para vivir con esperanza y alegría Para fortalecer el buen trato dado a los que amamos, está la energía experimentada que da sentido a la vida y hasta alegría en las tareas. Tal fuerza o energía surge por los vínculos de sangre (¡es mi hijo!), de la amistad (¡se trata de un amigo de la infancia!) o como expresión de la gozosa profesión que realizamos (¡me alegra ejercer mi profesión y servir al prójimo!). Pero en ocasiones, el motor es alimentado con motivaciones egoístas, de poder, posesión o de odio interpersonal. También quizás sea para obtener algún beneficio, quizás para conseguir algún favor en el futuro o quizás por el miedo a la represalia o venganza.
Bien formados e informados, el buen trato dado a Dios tiene como gran fundamento la dignidad de Dios como Creador, Señor, Padre y Salvador, el valor máximo y Tú absoluto que influye en nuestra vida. Entre las motivaciones destacan los datos bíblicos sobre el amor y la misericordia de Dios y la experiencia íntima de sentirnos amados por el Tú Absoluto. Para el cristiano, la vida y doctrina de Jesús son como una fuente de motivaciones para tratar a Dios, Amor de padre-madre, con el amor nuestro. La religión del amor que el Maestro presentó, ha sido la fuerte motivación para muchos a la hora de tratar bien a Dios y a los hermanos. De hecho, en la historia, muchos han vivido como amigos de Dios.
Con recursos humanos y espirituales La persona que trata bien, con amabilidad, suele ser de un temperamento de por sí bondadoso, tranquilo, humilde, pacífico e inclinado a la compresión y paciencia. A este don de la naturaleza puede añadirse un ambiente familiar agradable en los años de la infancia y una formación en “los buenos modales”. Como creyente cristiano, mucho le habrá ayudado una formación centrada más en el amor y en la responsabilidad que en el miedo y en temor al infierno.
Entre los recursos que influyen para tratar bien a Dios, destaca la oración porque es el corazón de la religiosidad, está presente en todas las religiones y se convierte en el encuentro gozoso de amigos. Y es que el orante se comunica directamente con Dios y dialoga con el Tú trascendente. No hay que ocultar que la comunicación amistosa con Dios pide unas motivaciones y modos adecuados, encuentra dificultades y obstáculos y exige un aprendizaje que pueden superarse, por ejemplo, con la lectura de los salmos. También ayudan los criterios del Catecismo, la lectura del Evangelio, la oración interpretada como el tratar de amistad con Dios que nos ama, la frecuencia de los sacramentos, especialmente el de la bondad, el de la penitencia.
Hay que reconocer que cada religión, junto a la oración, presenta su camino y modalidades para tratar bien a Dios: Jesús y el Reino en el cristianismo, la Iglesia comunidad en el catolicismo, la vía mística en la Iglesia ortodoxa y la Palabra de Dios en las Iglesias reformadas (Protestantismo). Para tratar bien a Dios en otras religiones, habrá que acudir: en el Judaísmo, a la Alianza y a los salmos; a la fe radical en el Islam, al amor y la liberación en el Hinduismo, a la Presencia de Dios en el Animismo. El Budismo, sea o no religión, presenta para llegar al Nirvana la sabiduría mezclada con la ascesis.
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