Investigación, el “derecho a no emigrar”
En cuanto a la investigación, subrayó la importancia de seguir estudiando el llamado "derecho a no emigrar", las causas de los flujos migratorios y las formas de violencia que impulsan a las personas a marcharse a otros países. Entre estas últimas destacó no sólo los conflictos, sino también los abusos que se realizan al planeta, como la contaminación y la sobreexplotación de sus recursos, que vuelven inhabitables las tierras. El mundo académico, en particular el católico, -dijo- está llamado a desempeñar un papel de liderazgo para dar respuestas a los desafíos ecológicos.
Enseñanza, prioridad a los más vulnerables
Según el Papa, “queda mucho por hacer”, si bien se ha hecho mucho, en el ámbito de la enseñanza. Es importante seguir dando prioridad a los más vulnerables con cursos que satisfagan sus necesidades, también a distancia, y con la concesión de becas. Además, aprovechando la red académica internacional, el Pontífice destacó que las universidades “pueden facilitar el reconocimiento de títulos y competencias profesionales de los migrantes y refugiados”, en beneficio también de las sociedades de acogida.
Porque “las escuelas y universidades son espacios privilegiados no sólo para la enseñanza, sino también para el encuentro y la integración”, resulta también necesario, a fin de responder adecuadamente a los nuevos desafíos de la migración, una formación “específica y profesional de los operadores y profesores que trabajan con los migrantes y refugiados”. Por ello “las universidades católicas están llamadas a formar a sus estudiantes, que mañana serán administradores, empresarios y creadores de cultura, en una lectura atenta del fenómeno migratorio, en una perspectiva de justicia global y de corresponsabilidad y comunión en la diversidad”.
Promoción social y sociedad intercultural
En relación a la promoción social, Francisco observó que la universidad, que interactúa con el contexto social en el que opera, “puede contribuir a identificar y sentar las bases para construir una sociedad intercultural, en la que las diversidades étnicas, lingüísticas y religiosas se consideren una ventaja y no un obstáculo para el futuro común”. Contando también con que “son un escenario privilegiado para promover el voluntariado entre los jóvenes en favor de los refugiados, solicitantes de asilo y migrantes vulnerables”.
La historia –recordó Francisco– nos enseña que la aportación de los migrantes y refugiados ha sido fundamental para el crecimiento social y económico de nuestras sociedades. Y la aportación de los migrantes “podría ser mucho mayor si se valorara y se apoyara mediante programas específicos”.
Como en el inicio de su discurso, también en el final el Pontífice subrayó las “coordenadas” que deben guiar la investigación, la enseñanza y la promoción social de los migrantes y refugiados: los verbos acoger, proteger o acompañar, promover e integrar. “Todas las instituciones educativas -afirmó- están llamadas a ser lugares de acogida, de protección o acompañamiento, de promoción e integración para todos, sin excluir a nadie”.