¿Son practicables las reglas del diálogo?

La verdad admite varias dimensiones: la individual, de quien transmite fielmente su interior a los demás; la interpersonal de quienes buscan y comparten lo que es objetivo, y la comunitaria de todos aquellos que aciertan a comunicar a otras personas de manera más o menos correcta el mensaje verdadero. En cualquier tipo de convivencia se impone la necesidad de compartir la verdad mediante el diálogo. Ahora bien, dialogar pide determinadas reglas. ¿Son practicables las normas para el diálogo? ¿No pasa de ser el diálogo una utopía?


El diálogo, búsqueda compartida de la verdad La opción corresponsable por la verdad se manifiesta en la búsqueda compartida y en la comunicación mutua de la verdad que se obtiene en el diálogo. Uno de los secretos de la realización personal y de la convivencia social pacífica radica en saber dialogar o compartir respetuosa y comprensivamente la verdad: “El diálogo, basado en sólidas leyes morales, facilita la solución de los conflictos y favorece el respeto de la vida, de toda vida humana. Por ello, el recurso a las armas para dirimir las controversias representa siempre una derrota de la razón y de la humanidad ” (Juan Pablo II).

Rasgos del diálogo Requiere estas normas o exigencias:
-respeto por la verdad ajena;
-serenidad en la búsqueda de la verdad total. Los prejuicios, la pasión y los nervios pueden cerrar la ventana por donde entran los rayos del sol-verdad;
-unidad dentro del pluralismo: hay que salvar la verdad fundamental -unidad- y admitir la posibilidad de otras interpretaciones que tienen la verdad. Dinámica a seguir: reconocer lo bueno del otro y admitir con prontitud los propios errores;
-insistencia en lo que une y no subrayar lo que desune. Más que oponer verdades parciales habrá que mirar a la verdad total partiendo de los criterios en los que se está de acuerdo. He aquí una buena consigna: buscar la unidad en lo fundamental, respetar la libertad ajena en lo dudoso y amar siempre a todos;
-sin coacciones. Ante la verdad hay que presentarse sin presionar ni mucho menos chantajear al interlocutor. La verdad no debe esclavizar a quien habla ni a quien escucha. El diálogo es incompatible con el autoritarismo y se facilita con la actitud amistosa;
-confianza por la sinceridad. La relación de diálogo se acelera cuando existe el voto de confianza a la sinceridad del otro. A mayor confianza y sinceridad, mayores posibilidades de encontrar juntos la verdad;
-flexibilidad y comprensión. La verdad como objetivo a conseguir se facilita con la flexibilidad que empuja a ver y valorar la realidad desde la mentalidad ajena, desde las razones del otro. La actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro y no querer imponer “mi” opinión a su conducta;
-claridad en la expresión. Las verdades oscuras o mal expresadas son difíciles de unirse. Urge la claridad en las expresiones para que el otro entienda lo que se desea transmitir;
-humildad ante la mayor verdad del interlocutor o ante la posible “derrota dialéctica”. Nobleza al reconocer que el otro lleva la razón y yo estoy equivocado. Y recordar que la ira y el orgullo apagan “la vela” que ilumina el diálogo, son el terremoto que destruye los cimientos de la verdad;
-atención y silencio. Saber escuchar con atención, que es lo contrario de los monólogos irritantes o el diálogo entre sordos;
-capacidad para cambiar. Acudir al diálogo sin prejuicios ni decisiones “irrevocables”. Ante una concepción del diálogo como combate donde uno tiene que vencer, está el encuentro amistoso que puede hacer cambiar de opinión;
-encuentro interpersonal: el otro no es un enemigo, sino un “tú” que también busca la verdad, una persona que también posee su verdad. Por el encuentro se crea el “nosotros” como relación amistosa que serena los ánimos, facilita la comunicación al establecer un puente de unión ente las dos personas o grupos dialogantes;
-atención al bien común. Acercarse al diálogo como un instrumento que servirá a la comunidad. La mutua verdad y corresponsabilidad son los mejores servicios al bien común.

En resumen: proponemos como reglas del diálogo la sinceridad en las palabras, serenidad en el ánimo, actitud abierta para aceptar verdades diferentes, respeto por la libertad ajena, claridad en las expresiones, saber escuchar con silencio, y la supresión de prejuicios y paradigmas fijos que imposibilitan el cambio de opinión. Como gran complemento: buscar la unidad en los fundamental, respetar la libertad en lo dudoso y amar siempre y en todo a todos.

La comunicación, vivencia comunitaria de la verdad
La dimensión comunitaria de la verdad está presente en la comunicación que facilita la capacidad personal de contactar y de ser aceptado por el otro como tú individual o colectivo. El comunicador acierta a transmitir de tal modo sus criterios, emociones y mensajes que son bien aceptados por el receptor.

También es la comunicación, el puente que une al emisor con el receptor; una clave de la vida social pues para que existe vida comunitaria es preciso la comunicación entre sus miembros. La comunidad se construye con el dar y recibir de sus miembros. La abundancia, rapidez y calidad de las comunicaciones que personalizan a los miembros es uno de los rasgos de una sociedad madura.

Dificultades.
Comunicarse con verdad no siempre es fácil debido a la ignoracia, la opresión, la manipulación, el miedo, el engaño, las actitudes radicalizadas, los conflictos, la mentira o las medias verdades, etc.

Rasgos y condiciones
Una comunicación que personaliza (según verdad) abre horizontes, afina la sensibilidad, estimula, divierte, motiva a la voluntad para ser fiel al proyecto de vida, une a los componentes del grupo y vigoriza sus relaciones. Pero la comunicación debe ser:
clara, transparente, sin ambigüedades, despojada de presiones “politiqueras” que ocultan la verdad;
sincera: todos los del grupo están convencidos de que quien comunica, expresa lo que juzga verdad;
respetuosa ante la libertad e intereses ajenos. Lejos toda manipulación o imposición o relativismo: “en la concepción relativista, dialogar significa colocar la propia fe al mismo nivel que las convicciones de los otros, sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de los demás.” (Benedicto XVI);
comprensiva y con receptividad crítica. Facilidad para ver el punto de vista del otro, apertura para enriquecerse con lo que se recibe. Pero a la vez exige una actitud crítica, de discernimiento, para comparar la verdad del que comunica con la mía personal;
confiada: se supone la buena voluntad del otro para comunicar la verdad con sinceridad. Actitud opuesta al prejuicio, que juzga de antemano y cierra la receptividad.
Volver arriba