Editorial CCM #UnDiaSinNosotras, los riesgos y desafíos
Para la Iglesia católica se abre un gran reto pastoral para impulsar teología femenina que responda a estos desafíos antes de que las mujeres abandonen el catolicismo como ya ocurrió con otros grandes sectores en el pasado.
| Centro Católico Multimedial
Ante el aumento de las agresiones y asesinatos, el Día Internacional de la Mujer llega con profundas tensiones que reflejan la delicada situación de millones al desvelar que la desigualdad persiste y la violencia es cada vez más salvaje mostrando el desprecio y deshumanización que somete y hace de las mujeres blanco de la denigración.
Podrían enunciarse estas circunstancias que organismos internacionales han observado. Desigualdad en el trabajo, condiciones injustas e inequitativas en los salarios, denigración laboral, inseguridad en los entornos incluso familiares. De manera particular, las mujeres todavía aspiran a vivir en sociedades donde no se deba rogar por lo que sería común a todos con el derecho de convivir sin el temor agresión o explotación; en pocas palabras, de no ser segregadas o separadas tan solo por la condición femenina.
Pero las polarizaciones en torno a este día también han minado la confianza provocando antipatías por la lucha feminista. Si bien la ciudadanía justifica el apoyo hacia las manifestaciones de mujeres en la reivindicación de sus derechos, también ve con particular recelo que el radicalismo de específicos sectores feministas excluya y denigre a todos quienes no comulguen con sus postulados que han llevado a defenestrar todo lo masculino como signo de “patriarcado machista”, incluso por la legitimación del aborto libre como signo de liberación materializado en el color verde, tonalidad que comenzó denotar en Sudamérica cuando se pugnó por la despenalización de la eufemística “interrupción del embarazo”.
La lucha de las mujeres ha pasado por muchas etapas como aquella que dio origen a la conmemoración de este día cuando desde el siglo XIX, trabajadoras emprendieron la lucha por la reivindicación de sus derechos. No pocas veces fueron duramente reprimidas. El color morado del Día Internacional de la Mujer fue símbolo de las sufragistas y socialistas de principios de siglo XX. Hasta nuestros días, perdura aún en recuerdo de las obreras y trabajadoras.
El paro del 9 de marzo #UnDíaSinNosotras es un llamado que, incluso, pone en serios dilemas al gobierno de México. Esta convocatoria lo toma en un momento especialmente difícil. Debatir sobre la conveniencia de la tipificación penal del delito del feminicidio generó tal rechazo que la Fiscalía General de la República reculó y hasta el presidente de México rechazó tal iniciativa. No obstante, sabe bien que en las entidades que gobierna el partido en el poder, los crímenes perpetrados contra mujeres ponen en aprietos la eficacia de la justicia y le efectividad de la política. Tan sólo en la Ciudad de México, la alerta de violencia de género fue decretada después de reiteradas negativas de la Jefa de Gobierno por dudar de su “efectividad”; sin embargo, la realidad es otra, la de los tremendos costos políticos que trae para su gobierno.
Todavía existen ambientes donde niñas y mujeres, sean de cualquier edad y condición, sobreviven en lugar de existir plenamente. Incluso en los espacios eclesiales, laicas y religiosas son tenidas por mano de obra barata e incluso, se reconoce con vergüenza, se perpetran diversos abusos contra ellas. Prácticamente, “el genio femenino”, término acuñado por san Juan Pablo II, es un lindo y etéreo discurso sobre la mujer que contrasta con la realidad que algunas de ellas viven en la Iglesia.
El 8 de diciembre de 1965, San Pablo VI, en pleno ambiente del Concilio Vaticano II, llamó a las mujeres a “salvar al mundo” en los momentos más graves de la historia y los obispos de México así lo reconocen en el PGP 2031-2033 cuando afirman que ya no se puede seguir aplazando la incorporación de la mujer en “la construcción de una sociedad más humana y una Iglesia más fiel a la novedad del anuncio cristiano”. Para la Iglesia católica se abre un gran reto pastoral para impulsarteología femenina que responda a estos desafíos antes de que las mujeres abandonen el catolicismo como ya ocurrió con otros grandes sectores en el pasado.
No se puede dudar que el Día de la Mujer trae a la memoria la existencia de muchas deudas hacia ellas. Por eso es justificado el paro de #UnDíaSinNosotras, para sacudir nuestra conciencia y darnos cuenta de que el movimiento feminista es de los más importantes y significativos del siglo XXI.
No obstante, parece que estamos en un punto en el que la radicalización va ganando terreno en lugar fincar políticas efectivas que denoten avances justos y de igualdad para todos, incluidos los hombres. La partidización del feminismo apunta hacia una descomposición que podría ir minando las causas justas de mujeres quienes no se identifican con color alguno. Simplemente sus motivos más elementales van más allá de los radicalismos y politización que corre el riesgo de engarzarse en la violencia.