¿Qué lectura cristiana admite la incoherencia?

La persona que puede superar los obstáculos pero se rinde ante las alternativas fáciles, la que no pone el esfuerzo razonable y tira la toalla, merece el calificativo de incoherente. Algo parecido sucede con el cristiano que tiene que elegir entre la carne o el espíritu pero sucumbe a la tentación, es también un incoherente, comete un pecado. Para la doctrina cristiana, el binomio alternativa-incoherencia tiene como respuesta los temas de la tentación y del pecado

El binomio alternativas-tentación
Imposible una vida donde no se den alternativas, dos o más posibilidades para alcanzar la meta propuesta. Una posibilidad más fácil y la otra más difícil. Quien opta por la segunda es la persona coherente ante los obstáculos; quien elige la más fácil, la que retrasa o impide el objetivo trazado, es un incoherente que se ha rendido ante la dificultad, “ha tirado la toalla”.
Vencer o caer en la tentación es la respuesta de la doctrina cristiana al tema de las alternativas. Efectivamente, en la vida del cristiano se dan varias opciones entre los enemigos del hombre con la respuesta de fidelidad a Dios o de infidelidad a la voluntad divina. Por ello el Padre nuestro dice “no nos dejes caer en la tentación” (Mt 6,13)

Lo positivo de la tentación
Conviene enfocar la tentación no como la ocasión para pecar o no pecar. Más bien, es como un cruce de caminos con varias direcciones: una indica la fidelidad o coherencia a nuestras convicciones; la otra alerta del peligro que existe para la vida cristiana. Por lo tanto, deberíamos contemplar la tentación no como la ocasión para evitar el mal, el pecado, sino como el momento para probar la fidelidad a Dios y la fortaleza de las convicciones cristianas.
En el proceso tentador se declara una lucha en la conciencia de la persona que tiene que elegir entre el espíritu o la carne, los enemigos del hombre o la voluntad de Dios, entre el bien o el mal. En la ocasión para pecar, se da la posibilidad inmediata del "no" o del “sí” a Dios. En plan positivo, la tentación hay que enfocarla como la ocasión propicia para reafirmar los valores y convicciones cristianas. Más en concreto, en la tentación el cristiano está llamado a decir SI al amor de Dios, a demostrar la firmeza de su fe, el peso de su amor, la calidad de su y la fidelidad a la vocación.

Incoherencia-pecado
La persona que actúa contra sus convicciones cae en la incoherencia; el cristiano que sucumbe en la tentación comete una ofensa contra Dios o contra el prójimo, (un pecado), con sus consecuencias temporales y escatológicas.
Aunque no se utilice la palabra “pecado”, existe siempre en este concepto una realidad negativa que contiene un núcleo humano común para toda persona sea cual fuere su cultura, ideología política o credo religioso y que puede denominarse injusticia, opción incoherente o respuesta inhumana. De aquí que una definición del pecado según el Catecismo de la Iglesia sea: «una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta» (n.1849). Tal incoherencia se encuentra en los pecados capitales, auténticos “virus” que atacan a la personalidad y a la vida cristiana.

El pecado, respuesta negativa ante las dificultades
Cuando la libertad sucumbe ante los obstáculos contrarios a la voluntad de Dios surge el pecado y cuando el cristiano “cae en la tentación”, las dificultades se convierten en ofensas contra Dios, el prójimo o contra la misma persona. En el pecado se da la victoria del mal sobre el bien, del egoísmo sobre el amor, de la falsedad sobre la verdad, de la injusticia sobre el respeto.

Una ofensa contra Dios
Desde la fe está claro que el pecado es una ofensa contra el amor de Dios. Según el Catecismo de la Iglesia: pecar es... “faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso (desordenado) a ciertos bienes» (CIC 1849). «El pecado es una ofensa a Dios: “contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal 51,6).
La Palabra de Dios destaca otros aspectos del pecado al que considera una ingratitud y hasta una blasfemia; la ingratitud del hijo con el padre amantísimo () o con quien le ama con amor de madre (Is 3; Éx 22,27; Is 64,7 y 48,15); el abandono de Dios y la entrega otros dioses. Israel abandona a Dios se entrega a otros dioses (Is 59,2; Jer 2,11s); la rebeldía y la desobediencia: porque «quisieron ser como dioses que conocen el bien y el mal» (Gén 3,5). Lo que sí se da expresamente en el pecado es la desobediencia a un mandato expreso (Gén 3,3-5).

Cuanto ofende al prójimo, ofende a Dios
Según Pablo, el Reino de Dios no es para quienes merecen el calificativo de injustos (1 Cor 6,9; cf. Gál 5,19-21). Jesús enseñó en una parábola: “entonces dirá también a los de su izquierda: apartaos de mí, malditos...Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y beber; forastero, desnudo, enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis." En este pasaje, Jesús denuncia la gravedad del pecado contra el prójimo con el cual Dios está identificado (Mt 25,31-45).
En otros pasajes del Nuevo Testamento se condena la insensibilidad ante el necesitado: “si alguno que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad (1Jn 3,17-18 y cf Lc 16,19-21: el rico epulón). Siempre rige la Ley suprema: amarás a tu prójimo como a ti mismo,

Pecados que excluyen del reino de Dios.
Escribe San Pablo “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1Cor 6,9). . Y Jesús, que predicó la verdad y la justicia del reino de Dios, denunció pecados contra el Reino de Dios como la hipocresía, la conciencia deformada y toda injusticia; la hipocresía como máscara religiosa; la injusticia de los que acusaban a la adúltera. También rechaza el libertinaje de quien niega a Dios. Intolerancia y hedonismo; el materialismo hedonista del rico satisfecho: “diré a mi alma: alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea."Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?". Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios» (Lc 12,19-21)
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