La pirámide. Valores más experiencias, igual a raíces fuertes y profundas
Sí, los valores de cualquier clase, más las experiencias históricas, igual a las raíces humanas. Lo que equivale a decir: las raíces humanas son el resultado de valores más experiencias. Y es fácil comprobar: en cada época imperan determinados valores que, unidos a las experiencias de vida, generan las raíces, sostienen las tareas, dinamizan los compromisos y las relaciones de las personas. Y si preguntamos a quienes fueron educados en los años 40 y 50, expondrán unos valores y unas raíces muy diferentes a las que vivieron los niños y jóvenes de la década de los 70 y 80. Ahora bien, unos y otros coinciden en las dimensiones básicas de la vida representada como una pirámide: el bienestar individual y el comunitario, como primera planta; la trascendencia espiritual como segunda; la adhesión a un Absoluto-Dios, la tercera. Y como cuarta y última, la fe cristiana concretada en alguna de sus confesiones.
Conviene observar también que en toda persona adulta influyen los valores, las normativas de conducta, su historia con las experiencias positivas y negativas y la cultura con el influjo ideológico. Y surge el problema a la hora de la estructuración (ordenación, intensidad y permanencia) de tales valores, experiencias y cultura que integran las raíces de la personalidad. ¿Qué orden de preferencia otorgar? ¿Quién está en el centro y quién en la periferia? ¿Cuáles son los valores-raíces permanentes y cuáles ocasionales? ¿Qué raíz es la más fuerte y dominante? ¿Cuál es la más profunda y la más superficial? ¿Qué influencia positiva o negativa ejerció la historia como conjunto de experiencias del individuo en el pasado, y la cultura como peso ideológico en el presente?
Raíces fuertes: la pirámide y el círculo
En el árbol, las raíces sostienen y alimentan al tronco, a las ramas y a los frutos. En la persona, los valores, principios y experiencias, las raíces, fundamentan la conducta como factor decisivo de las tareas, relaciones y compromisos. Tanto en los árboles como en las personas, su madurez depende de unas raíces fuertes y profundas. En plan de metáfora matemática: las raíces vienen a ser una suma de valores, de experiencias y de otros factores culturales y psicológicos.
La pirámide para representar la importancia de las raíces.
Si imaginamos una hipotética y gran pirámide, asignamos la planta más grande a las raíces humanas o antropológicas con sus correspondientes valores y experiencias. De menores dimensiones será la segunda planta que corresponde al impulso de trascendencia con los frutos de espiritualidad. En la tercera planta está situado el sentimiento religioso del que surgen las religiones con sus valores, historia y experiencias. Y por último, en la cuarta planta encontramos la fe en Cristo presente en múltiples confesiones cristianas con sus múltiples valores y experiencias.
El círculo vacío, otra representación gráfica.
Imaginemos un círculo vacío y coloquemos en el centro la raíz más profunda, la del YO que busca su realización. A la derecha y a la izquierda del Yo contemplamos raíces que representan las relaciones de la persona con diferentes TÚ humanos: el familiar, profesional, sociopolítico y el de amistad. Son otras tantas raíces con mayor o menor influjo en el individuo. Del YO hacia arriba, arrancan varias raíces concatenadas: es el impulso de trascendencia, raíz para cuantos tienen inquietudes espirituales, el impulso religioso, la fe en general y la aceptación de Jesucristo en particular que conduce a Dios Padre, a la comunidad Iglesia y al futuro con la esperanza en el más allá de la muerte.
Valores profundos
La persona adulta elige entre las cosas, tareas, personas y relaciones, aquéllas que considera más importantes, más significativas y que dan mayor sentido a su vida. Son los valores que giran en torno a la realización individual, al bienestar de la comunidad a la que se pertenece, sea la familia, la ciudad, la Patria, el partido político o el mundo humanizado. La misma persona como creyente, acepta la fe como el gran valor-tesoro que abre las puertas a Cristo a quien sigue, y a su Mensaje en el que colabora; a Dios Creador y Señor a quien ama, a la Iglesia como miembro y a la vida eterna a la que espera llegar.
Ahora bien, la historia aparece como la lucha por la conquista o la defensa de unos determinados valores de poder, honor o riquezas. ¿Qué obra artística, literaria, arquitectónica o pictórica, no expresa lo mucho que el autor quiso como lo más grande, lo mejor de la historia? En definitiva, la filosofía expone lo que para un determinado pensador o escuela filosófica son valores que dan sentido a los hombres. Si asistimos a una película, leemos una novela, vemos una determinado programa en la televisión, dirigimos el ordenador a una determinada página wed, en el fondo lo que nos mueve es un interés que esconde un valor muy concreto. Sí, el mundo con su historia y cultura viene a ser como un gran mercado donde se exponen, venden y compran cuanto interesa a cada persona. El mundo del pasado y mucho más el actual da la impresión de ser una “feria” de valores.
¿Cuándo los valores son profundos? Cuando son interiorizados con plena libertad, sin coacción y sin contravalores que siembren dudas, inseguridad y hasta el rechazo total.
Experiencias positivas
Los valores son moldeados por las circunstancias históricas que favorecen o no a las raíces. Son los sucesos que para cada persona son positivos o negativos. Cuando un valor conecta con la historia surge la experiencia. En ella se da la apertura y contacto entre el yo con algún no-yo objetivo que nos ayuda a situarnos en el mundo. En este contacto se da un conocimiento inmediato y no recibido, fruto de una impresión y no de los conceptos. Es un conocimiento adquirido en la vida y no mediante el discurso; vivenciando y no recibido de la autoridad o de la tradición. La experiencia llega a su grado mayor cuando se realiza el encuentro interiorizado con un algo-o-tú que trasciende al yo y que se presenta o conecta con algún valor de la persona. En ocasiones la experiencia como encuentro se convierte en una relación profunda que hace vibrar a toda la persona con su mentalidad y sentimientos.
Para evaluar la profundidad de los valores y la fuerza de las raíces es preciso tener presente el influjo del contexto histórico-cultural. Y sobre todo, la historia de la persona con las experiencias positivas y negativas. Así se explicará por qué muchos valores y muchas raíces fuertes y profundas en una época perdieron vigor o desaparecieron posteriormente sustituidas por experiencias negativas. Es el caso frecuente de quien en un tiempo participaba en la misa como católico practicante y posteriormente abandonó toda manifestación de fe. Otra situación la ofrece la persona casada, fiel en los primeros años pero luego infiel por la presión de nuevas relaciones extra conyugales.
LOS PRÓXIMOS ARTÍCULOS expondrán en orden ascendente las raíces humanas-antropológicas y las siguientes.
Conviene observar también que en toda persona adulta influyen los valores, las normativas de conducta, su historia con las experiencias positivas y negativas y la cultura con el influjo ideológico. Y surge el problema a la hora de la estructuración (ordenación, intensidad y permanencia) de tales valores, experiencias y cultura que integran las raíces de la personalidad. ¿Qué orden de preferencia otorgar? ¿Quién está en el centro y quién en la periferia? ¿Cuáles son los valores-raíces permanentes y cuáles ocasionales? ¿Qué raíz es la más fuerte y dominante? ¿Cuál es la más profunda y la más superficial? ¿Qué influencia positiva o negativa ejerció la historia como conjunto de experiencias del individuo en el pasado, y la cultura como peso ideológico en el presente?
Raíces fuertes: la pirámide y el círculo
En el árbol, las raíces sostienen y alimentan al tronco, a las ramas y a los frutos. En la persona, los valores, principios y experiencias, las raíces, fundamentan la conducta como factor decisivo de las tareas, relaciones y compromisos. Tanto en los árboles como en las personas, su madurez depende de unas raíces fuertes y profundas. En plan de metáfora matemática: las raíces vienen a ser una suma de valores, de experiencias y de otros factores culturales y psicológicos.
La pirámide para representar la importancia de las raíces.
Si imaginamos una hipotética y gran pirámide, asignamos la planta más grande a las raíces humanas o antropológicas con sus correspondientes valores y experiencias. De menores dimensiones será la segunda planta que corresponde al impulso de trascendencia con los frutos de espiritualidad. En la tercera planta está situado el sentimiento religioso del que surgen las religiones con sus valores, historia y experiencias. Y por último, en la cuarta planta encontramos la fe en Cristo presente en múltiples confesiones cristianas con sus múltiples valores y experiencias.
El círculo vacío, otra representación gráfica.
Imaginemos un círculo vacío y coloquemos en el centro la raíz más profunda, la del YO que busca su realización. A la derecha y a la izquierda del Yo contemplamos raíces que representan las relaciones de la persona con diferentes TÚ humanos: el familiar, profesional, sociopolítico y el de amistad. Son otras tantas raíces con mayor o menor influjo en el individuo. Del YO hacia arriba, arrancan varias raíces concatenadas: es el impulso de trascendencia, raíz para cuantos tienen inquietudes espirituales, el impulso religioso, la fe en general y la aceptación de Jesucristo en particular que conduce a Dios Padre, a la comunidad Iglesia y al futuro con la esperanza en el más allá de la muerte.
Valores profundos
La persona adulta elige entre las cosas, tareas, personas y relaciones, aquéllas que considera más importantes, más significativas y que dan mayor sentido a su vida. Son los valores que giran en torno a la realización individual, al bienestar de la comunidad a la que se pertenece, sea la familia, la ciudad, la Patria, el partido político o el mundo humanizado. La misma persona como creyente, acepta la fe como el gran valor-tesoro que abre las puertas a Cristo a quien sigue, y a su Mensaje en el que colabora; a Dios Creador y Señor a quien ama, a la Iglesia como miembro y a la vida eterna a la que espera llegar.
Ahora bien, la historia aparece como la lucha por la conquista o la defensa de unos determinados valores de poder, honor o riquezas. ¿Qué obra artística, literaria, arquitectónica o pictórica, no expresa lo mucho que el autor quiso como lo más grande, lo mejor de la historia? En definitiva, la filosofía expone lo que para un determinado pensador o escuela filosófica son valores que dan sentido a los hombres. Si asistimos a una película, leemos una novela, vemos una determinado programa en la televisión, dirigimos el ordenador a una determinada página wed, en el fondo lo que nos mueve es un interés que esconde un valor muy concreto. Sí, el mundo con su historia y cultura viene a ser como un gran mercado donde se exponen, venden y compran cuanto interesa a cada persona. El mundo del pasado y mucho más el actual da la impresión de ser una “feria” de valores.
¿Cuándo los valores son profundos? Cuando son interiorizados con plena libertad, sin coacción y sin contravalores que siembren dudas, inseguridad y hasta el rechazo total.
Experiencias positivas
Los valores son moldeados por las circunstancias históricas que favorecen o no a las raíces. Son los sucesos que para cada persona son positivos o negativos. Cuando un valor conecta con la historia surge la experiencia. En ella se da la apertura y contacto entre el yo con algún no-yo objetivo que nos ayuda a situarnos en el mundo. En este contacto se da un conocimiento inmediato y no recibido, fruto de una impresión y no de los conceptos. Es un conocimiento adquirido en la vida y no mediante el discurso; vivenciando y no recibido de la autoridad o de la tradición. La experiencia llega a su grado mayor cuando se realiza el encuentro interiorizado con un algo-o-tú que trasciende al yo y que se presenta o conecta con algún valor de la persona. En ocasiones la experiencia como encuentro se convierte en una relación profunda que hace vibrar a toda la persona con su mentalidad y sentimientos.
Para evaluar la profundidad de los valores y la fuerza de las raíces es preciso tener presente el influjo del contexto histórico-cultural. Y sobre todo, la historia de la persona con las experiencias positivas y negativas. Así se explicará por qué muchos valores y muchas raíces fuertes y profundas en una época perdieron vigor o desaparecieron posteriormente sustituidas por experiencias negativas. Es el caso frecuente de quien en un tiempo participaba en la misa como católico practicante y posteriormente abandonó toda manifestación de fe. Otra situación la ofrece la persona casada, fiel en los primeros años pero luego infiel por la presión de nuevas relaciones extra conyugales.
LOS PRÓXIMOS ARTÍCULOS expondrán en orden ascendente las raíces humanas-antropológicas y las siguientes.