Contra la crisis, la necesaria utopía

El profesor Juan José Tamayo, de la Universidad Carlos III de Madrid, acaba de publicar un libro estimulante y motivador: “Invitación a la utopía”. El pensamiento integrista y conservador se ha encargado, desde hace más de un siglo, de desprestigiar todo cuanto suene a “utópico”, haciéndolo sinónimo de “irreal”, “idealista” y “soñador”.

Así, para muchas personas, hablar de gente utópica es tanto como hablar de gente que no tiene los pies en la tierra. Más aún, para quienes van por la vida escorados a la derecha, el pensamiento utópico, no sólo es irreal y estéril, sino sobre todo es un pensamiento peligroso, estrechamente vinculado a la violencia. Y sin embargo, precisamente en tiempos de crisis, si alguna fuerza interior puede motivarnos a todos para salir del extravío en que vivimos, es el pensamiento utópico. La utopía, a fin de cuentas, no es sino la convicción de que un mundo distinto y mejor es posible. Y es necesario. Esto es lo que me ha sugerido es excelente estudio de Tamayo.

Karl R. Popper, que fue un notable motivador para la derecha intelectual, se imaginó el peligro, que puede entrañar la utopía, y lo dijo sin rodeos: “Considero a lo que llamo utopismo una teoría atrayente, y hasta enormemente atrayente; pero también la considero peligrosa y perniciosa. Creo que es autofrustrante y que conduce a la violencia”. No le falta, pues, razón a Franz Hinkelammert cuando dice que vivimos en una sociedad sin utopías. Y - lo que es peor - si es que existe alguna utopía, se trata de la utopía de una sociedad que no produce (ni producirá) más utopías. Así de claro y así de fuerte. Para que nos dejen tranquilos de una vez.

Precisamente uno de los aciertos del libro de Tamayo está en mostrar cómo y hasta qué punto la utopía es incontenible y, por tanto, sigue adelante en la historia. También en este momento, cuando más arrecia la contradicción del potencial conservador y de los intereses del integrismo más intransigente. En este sentido, la rehabilitación crítica de la utopía, que hace Tamayo, es una aportación seria y bien fundamentada para combatir la descomposición cultural que estamos soportando. Sólo por esto, la lectura de este libro resulta esperanzadora y reconfortante.

Las aplicaciones, que tiene este libro para el momento presente, son diversas e importantes. Me permito destacar la que, a mi manera de ver, es la más apremiante: la salida de la crisis. Es un hecho que el poder ha pasado de los políticos a los especuladores de Bolsa y a su cohorte de tramposos banqueros (I. Ramonet). Hasta el día en que todos caigamos en la cuenta de la pavorosa verdad que entraña el hecho que acabo de apuntar, no salimos del pozo en que nos han metido. Es así. Los responsables capitales de lo que está pasando la tienen los grandes banqueros. Me refiero, ante todo, a cárter que forman una decena de grandes bancos internacionales (Barclays, Citigroup, JP Morgan Chase, Deutsche Bank, Credit Suisse...), que se ha organizado para gestionar la gran estafa. De ellos dependemos todos. Se viene llamando a este tipo de banqueros los “bankster”, los “banqueros gangsteres”. Ellos son los que imponen a la Unión Europea, a la Sra. Merkel y a todos los demás las reglas del juego. El objetivo es claro: que el 1 % decida lo que tenemos que hacer el 99 % de la población mundial. Así, la desigualdad de derechos y de cargas está asegurada. En estas circunstancias, la utopía consiste en la convicción de que, todos unidos, podemos más que ellos. Lo que está ocurriendo con los desahucios es el resultado de la mejor utopía que estamos viviendo.
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