Anuncio, enseñanza, comunión, celebración, oración, acogida Hechos de los apóstoles (II): La primera comunidad cristiana
"La primera comunidad cristiana nace de la acogida del anuncio Jesús es el Cristo. Es lugar de enseñanza, de comunión, de celebración y de oración"
"En la comunidad se dan señales que confirman la palabra anunciada. La comunión de corazones se traduce en una comunicación de bienes"
"La relación con el templo es estrecha. Se reúnen en las casas. La acogida es una dimensión de la comunidad, que está abierta a la incorporación de nuevos miembros"
"La relación con el templo es estrecha. Se reúnen en las casas. La acogida es una dimensión de la comunidad, que está abierta a la incorporación de nuevos miembros"
| Jesús López Sáez
La primera comunidad cristiana nace de la acogida del anuncio: Jesús es el Cristo. Veamos algunos rasgos. Es lugar de enseñanza, de comunión, de celebración y de oración: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2,42). En la comunidad se dan señales (2,45), que confirman la palabra anunciada (Mc 16,20). La comunión de corazones se traduce en una comunicación de bienes: "Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común, vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno". En principio, la relación con el temploes estrecha: “Acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu”. Se reúnen en las casas: “Partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo”. La acogida es una dimensión de la comunidad, que está abierta a la incorporación de nuevos miembros: "El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar" (2,42-47).
Pedro y Juan suben al templo para orar. Un hombre tullido, que estaba junto a la puerta hermosa del templo, les pide limosna. Pedro le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy, en nombre de Jesús, el Cristo, el Nazoreo, levántate y anda”. El hombre entró con ellos en el templo alabando a Dios. Al día siguiente, los sumos sacerdotes les preguntan: ¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso? Pedro responde: “Sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesús, el Cristo, el Nazoreo, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros” (Hch 4,1-10). Les prohíben enseñar en nombre de Jesús. Ellos contestan: “Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros antes que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”. Ellos, después de amenazarles, los sueltan (4,13-22).
Pedro y Juan oran en comunidad: “¿A qué esta agitación de las naciones”, “verdaderamente en esta ciudad se han aliado Herodes y Poncio Pilatocontra tu santo siervo Jesús: Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu palabra con toda valentía, extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús. Acabada la oración, retembló el lugar donde estaban reunidos” (4,23-31; salmo 2). Se viene abajo la autoridad del templo. Se conmueven sus cimientos.
Prisión y liberación
El sumo sacerdote y los saduceos detienen a los apóstoles y los meten en la cárcel. Sin embargo, el “ángel del Señor”, por la noche, abre las puertas y les dice: “Decid al pueblo todo lo referente a esta vida”. Al amanecer, entran en el templo y se ponen a enseñar. Llevados ante el Sanedrín, el sumo sacerdote les dice: Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre. Los apóstoles responden: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos. Entonces intervino Gamaliel, doctor de la ley: “Si es cosa de hombres, se destruirá, pero si es de Dios, no conseguiréis nada”. Entonces llaman a los apóstoles y, después de azotarles, les mandan que no hablen en nombre de Jesús. Pero ellos “no cesaban de enseñar la buena nueva de Cristo Jesús cada día en el templo y por las casas”(5, 14-42).
Grupo de lengua griega
Al multiplicarse el número de los discípulos, hubo quejas del grupo de lengua griega, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia diaria. Los doce convocan la asamblea y dicen: “No parece bien que nosotros abandonemos la palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo, mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”, “pareció bien la propuesta a toda la asamblea y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de espíritu santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía”, “los presentaron a los apóstoles y habiendo hecho oración, les impusieron las manos”, “la palabra de Dios iba creciendo; en Jerusalén se multiplicó el número de los discípulos, y multitud de sacerdotes iban aceptando la fe” (6,1-7).
Muerte de Esteban
Miembros de la sinagoga llamada de los Libertos acusan a Esteban de hablar contra el templo y contra la ley de Moisés. Esteban alega que Moisés anunció al profeta que había de venir. En cuanto al templo, el Altísimo no habita en casas hechas por mano humana. “¡Como vuestros padres, así vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres?”. Le sacan de la ciudad y muere apedreado (hacia el año 34). Los falsos testigos “pusieron sus vestidos a los pies de un joven llamado Saulo”, nombre judío de Pablo, “Saulo aprobaba su muerte” (6,8-8,1).
La buena nueva de la palabra
Una gran persecución se desata contra el grupo de lengua griega, que se dispersa por Judea y Samaría. Saulo se lleva por la fuerza a hombres y mujeres, y los mete en la cárcel. Los que se dispersaron “iban por todas partes anunciando la buena nueva de la palabra”. Felipe evangeliza una ciudad de Samaría. Pedro y Juan completan la misión (8,2-17). Felipe se encuentra con un funcionario etíope, que vuelve de peregrinar a Jerusalén, leyendo un pasaje de Isaías: “Como cordero llevado al matadero”. Partiendo de este texto de la Escritura, Felipe le anuncia la buena nueva de Jesús (8,26-40).
Cambio fulminante
En el camino de Damasco, “de repente, una luz celeste relampagueó en torno a él. Cayó a tierra” (Hch 9, 3-4). Lo dice Pablo: “Hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo relampagueó en torno a mí, caí por tierra” (22,6-7), “a mediodía, vi una luz venida del cielo, más brillante que el sol, que relampagueaba en torno mío y de mis compañeros de viaje. Caímos todos por tierra” (26, 13-14). Comenta el profesor Roloff: “Un relámpago fulgurante lo deslumbra y le hace caer al suelo” (Roloff, 203). Dice Pablo: “Los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba” (22,9). En diálogo con Jesús, Pablo dice: ¿Qué he de hacer? El Señor le responde: “Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá” (22,10; ver Proyecto Catecumenal, 2. Pablo de Tarso, apóstol de Cristo).
Comunidad de Antioquía
Unos chipriotas y cirenenses, llegados a Antioquia, hablan a griegos y nace la comunidad de Antioquia, dirigida por cinco profetas y maestros (13,1). Bernabé y Saulo catequizan allí durante un año y llevan una colecta a la comunidad de Jerusalén. En Antioquía los discípulos reciben el nombre de cristianos (11,19-30).
Muerte de Santiago
El año 44 el rey Herodes hace morir por la espada a Santiago, el hermano de Juan, y detiene a Pedro. Liberado por un “ángel del Señor”, “aparece en casa de María, madre de Juan, por sobrenombre Marcos, donde se hallaban muchos reunidos en oración”, “llamó él a la puerta y salió a abrirle una sirvienta, llamada Rode”, “quedaron atónitos”, “él les contó cómo el Señor le había sacado de la prisión”. Y añadió: “Comunicad esto a Santiago y a los hermanos”. Pedro “salió y se marchó a otro lugar” (12,1-17). ¿Adónde? A su campo de misión: el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia (1 P 1,1). Pedro es “apóstol de los circuncisos” (Ga 2,8). Sus comunidades son judeo-cristianas.
Judíos y gentiles
El Evangelio supera el muro religioso entre judíos y gentiles. En la sinagoga de Nazaret todo iba bien hasta que Jesús nombró a los extranjeros (Lc 4,21-28). Jesús declara puros todos los alimentos, lo que facilita la relación con los gentiles: “Lo que entra por la boca no contamina al hombre, sino lo que sale del corazón” (Mc 7,14-21). Pedro entra en casa del centurión Cornelio: “Dios no hace acepción de personas, sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato”, “el espíritu santo cayó sobre todos los que escuchaban la palabra” (Hch 10,34-44). Pablo es “apóstol de los gentiles” (Ga 2,8): “Te he puesto como luz de los gentiles para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra” (Hch 13,47). La acogida de los gentiles se aborda en el encuentro de Jerusalén. Se cumple la palabra: “Levantaré la tienda de David que está caída”, “para que el resto de los hombres busque al Señor y todas las naciones que han sido consagradas a su nombre” (15,15-18). Cargas indispensables: “abstenerse de la idolatría, de la sangre (homicidio) y de la inmoralidad (situaciones irregulares)” (15,29). Si se añade “y de lo sofocado” (animales estrangulados) tras “de la sangre”, cambia el sentido. Comenta Pablo: “Reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan nos tendieron la mano en señal de comunión”, “solo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero” (Ga 2,9-10).
Ricos y pobres
El Evangelio supera el muro social entre ricos y pobres. Jesús denuncia el abismo social (Lc 16,19-31). La primera comunidad cristiana comparte: “Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno” (Hch 2,44-45), “nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo lo tenían en común”, “no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas las vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad. José, llamado por los apóstoles Bernabé (que significa hijo de la consolación), levita y originario de Chipre, tenían un campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles” (4,32-37).
Hombres y mujeres
El Evangelio supera el muro religioso, el muro social y el muro de género: “No hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer”(Ga 3,28), “vosotros sois el cuerpo de Cristo” (1 Co 12,27). Cristo actúa a través de cada uno de sus miembros. En el Evangelio están las mujeres que acompañan a Jesús (Lc 8,1-3). En Filipos Pablo encuentra un grupo de mujeres: “Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura, natural de Tiatira, y que adoraba a Dios, nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón para que se adhiriese a las palabras de Pablo”. Lidia ofrece su casa. Dice Lucas: “Nos obligó a ir” (Hch 16,13-15). En Corinto Pablo se encuentra con Áquila y su mujer Priscila, que se hacen colaboradores suyos (18,1-3). Pablo recomienda a Febe, “nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Céncreas”, “ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo” (Rm 16,1-2), saluda a Rufo, “el escogido del Señor, y a su madre, que lo es también mía” (16,13).
Comunidades gálatas
Las “iglesias de Galacia” (Ga 1,2), fueron fundadas por Pablo con ocasión de una enfermedad hacia el año 45: “Bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para evangelizaros por primera vez; y, a pesar de la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús”(Ga 4,13). Las comunidades gálatas son las de Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe (Hch 13-14). Las comunidades están formadas por gentiles: “En otro tiempo no conocíais a Dios” (Ga 4,8), “para ser libres os liberó Cristo. Manteneos firmes”, “habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne” (5,1-13).
Comunidad de Filipos
Hacia el año 50, Pablo funda en Filipos, “primera ciudad del distrito de Macedonia y colonia romana” (Hch 16,12), lacomunidada la que llama “mi gozo y mi corona” (Flp 4,1). Atravesando Frigia y Galacia, llegan a Tróade. Allí Pablo tiene por la noche una visión. Un macedonio le suplica: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (16,9). Aquí Lucas, como parte del equipo, empieza a utilizar la primera personadel plural: “Nos hicimos a la mar en Tróade” (Hch 16,10).
Comunidad de Tesalónica
Tesalónica es la capital de la provincia romana de Macedonia. La comunidad nace hacia el año 50. En Tesalónica “los judíos tenían una sinagoga. Pablo, según su costumbre se dirigió a ellos y durante tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras, explicándolas y probando que Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos y que este Cristo es Jesús”, “algunos de ellos se convencieron y se unieron a Pablo y Silas, así como una gran multitud de los que adoraban a Dios y de griegos y no pocas de las mujeres principales” (Hch 17,4). La comunidad está formada principalmente por gentiles.
Comunidad de Corinto
A finales del año 50, Pablo llegó a Corinto, capital de la provincia romana de Acaya. Se encontró con un judío llamado Aquila, que acababa de llegar de Italia, y con su mujer Priscila, “por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma”. Pablo, “se quedó a vivir y a trabajar con ellos”, “cada sábado en la sinagoga discutía, y se esforzaba porconvencer a judíos y a griegos”. Cuando llegaron de Macedonia Silas y Timoteo, Pablo se dedicó enteramente a la palabra, dando testimonio a los judíos de que el Cristo es Jesús. Como ellos se oponían, Pablo sacudió sus vestidos y dijo: “Desde ahora me dirigiré a los gentiles”. Entonces entró en casa de un tal Justo: “permaneció allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la palabra de Dios”(Hch 18,1-11).
Comunidad de Éfeso
Quizá a finales de verano del año 52, Pablo llega a Éfeso, capital de la provincia romana de Asia, y tiene un primer contacto con la sinagoga: “Entró en la sinagoga y se puso a discutir con los judíos. Le rogaron que se quedase allí más tiempo, pero no accedió”, “volveré a vosotros otra vez, si Dios quiere” (Hch 18,18-23). Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo llega de nuevo a Éfeso: “Entró en la sinagoga y durante tres meses hablaba con valentía, discutiendo acerca del reino de Dios”. Como algunos se oponían, “rompió con ellos y formó grupo aparte con los discípulos; y diariamente les hablaba en la escuela de Tirano. Esto duró dos años”(19,1-10).
Camino de Jerusalén
Pablo tomó la decisión de ir a Jerusalén pasando por Macedonia y Acaya, donde “tuvieron a bien hacer una colecta en favor de los pobres de entre los santos de Jerusalén” (Rm 15,26), “después de estar allí he de visitar también Roma” (Hch 19,21). En Mileto se despide de los presbíteros de la iglesia de Éfeso: “Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber lo que allí me sucederá; solamente sé que en cada ciudad el espíritu santo me testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones” (20,22-23). En la carta a los romanos pide que recen por él: “para que me vea libre de los incrédulos de Judea y el socorro que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos” (Rm 15,31).
En casa de Santiago
Pablo se reúne con los presbíteros y les expone las cosas que Dios había obrado entre los gentiles por su ministerio. Ellos, al oírle, glorifican a Dios. Le dicen: “Ya ves, hermano, cuántos miles y miles de judíos han abrazado la fe, y todos son fieles partidarios de la ley. Y han oído decir de ti que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones” (21,20). Entones le sugieren que haga un voto en el templo: “Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen un voto que cumplir. Tómalos y purifícate con ellos; y paga tú por ellos”, “así todos entenderán que no hay nada de lo que han oído decir de ti” (21,24). Nos preguntamos: ¿Se masificó la comunidad de Jerusalén?, ¿cayó en el legalismo judío?, ¿cabía Pablo dentro de ella?
Pablo es arrestado
Los judíos que habían venido de Asia le acusaron de introducir a unos griegos en el templo: “Toda la ciudad se alborotó”, “el tribuno se acercó, le prendió y mandó que le atasen con dos cadenas; y empezó a preguntarle quién era y qué había hecho”, “mandó que le llevasen al cuartel” (21,30-34). Pablo declara ser ciudadano romano “por nacimiento”: “el tribuno temió al darse cuenta de que le había encadenado siendo ciudadano romano” (22,28-29). Al día siguiente, Pablo comparece ante el sanedrín (23,1-10). Tras una conjuración de los judíos, Pablo es trasladado a Cesarea, donde comparece ante el procurador Félix: “pasados dos años Félix recibió como sucesor a Porcio Festo, y queriendo congraciarse con los judíos, dejó a Pablo prisionero” (24,1-27).
Pablo apela al César
Pablo comparece ante el nuevo procurador. Festo, queriendo congraciarse con los judíos, pregunta a Pablo si quiere subir a Jerusalén para ser juzgado allí en su presencia. Pablo contesta: “Estoy ante el tribunal del César, que es donde debo ser juzgado“, “apelo al César”. Festo responde: “Has apelado al César, al César irás” (25,9-12). Para defender su derecho, Pablo no tiene inconveniente en recurrir a los tribunales civiles.
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