"Siendo crítica y analítica de los sistemáticos empobrecimientos" César Augusto Barahona: "Medellín se permite hacer una incomparable revisión de la realidad latinoamericana"
"La teología latinoamericana se afirmó liberadora, contextual (en tiempos y espacios socio-culturales delimitados), bíblica (hermenéutico-popular), y comunitaria de base (CEBs)"
"En Medellín toma la palabra una Iglesia que es capaz de identificar entre muchas de las problemáticas teológico-sociales, los colonialismos internos y los neocolonialismos externos"
"Fenómenos como el de familia, educación, juventud, pastoral popular, catequesis, liturgia, movimientos laicales, pobreza o empobrecimiento global, desarrollo integral, estructuras opresoras o injustas son abordados"
"Fenómenos como el de familia, educación, juventud, pastoral popular, catequesis, liturgia, movimientos laicales, pobreza o empobrecimiento global, desarrollo integral, estructuras opresoras o injustas son abordados"
| César Augusto Barahona Calderón, Oblato secular benedictino, docente UCSM Arequipa
Casi inmediatamente después, a los dos años de concluido el Concilio Vaticano II, la Iglesia Latinoamericana y del Caribe inscribe en 1968 su documento de identidad propiamente dicho a través del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericana) reunido en la ciudad de Medellín, Colombia.
Se trata de la primera recepción que hace América Latina y el Caribe al Concilio recién celebrado en Roma, o una primera forma de hacer aterrizar teológica y pastoralmente las enseñanzas de dicho Concilio, sin desentenderse del esfuerzo anterior que hizo el mismo CELAM reunido en Río de Janeiro, Brasil, siete años antes.
Sin lugar a dudas se trata de un nuevo modelo de Iglesia latinoamericana y caribeña, que reunida en Medellín desarrolla grandes pasos cualitativamente hacia adelante.
El primer paso fue que gracias a los Documentos de Justicia y de Paz se motivó a una nueva gestación teológica y pastoral indudablemente diferente, enmarcándose en un sentido claramente liberador (no sólo por la Teología de la Liberación, pero sí quizás a partir de ella), contextual (en tiempos y espacios socio-culturales delimitados), bíblico (hermenéutico-popular), y comunitario de base (CEBs), y no sólo para nuestra región continental sino inmediatamente más tarde para todo el mundo global.
En este gran paso, el impulso místico y contemplativo de toda teología cristiana será subrayado a la luz de una inteligencia de la fe capaz de interpretar cada realidad (o praxis) histórica de liberación de los pueblos, lo que nunca antes se pudo haber concebido. En Medellín toma la palabra una Iglesia que es capaz de identificar entre muchas de las problemáticas teológico-sociales, los colonialismos internos y los neocolonialismos externos (Cfr. Documento de Medellín. Paz. N° 2-10), que ponen en crisis la búsqueda de paz y de justicia, y hoy el propio Papa Francisco ha vuelto a reactualizar estos lenguajes.
Segundo paso: Medellín es la que siembra una nueva manera de ver, de juzgar y de actuar en el mundo a la luz de la fe, haciendo suyo el método teológico del Concilio, y a la vez con un entusiasmo subrayadamente liberador de las injusticias sociales, porque por ahí se encamina la nueva evangelización. Fenómenos como el de familia, educación, juventud, pastoral popular, catequesis, liturgia, movimientos laicales, pobreza o empobrecimiento global, desarrollo integral, estructuras opresoras o injustas (incluso las de ciertos sectores de Iglesia aliados a las clases dirigentes de la época), son abordados desde un pensamiento teólogico-social que nunca antes había sido sistematizado entre las y los creyentes latinos, incluso ni en círculos de Iglesias cristianas protestantes o evangélicas del entorno (estas mismas Iglesias cristianas incluso participarán de este nuevo paradigma teológico gracias a autores como Severino Croatto o Rubem Alves).
Tercer paso: Ante el “empobrecimiento global” (aunque como término sólo mencionado una sola vez), Medellín se permite hacer una incomparable revisión de la realidad latinoamericana, siempre perfectible pero que nunca se redujo a un solo lente
sociológico (ni recortadamente ideológico). Luego de 50 años, su “visión de la realidad” ha seguido siendo notablemente teológico-pastoral y por eso mismo visión de la realidad social sobre la distorsión del comercio internacional, sobre la fuga de capitales, sobre la evasión de impuestos, sobre el endeudamiento progresivo, sobre los monopolios internacionales y sobre el imperialismo internacional del dinero (Cfr. Documento de Medellín. Paz. N° 9), enfatizando en torno a todo ello el proceso de nueva evangelización en América Latina. Es decir, que teológica y pastoralmente a partir de ahora habrá un antes y un después de Medellín, y ya no sólo con declaraciones filosóficas sobre pobres y pobreza, en todo caso sí más estando del lado de los empobrecidos y empobrecidas, y siendo crítica y analítica de los sistemáticos empobrecimientos, materiales y espirituales.
Cuarto paso: La opción por los pobres, particularmente “preferencial” por lo “predilecto” que es para el Dios de Jesucristo todas y todos aquellos sujetos empobrecidos alrededor del mundo, es en especial opción, convicción y compromiso comprometedor, opción que es primero la elección decisiva de Jesús el Cristo en medio de los excluidos de la historia, y para Medellín la opción que es decisión explícita de construir una Iglesia especialmente de los pobres y para los pobres, desde el reverso de la historia; pero ante todo, se declara que no podrá haber “cambios de estructuras” sin una previa y radical “conversión del ser humano” (Cfr. Documento de Medellín. Promoción humana. Justicia. N° 3, b).
Se puede interpretar, con errores o no, que Medellín, año 1968, y los actuales regímenes de producción teológica, han ido comprendiendo el surgimiento de nuevos protagonistas que podrán empezar a hacer y construir teología, y saben además que pasarán por una crisis de sentido que incluso podría llegar a la propia sequedad de sí mismos; pero cuidado con “ocupar” esos lugares que pronto quedarán vacíos. Las fuentes teológicas de la revelación, repensadas cristianamente desde la inteligencia de la fe, fuentes también inmersas en las sabidurías ancestrales (con fundacionales mitos e imaginarios de tantas culturas), fuentes teológicas halladas en la experiencia sufriente de los permanentemente empobrecidos y empobrecidas del mundo de hoy, nos exigen molestar al mundo (“meter lío”), y molestar precisamente en los actuales lugares de poder teológico quizás hasta la desocupación de sus recientes ocupantes.
Debemos estar atentos al constante surgimiento de nuevas teologías que no serán ni siquiera únicamente cristianas; los jóvenes de hoy serán los autores y autoras de las nuevas teologías emergentes, teologías autónomas, emancipadas, descolonizadoras (y en descolonización), teologías del café (Juan Stam), teologías de la calle, teologías urbanas, teologías desde los buses, teologías desde los sujetos sexuales, teologías indecentes (Althaus-Reid), teologías “queer”, teologías “LGTBI”, teologías feministas, teologías masculinas, teologías rock, teologías ficción, teologías ateas, teologías “beaker” (de laboratorio, o en experimentación), entre muchas otras, junto a autores y autoras de nuevas trans-teologías y/o anti-teologías.
Y todo ello no habría sucedido antes (ni habría sucedido después) de Medellín y CELAM. Surgen nuevas teologías desde nuevas fuentes, desde nuevos teologúmenos, desde las nuevas identidades, desde los nuevos cuerpos, desde las nuevas conciencias, desde los nuevos lugares de producción e invención teológica, desde los intentos de reapropiación de las tecnologías de inscripción teológica, desde los nuevos paradigmas capaces de autoabastecerse teológicamente de ellos mismos, tal vez nuevas teologías desde otros tipos de máquinas de producción de verdad teológica. Hoy constatamos junto a Medellín esta verdadera atmósfera teológica.
Con Medellín se intenta hacer alcanzar el Evangelio a las realidades sociales, pero a la vez estas mismas realidades sociales evangelizaron y evangelizan desde sus propias coordenadas la propia mirada teológica y pastoral de los obispos de América Latina; surge entonces desde 1968 un camino de no retorno en toda la región que teológica y pastoralmente va a influir en todo el pensamiento cristiano y en su práctica de fe.
¿Pero cómo armar, por ende, un proyecto motivador a partir de Medellín? ¿Una movilización eclesial luego de estos 50 años? ¿Qué podemos empezar a pensar y hacer a partir de Medellín? ¿Cómo romper las fronteras teológicas e históricas de la indiferencia y la amenaza que aún prevalecen en lo que pudiéramos denominar “pensamiento Medellín”? Si las teologías cristianas, desde su mística contemplativa, originaria y fundante, reflexionadas y comprometidas, no inciden o repercuten en los problemas candentes del momento actual, quedarán en sólo declaraciones.
"Nos exigen molestar al mundo ('meter lío'), y molestar precisamente en los actuales lugares de poder teológico"
Después de Medellín “chacchemos” (rumiemos, mastiquemos, soñemos) juntos, juntas, la siguiente propuesta de perfil de proyectos que podríamos construir y “asumir” con sumo cuidado, respeto, seguimiento, repensación y esclarecimiento de nuevos horizontes para un futuro cercano:
Proyecto 1. Generación de núcleos de investigación con jóvenes teólogos (no solo universitarios), a partir de la pregunta: ¿La mística cristiana incide o repercute en el protagonismo social y político de la juventud actual, y viceversa, el protagonismo social y político de la juventud incide o repercute en la mística
cristiana actual
Proyecto 2. Evaluación crítica de los “lugares y regímenes actuales de poder teológico”. El paso de las teologías pontificias a las teologías ciudadanas.
Proyecto 3. Ver, juzgar y actuar desde las hojas de coca: una nueva manera de dialogar con las espiritualidades andinas, frente al Contrabando, el Narcotráfico, y la Minería (legal o ilegal). ¿Una Teología de la Consulta Previa a las hojas de Coca?