#pascua2023 Metanoia
El abandono de nuestros apegos
| Marisa Noriega
Antes de compartir mi breve reflexión con ustedes sobre Cincuenta días de Pascua, me quiero detener un momento en la etimología de la palabra Pascua, que es algo que siempre me ha gustado.
La palabra Pascua aparece en latín como “pascha”, en griego “páscha” y en hebreo como la mayoría sabemos, (pesáh), Pésaj en español, como señala el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, que además nos dice, Pascua significa básicamente “paso” o “salto”.
Por eso el título de mi escrito es simplemente: PASO
En Semana Santa los cristianos y las cristianas centran su fe y su atención básicamente en el Triduo Pascual, periodo de tiempo en el que la liturgia conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús y la creencia de que se realiza el misterio de la Pascua, es decir el tránsito de Jesús de este mundo, al Padre; dicho de otra manera, de la muerte a la vida eterna.
No insinúo, para nada que esto esté mal, ni es mi intención restar ninguna importancia a esta creencia. Y menos a la muerte y a la cruz que tenemos tan presente en nuestro día a día con los feminicidios, las mujeres asesinadas brutal y cruelmente sólo por el hecho de ser mujer. Pero no me quiero enfocar en ello. Hoy mi atención deseo focalizarla en este PASO, que me ha estado rondando, desde que escuché la conferencia de una maravillosa Doctora en Teología llamada Cheryl Waschenko.
Ella habló de la humildad de una manera espiritual muy profunda, y en un momento de su charla, hizo referencia a la muerte del ego. Probablemente por mi situación actual, esto resonó en mi interior y me llevó a relacionarlo con este PASO que he mencionado.
Se estarán preguntando ¿por qué?, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra?
Pues ahora les comparto mi breve reflexión al respecto. El tránsito a mi parecer no es de la muerte física a la vida eterna; sino del salto que debemos dar, de la transformación, o conversión= “metanonia” que es indispensable experimentar, y abandonar nuestros apegos, los prejuicios, y dejar morir ese “yo egóico” que nos esclaviza y nos ata a una falsa realidad, a una absurda esperanza de eternidad tal y como nos la enseñaron y transmitieron. Considero que esto nos ayuda a vivir con los pies en la tierra, a situarnos en lo verdaderamente importante, a aceptar las diferencias a incluir a las y los demás tal y como son y no como nosotras deseamos que sean. Nos ayuda a ver con una mirada nueva, distinta y transparente las cosas significativas que nos ayudan a crecer y a adquirir conciencia de lo trascendental.
Pienso que este es un “paso” muy importante que nos puede ayudar a seguir en esa búsqueda y deseo de un mundo más justo y equitativo, en el que todas y todos ocupen su lugar y tengan cabida, de ese “mundo mejor” tan anhelado por muchas de nosotras
Las invito a seguir reflexionando durante estos 50 días de Pascua que están por empezar.
Marisa Noriega