Arzobispo pretende absoluto control y poder desmedido sobre templos. Párrocos estarían obligados a comprometer datos personales e información fiscal Al borde del naufragio, plan económico del cardenal Aguiar

Plan económico del cardenal Aguiar al borde del naufragio
Plan económico del cardenal Aguiar al borde del naufragio

Presbiterio arquidiocesano rechaza imposiciones y arbitrariedades que sangrarían a cada parroquia del arzobispado. Nadie ha dado respuestas concretas a dudas razonables.

Carlos Aguiar, sus obispos auxiliares, el vicario episcopal del clero y los ecónomos arquidiocesanos vieron amarrada su victoria el pasado 3 de diciembre    cuando en el retiro de adviento pretendieron desactivar las inconformidades y molestias por el impositivo plan económico que sangrará a las parroquias del arzobispado.

Al más puro estilo del arzobispo Aguiar Retes, correspondió al auxiliar de México, Mons. Salvador González, elaborar un eufemístico discurso de los supuestos valores que serían los ejes rectores del plan empresarial del arzobispado. Era el temor fundado que venía emergiendo días atrás y que era necesario desactivar ante las crecientes protestas del presbiterio que castigó a la alta cúpula aguiarista con lo peor: la indiferencia.

En esa ocasión, los argumentos fueron una propaganda al más puro estilo del marketing religioso para convencer al presbiterio para dar el siguiente paso: aceptar de forma sumisa la escandalosa y gravosa imposición de tarifas y acatar un arbitrario decreto de reordenación económica. En esa reunión, sólo una voz protestó. En el grupo compacto de Aguiar Retes todos celebraron la victoria, apelando a la conciencia de un presbiterio fuerte y solidario, pero era el inicio de la tormenta.

Confirmando también los amagos y extorsiones, el nuevo decreto de Carlos Aguiar aseveró en la letra lo que se venía dando a la palabra contra los encargados de los templos, aplicar apercebimientos y sanciones de no acatar las órdenes de la oficina de asuntos económicos.

Sin embargo, la pírrica victoria pronto se está tornado un serio dolor de cabeza. Ya no es ningún secreto que Carlos Aguiar tiene a cerca de un millar de sacerdotes que no confían en él ni en su equipo de asuntos económicos.  Prácticamente es un arzobispo sin presbiterio y un puñado de incondicionales mantienen una artificial disciplina para conservar los privilegios y monseñoratos de chocolate que su Eminencia les ha dado porque según él, “tiene esa facultad de dar títulos de monseñor como arzobispo de México” yendo en contra de lo que el derecho pontificio a dispuesto sobre esos títulos.

Antes de la navidad debería “consumarse el atraco”. Ese fue el crudo y contundente la sentencia que se dejó oír en las reuniones de decanato a lo largo y ancho del arzobispado. La mesa debería estar servida para tener el control absoluto de las finanzas arquidiocesanas en el 2020 concentrando un poder desmedido sobre cada cuenta, cada fórmula y cada centavo de las cuentas parroquiales.

Convocados para recibir supuestas capacitaciones sobre manejo de cuentas, en realidad las reuniones de los días 17, 18 y 19 de diciembre serían para confirmar efectivamente ese temor, el atraco. Vicaría tras vicaría, sacerdote tras sacerdote, debería poner a la disposición del equipo de Eduardo Pisa delicada información de fiscal y de cuentas parroquiales comprometiendo la seguridad de los directamente responsables del resguardo y manejo de esa información que, por ley, es personalísima y no puede ser entregada a nadie por más arzobispo primado que sea. Poco a poco comenzaron a circular las hojas de los requisitos que, de por sí, estaban en los linderos de la ilegalidad y que, quienes sepan de disposiciones fiscales, saben muy bien tales requisitos podrían ser constitutivos de delitos fuertemente penados por la ley.

Lo que quería ser un desfile de mansos corderos para ser degollados, simplemente no resulto. Y efectivamente, la casta del presbiterio fuerte y solidario salió mostrando la gran unidad para denunciar las arbitrariedades y exponer la incertidumbre de un plan económico elaborado desde el escritorio desconociendo la contrastante realidad de cada colonia y zona de la Ciudad de México en donde hay una parroquia.

Pronto se destapó la mentira y la primera reunión económica del 17 de diciembre fue prácticamente la exhibición del fracaso que los responsables económicos del arzobispado ya no pudieron soportar. Al descubrir las amañadas formas que este arzobispado adopta para engañar a curas y fieles, presbiterio respondió con la contundencia de su experiencia sin dejarse intimidar por los amagos de Aguiar Retes. El ecónomo de la arquidiócesis fue el pararrayos del “todopoderoso” que está detrás en este juego de Carlos Aguiar, el verdadero hacedor de este desastre que tiene al arzobispado de México pendiendo de alfileres, Eduardo Pisa, quien no ha asumido la mínima responsabilidad ni valentía para encarar al enardecido presbiterio.

Vacíos legales, dudas, irregularidades fiscales, incapacidad, improvisaciones, falta de probidad. Son apenas los factores que se descubren en este bodrio económico que Pisa y Aguiar Retes implantaron en otras diócesis donde, de acuerdo con testimonios, lo que imperó fue la opacidad e irregularidades. Tras el naufragio de la primera “convocatoria” de capacitación del presbiterio, nadie ha sido capaz de responder las preguntas evidentes del presbiterio para desahogar sus justificadas dudas, entre ellas: ¿Para qué entregar firmas electrónicas a quien no es representante legal? ¿Quién manejará esa información? ¿Cómo se sabrá que esos datos están protegidos y a salvo? ¿Para qué exigir documentos personales que se pondrán a disposición de agentes extraños? ¿A quién le conviene este desmedido y absoluto poder? ¿Por qué nadie ha dado paradero cierto de los fondos sacerdotales de seguridad social y de pensiones que las vicarías habían formado y que, de la noche a la mañana, el equipo económico de Aguiar dispuso de ellos sin rendir cuentas? ¿Por qué no se ha transparentado la supuesta contratación de una aseguradora que supuestamente cubrirá las necesidades médicas del presbiterio? ¿Qué criterios se siguieron al respecto? ¿Por qué insistir en la imposición de tarifas a pesar de que la cúpula aguiarista dice que esto no es verdad cuando se confirma que la tarifa base va a partir de los 5 mil pesos? ¿Quién entregará cuentas de la campaña del diezmo que ya comienza a levantar sospechas? ¿Dónde está Eduardo Pisa?

Es más sencillo amagar y destituir a uno. Mucho más difícil e imposible silenciar a 900. Absolutamente solo, Aguiar Retes se encuentra en un profundo dilema que ya no puede evadir: Explicar por él mismo su plan económico sin intermediario alguno, y esto incluye a sus auxiliares, o da marcha atrás con estas repudiadas ideas de confiscar las masas parroquiales imponiendo tarifas irrazonables. Si el arzobispo de México considera a la Iglesia como una empresa, ya deberían rodar varias cabezas; sin embargo, a estas alturas, es muy difícil que se eche al bolsillo la confianza de su presbiterio. ¿Qué les queda a los sacerdotes? Ellos mismos lo han dicho. Rechazar todo este plan porque la grieta abierta por el arzobispo es tan profunda que sólo un milagro podría cerrarla. Pero el cardenal Aguiar no es de ese estilo. Por lo pronto, él mismo se ha recetado una amarga navidad.

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