Campaña contra el Hambre de Manos Unidas 2024: una misionera ecuatoriana en Turkana (Kenia) María Soledad Villigua: "Cuando hemos dicho 'Ayúdennos, los niños mueren de hambre', Manos Unidas ha estado ahí"
"El pueblo keniano es bastante machista. Para ellos, el que tiene la iniciativa de llevar adelante una construcción, un proyecto, cualquier cosa, es el hombre. La mujer está relegada a obedecer, a procrear"
"La niña, en cuanto tenga su primera menstruación (12, 13 años) ya es entregada al hombre que ha pagado su dote. Más que hablar de un matrimonio es un trueque, una transacción"
María Soledad Villigua Arteaga es misionera social de la Iglesia. Ecuatoriana, vive desde hace unos años en Turkana, en el desierto keniano. Desde ahí, trabaja para mejorar la vida de las comunidades seminómadas, en lucha por la búsqueda de agua y la mejora de las condiciones de la mujer. Con la ayuda de Manos Unidas, la ONGD de la Iglesia, que la ha elegido como una de las 'embajadoras' de su Campaña contra el Hambre. Hablamos con ella desde la sede de la organización.
Misionera social de la Iglesia, ¿qué es esa congregación?
Es una congregación que como su nombre lo dice, tiene que ver mucho con la parte misionera, pero también con la realidad social que sucede en el mundo entero. Somos una congregación nacida después del Concilio Vaticano II, donde nació todo esto, el boom de las misiones, de donde todos nos teníamos que salir al encuentro del otro. Nos fundó un sacerdote español, el padre Julián Lorente Lozano, quien dentro de nuestro carisma y sobre todo con todo lo que él aspiraba que hagamos como congregación, nos pone este nombre, que resulta un poquito largo, pero que si vamos viendo palabra por palabra, tiene mucho sentido.
¿Qué sentido tiene? ¿Misionero? Misioneras enviadas, donde el Señor te envía, ¿no?
Tienes que ser esta persona. Jesús nos indicó que teníamos que ir a los lugares donde sobre todo no hubieran sacerdotes, donde la gente estaba sola, como cuando Jesús iba a diferentes poblados porque decía, están como ovejas sin pastor. Justamente en eso se enfoca lo que es la parte de misioneras.
La parte social...
...que tenemos que estar muy de cerca. Con la realidad que va pasando en los pueblos. Las necesidades, los sufrimientos, las alegrías de las personas que comparten con nosotros.
Y de la iglesia
Siempre bajo este techo o este amparo de lo que somos, ¿no? Parte de la iglesia. Ese es nuestro nombre.
Eres ecuatoriana, pero vives en otro continente radicalmente distinto, en Kenia.
Tenemos algo que nos une y es la línea ecuatoriana, aunque el clima no es parecido. Nosotros estamos en Turkana, en el desierto de Turkana que está al norte de Kenia. Y lo convierte, o mejor dicho, es un desierto. Un desierto que no goza las mismas ventajas que puede encontrar un país como el nuestro, que tiene una diversidad, que tiene lluvia, que tiene vegetación. El lugar donde nosotros estamos en nuestra misión es un lugar bastante fuerte, bastante duro, bastante limitado.
¿Qué es Turkana?
Turkana es una tribu que nace en el desierto, que se deica al pastoreo, y en parte también a la pesca, pues están rodeados por el lago Turkana. Pero en sí el nombre, pues... radica en todo el pueblo que lo rodea ahí, ¿no? Toma este nombre de Turkana.
Vienes a Madrid para amadrinar la campaña de Manos Unidas. El efecto ser humano, la única especie capaz de cambiar el planeta. ¿Lo has comprobado en tus carnes? Ese efecto, para bien y para mal.
Bueno, yo tengo poco tiempo en Turkana. Pero sí puedo ver cómo... en este lugar que se puede decir que es tan alejado de donde yo pasaba en Ecuador, pero puedo ver cómo este continente o este pedacito de continente africano sufre tanto este efecto, que se puede decir para mal, ¿no? Se puede decir para mal, porque es un lugar bastante seco, no hay agua, y la poca agua que hay es la que se logra obtener por medio de la perforación de pozos. Y eso provoca que la vida sea más dura, que no la estén pasando nada bien nuestros hermanos turcanos. Al no haber agua, no hay cultivos, no hay vegetación,, los pocos animales que crían, que son las cabras, pues resulta bastante difícil para ellos cómo sustentar, cómo sostenerlas. Y esto provoca una serie de consecuencias, tales como que el pastor, al no haber en su asentamiento agua, no haber lluvia, no haber vegetación, provoca que sean seminómadas. Por eso los turcanos son seminómadas. Están asentados en un lugar, ya no tienen el agua, no tienen la vegetación necesaria para sus animales, y salen con su familia a buscar un lugar mejor.
Pero a veces esto resulta bastante complicado, porque no es fácil, ¿no?
Todo el territorio es verdaderamente seco. O a veces solamente se va el padre de familia, se va con las ovejas, con las cabras, y se queda solo la madre, que es la que tiene que debatirse con los hijos, porque las familias son bastante grandes allá. Las mujeres tienen seis, siete, ocho hijos, y eso implica una mayor responsabilidad, un mayor trabajo. Porque la mujer es la que básicamente tiene que cargar con toda la responsabilidad de la alimentación de sus hijos, una tarea bastante difícil para ellos, llegando un momento que a veces no tienen que comer. Hay familias que pueden comer en la semana, tal vez, dos o tres veces, no más, porque no tienen los recursos para poder comprar los alimentos, básicamente maiz y frijol, que cocinan muy poco y se comen casi crudo, para que les dure un poco más en el estómago y no sentir hambre tan rápidamente.
Al ser tribu seminómadas, ¿cómo es vuestro trabajo con ellas? Porque entiendo que será más con la mujer y con los hijos que se quedan, pero también que varía distinto a si estuvieras en una población donde no se mueve nadie.
Tenemos justamente esos dos escenarios. Un escenario donde ya hemos logrado, con la ayuda de mucha gente de buen corazón, perforar los pozos, conseguimos que las familias se asienten. Con esas familias podemos trabajar un poco mejor, porque aunque se vaya el marido con las cabras, la mujer queda con el agua un poco más cerca. Dentro de nuestro trabajo hay una parte de asistencia social, en cooperación con otras entidades, tenemos a nuestro cargo 11 centros nutricionales donde damos de comer a 2200 niños de lunes a sábado. Y eso nos provoca que también hagamos un trabajo con ellos, porque no se trata solo de alimentar el cuerpo, sino también de educación. A estos niños de 0 a 4 años les damos ya la formación pre-primaria, preparándolos para continuar con su educación primaria y secundaria. Gracias a los centros nutricionales, el Gobierno se animó a la construcción de escuelas de Primaria y Secundaria.
Hay un pequeño recorrido que permite que el niño de 4 años pueda entrar en la escuela y no esté condenado a no tener educación..
Exactamente, eso ayuda, aunque hay mucha división también. En la tribu turkana, el niño tiene más oportunidad por ser varón. La niña simplemente termina con nosotros los 4 años que está en la pre-primaria, porque todavía es una niña, pero lo más seguro es que ya esté destinada "para lo que están creadas", que es simplemente ser entregadas, cambiadas o vendidas, como se le quiera decir, a la persona que pueda dar más cabras por ella.
¿Hay matrimonios muy jóvenes?
La niña, en cuanto tenga su primera menstruación (12, 13 años) ya es entregada al hombre que ha pagado su dote. Más que hablar de un matrimonio es un trueque, una transacción.
👏¡Comenzamos nuestra #ruedadeprensa sobre la campaña #EfectoSerHumano! pic.twitter.com/gSvoIv9u1B
— Manos Unidas ONGD (@ManosUnidasONGD) February 6, 2024
Vosotras al ser hermanas, al ser mujeres, ¿cómo os acoge la comunidad? ¿Hay dificultades? ¿Hay también ese machismo que se ve?
Sí, claro que sí. El pueblo keniano es bastante machista. Para ellos, el que tiene la iniciativa de llevar adelante una construcción, un proyecto, cualquier cosa, es el hombre. La mujer está relegada a obedecer, a procrear. Al ser nosotras religiosas, estamos al frente de todos esos proyectos, y queremos que ellos participen con nosotros, pues no nos toman tan en serio. Por ejemplo, vamos a construir una parte de la escuela,un aula más, y contratamos a unas personas. Si nosotras les decimos que queremos unas medidas, y ellos dicen que no, que son otras, es así. Pero si llega un hombre y hace lo mismo, no hay discusión. Aquí las mujeres no tienen esa voz, pero sin embargo, pues, nosotros nos manejamos de otra manera, ¿no? Y al final llevamos adelante los proyectos, tienen que ajustarse a nosotras. Pero es difícil, es difícil.
¿Cuál es el trabajo que llevaís a cabo gracias a Manos Unidas, que además es una ONGD eminentemente femenina?
Sí, gracias a Dios, nosotros llevamos aquí 23 años y desde los inicios hemos tenido esta colaboración mutua con Manos Unidas. El principal apoyo que recibimos, que es bastante caro, es para perfozar los pozos. Un pozo cuesta alrededor de 12.000 o 15.000 euros. Y justamente por la crisis climática no son eternos, se van secando. Casi todos ellos han sido gracias a Manos Unidas, que nos ayuda a luchar contra el hambre, contra la injusticia, par que acaben tantas desigualdades. Y también dentro de nuestros centros educativos nos ha ayudado Manos Unidas, nos ha apoyado con un mejoramiento, con el mantenimiento de estas escuelas, de estos centros, y también en campañas de alimentación. La sequía ha provocado que la hambruna crezca, y Manos Unidas ha estado ahí para que, cuando hemos dicho 'Ayúdennos, los niños mueren de hambre', ha estado presente para paliar el hambre de nuestros hermanos.
En este mundo nos hace falta aprender, que las familias enseñen a sus hijos lo que es tener escasez de agua. Aquí abrimos el grifo y tenemos agua. El niño tiene hambre, lo saca de la nevera y come. Pero ¿en qué momento les hacemos tener una experiencia de lo que significa no tener todo tan al instante. En qué momento les hacemos ver que a lo mejor hay familias, en Kenia pasa eso, que para traer agua muchas familias tienen que caminar una, dos horas o tres horas?
¿Cómo podemos hacer ver a la gente esta realidad, que la gente, aún hoy, muere de hambre, y que es nuestra responsabilidad?
Hay un dicho muy popular, ¿no? Ojos que no ven, corazón que no sienten. Y a veces estamos tan ensenismados en nosotros mismos, y que lo único que cuenta es mi bienestar. No digo que sea malo, bendito sea Dios si tienen un buen trabajo, si tienen las posibilidades de educar muy bien a sus hijos, de dar una buena alimentación, nadie niega eso. Pero en el ser humano hay una crisis, además de la crisis climática, está otra, más profunda, que es el egoísmo. El no pensar en el otro. No pensar que en esta tierra no estoy solo yo, que hay otros más. Decir que África está muriendo de hambre puede ser un titular muy grande, pero simplemente es una noticia más, no la hemos palpado, no la hemos visto, porque no henmos sentido hambre, no sabemos qué es el hambre. Cuando una persona se pone los zapatos de otra, puede sentir un poco esa empatía. En este mundo nos hace falta aprender, que las familias enseñen a sus hijos lo que es tener escasez de agua. Aquí abrimos el grifo y tenemos agua. El niño tiene hambre, lo saca de la nevera y come. Pero ¿en qué momento les hacemos tener una experiencia de lo que significa no tener todo tan al instante. En qué momento les hacemos ver que a lo mejor hay familias, en Kenia pasa eso, que para traer agua muchas familias tienen que caminar una, dos horas o tres horas? Y no solo las mujeres adultas, las niñas van cargando ahí a medida de sus posibilidades. Entonces es bueno que el ser humano también se dé una oportunidad para pensar en el otro.
Yo pongo esta comparación como el joven rico, cuando va ante el Señor y claro, está todo bien, su vida está muy bien, quiere algo más, busca algo más. Y de pronto el Señor le dice, pues vende todo, dalo a los pobres y sígueme. Y ya no puede ser. Entonces a veces nos falta eso, ¿no? Desprendernos, no digo literalmente como dice el Evangelio, pero sí desprendernos un poco y mirar un poco más allá, que no estoy yo solo. O incluso que tal vez no puedo hacer mayor cosa, pero tal vez mis pequeños actos, mis pequeños cuidados del planeta puedan hacer que otras personas no lo pasen tan mal.
¿Hay esperanza para que nosotros, como especie, seamos capaces de cambiar el planeta?
Ccreo que sí. Yo creo porque cuando nos dice la Biblia que Dios lo hizo todo bueno. Entonces en el ser humano sí hay, todavía está lo bueno. Lo que pasa es que a veces lo tenemos ahí medio encerradito en nuestro corazón, en nuestra mente, pero Dios nos hizo buenos, podemos dar buenos frutos todavía. Si tomamos conciencia incluso de que no solo es a mí al que estoy lastimando, porque parece que por hacer esto o lo otro, bueno, los demás sufren, pero es que en realidad nos afecta a todos. Y digo sí, sí hay esperanza porque es cuestión de voluntad. No es que tengo que tener grandes cosas para comenzarlo a hacer o que necesite una excelente educación. Es tener sentido común, empatía. Y sobre todo amor al otro.
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