El Cristo de la Montaña, el cerro del Cubilete
Guillermo Gazanini Espinoza / CACM. Lagos de Moreno. 24 de marzo.-Cuando el Papa Benedicto XVI contemple la majestuosa sierra de Guanajuato, verá el impactante monumento a Cristo Rey, testigo de la fe y devoción de millones de católicos quienes, año tras año, invocan el nombre del Salvador del mundo como dueño y soberano de sus vidas y de esta nación que se ha volcado en la fe durante las últimas horas.
Y en el momento en que la nave que transporte al Santo Padre realice la maniobra propicia, el vicario de Cristo admirará la estatua del Maestro que no fue levantada en paz, sino en conflicto, cuando la Iglesia de México se convulsionó por su supervivencia. Los inicios del monumento se remontan a 1920, los obispos del país dieron a conocer una Carta Pastoral en octubre de ese año con la intención de reactivar la presencia católica y respaldar las acciones de la jerarquía frente al bolchevismo y a las ideologías enemigas de la Iglesia. En esa primera carta colectiva, se determinó la erección de un monumento al Sagrado Corazón en el cerro del Cubilete que el pueblo católico llamaba “Montaña a Cristo Rey” y, por otro lado, la construcción de una magna Basílica de Guadalupe, de proporciones enormes, sin la destrucción de la existente, para la conmemoración de la declaración de la Virgen de Guadalupe como Patrona Universal de América Latina, hecha por el Papa Pío X, el 24 de agosto de 1910.
Una segunda pastoral de los obispos, de abril de 1921, impulsó la aplicación de los principios de la doctrina social de León XIII y la conformación de agrupaciones católicas capaces de enfrentar los problemas derivados del comunismo. Una de la claves era la construcción de los monumentos de la primera carta como símbolos y emblemas de la fe de la nación mexicana; en esta pastoral, la de abril de 1921, los prelados exhortaron a los fieles a una participación activa para contribuir a la erección del Cristo Rey en el cerro del Cubilete, cuya construcción se encomendó al obispo de León, Emeterio Valverde Téllez (1864-1948). No sólo se impulsó la construcción del santuario, también se declaró al templo como un monumento nacional y realizar una ceremonia magna con todos los obispos, una vez concluida la obra, para elevar el Sagrado Corazón de Jesús en esa montaña y consagrar a toda la nación mexicana.
Al Papa Benedicto XV, conocedor de los sufrimientos de México en los inicios del siglo pasado, se le debe la concesión de las indulgencias plenarias para todos los asistentes al acto de colocación de la primera piedra del monumento. La entronización de Cristo Rey, en enero de 1923, vino después de una gran reorganización del episcopado y de nuevos nombramientos hechos por el Papa Benedicto XV para ocupar las sedes vacantes en México. La reunión de fieles fue asombrosa, según narran los cronistas, demostrando que la población católica se mantenía fiel a sus convicciones a pesar del antagonismo postrevolucionario que conducía hacia un derramamiento de sangre a finales de la década; esta fiesta en honor a Cristo Rey no fue bien vista por el gobierno de Álvaro Obregón quien mandó expulsar al delegado apostólico, Mons. Ernesto Filippi, al haber participado de las bendiciones en nombre del Santo Padre, el nuevo Papa Pío XI. La estatua a Cristo Rey sería dinamitada en enero de 1928 y sólo después de superado el conflicto religioso, una obra más ambiciosa comenzó a proyectarse bajo el obispo de León, misma que inició en 1944, con la bendición de Pío XII, y terminó en junio 1956, con una misa al interior de la estatua de 20 metros de altura.
En 2006, con motivo de la visita de las reliquias de santa Margarita María Alacoque, los obispos de México aprobaron la renovación del la consagración de la nación mexicana al Sagrado Corazón de Jesús y a Cristo Rey, hecha desde el 11 de octubre de 1924 en el primer Congreso Eucarístico Nacional. El 23 de junio, en una misa presidida por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Mons. José Guadalupe Martín Rábago, juntos con los prelados del país, efectuaron la nueva consagración a Cristo Rey, con el compromiso de renovar la invocación de la protección de las familias, la sociedad y el pueblo mexicanos al Sagrado Corazón de Jesús, renovación hecha en el mismo lugar testigo de las violentas persecuciones religiosas. En esa ocasión, siguiendo los pasos de sus predecesores Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, el actual Papa Benedicto XVI dirigió un mensaje a la nación por este evento:
«Su santidad Benedicto XVI envía un cordial saludo a los Obispos, sacerdotes, comunidades religiosas y fieles al renovarse la Consagración de la Nación Mexicana a Cristo Rey, y les alienta a abrir sus vidas al misterio del amor de Dios para que se instaure en todos los corazones su reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz.
Al mismo tiempo, el Papa les invita a que, alimentándose del pan eucarístico y unidos íntimamente a Cristo, realmente presente en el Santísimo Sacramento, colaboren en la construcción de una sociedad cada vez más impregnada de los auténticos valores evangélicos. Con estos sentimientos, e invocando la maternal protección de Nuestra Señora de Guadalupe, el Santo Padre imparte a todos los hijos de esa amada Nación la implorada Bendición Apostólica.
Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado de Su Santidad»
Este domingo 25 de marzo, la magna celebración eucarística al pie de la montaña de Cristo Rey será un eslabón más de la cadena forjada por la historia violenta y complicada de la fe católica en el siglo XX. Haber escogido El Cubilete no fue casualidad, Benedicto XVI sabe que es el centro neurálgico de una serie de luchas por las que el catolicismo mexicano se acrisoló. A pesar de los tiempos que hoy vivimos, el Cristo Rey del Cubilete es el símbolo de la fe de un país que se congrega en torno al pastor quien consagrará de nuevo a todos los mexicanos para que su fe no vacile en los momentos de tribulación relativista, secularista y laicista que golpean las conciencias de los habitantes de México y el mundo.