#pascuafeminista2025 De la Oscuridad a la Luz: Un Tapiz de Transformación

De la Oscuridad a la Luz: Un Tapiz de Transformación
De la Oscuridad a la Luz: Un Tapiz de Transformación

“Además, todas las mujeres sabias de corazón hilaban con sus manos, y traían lo que habían hilado: azul, púrpura, carmesí o lino fino.”

Éxodo 35:25

La sororidad vista a través del bordado en mujeres latinoamericanas es una ventana fascinante a la resistencia, la conexión y la expresión de nuestras mujeres en un contexto cultural rico y complejo.

Transmisión intergeneracional y fortalecimiento de identidad colectiva

En muchas culturas, el bordado se aprende y practica en espacios donde madres, abuelas, tías y hermanas transmiten sus saberes a las nuevas generaciones, creando un vínculo afectivo y cultural profundo. Este aprendizaje colectivo y generacional permite que los motivos, técnicas y significados simbólicos se preserven y evolucionen, reforzando la identidad cultural de la comunidad.

Los bordados tradicionales suelen contener símbolos y patrones que representan cosmovisiones ancestrales, historias, mitos y creencias de un pueblo. Por ejemplo, en México y en diversas culturas indígenas de Abya Yala (América Latina), los bordados son un lenguaje visual que comunica identidad y memoria histórica, y que se ha mantenido vivo a través de la práctica artesanal transmitida de generación en generación.

Bordado como práctica de sororidad y resistencia

El bordado también funciona como un espacio de sororidad, es decir, de solidaridad y alianza entre mujeres. En estos espacios, las mujeres no solo comparten técnicas, sino que también construyen redes de apoyo, diálogo y cuidado colectivo. La sororidad en el bordado se basa en la igualdad, la reciprocidad y el compartir conocimientos y recursos, lo que fortalece los lazos sociales y emocionales entre ellas.

En contextos feministas, el bordado se resignifica como una práctica de resistencia y empoderamiento. Se convierte en un espacio sororario donde las mujeres expresan sus historias, reivindicaciones y luchas, usando el bordado para narrar nuevas realidades y construir comunidad. Este acto colectivo permite sanar heridas sociales y generar un sentido de pertenencia y fuerza compartida.

Técnicas y motivos tradicionales

Las técnicas tradicionales incluyen puntadas específicas, uso de hilos naturales o de colores simbólicos, y patrones que varían según la región y la cultura. Estos motivos pueden representar elementos de la naturaleza, símbolos religiosos, genealogías o narrativas comunitarias, y son aprendidos y practicados en círculos familiares o comunitarios.

La continuidad de estas técnicas y motivos en el bordado es una forma de preservar la identidad cultural y fomentar la creatividad dentro de un marco de respeto por la tradición y la memoria colectiva.

En resumen, el bordado es mucho más que una técnica decorativa: es un acto cultural y social que se transmite entre generaciones, fortaleciendo la identidad colectiva y la sororidad femenina. Los motivos y técnicas tradicionales actúan como un lenguaje visual y simbólico que conecta a las mujeres con su historia, comunidad y entre sí, generando espacios de resistencia, cuidado y empoderamiento.

Bordado como práctica de sororidad en Suchitoto

El bordado en las mujeres de Suchitoto, El Salvador, se configura como una práctica de sororidad y resistencia que va más allá de una actividad artesanal, constituyéndose como un espacio de empoderamiento, cuidado colectivo y memoria histórica.

En Suchitoto, las mujeres han desarrollado redes de apoyo y colaboración que fomentan la sororidad, entendida como la solidaridad y alianza entre mujeres para enfrentar desafíos comunes. Ana María Menjívar, líder social y presidenta de la Concertación de Mujeres de Suchitoto, destaca cómo desde hace décadas las mujeres se organizan en grupos y movimientos para mejorar sus condiciones de vida, compartir conocimientos y generar iniciativas económicas solidarias que les permitan autonomía y participación en la economía local.

Estas redes sororarias se manifiestan en actividades colectivas donde las mujeres no solo intercambian técnicas y saberes, sino que también construyen espacios de cuidado mutuo y fortalecimiento emocional, aspectos fundamentales para enfrentar las desigualdades y cargas sociales que enfrentan, como la distribución desigual de las tareas domésticas y el acceso limitado a recursos.

Bordado como acto de resistencia

El bordado, tradicionalmente asociado a labores domésticas y roles femeninos, ha sido resignificado como un acto político y de resistencia en contextos de violencia y opresión. Movimientos feministas y colectivos de mujeres en América Latina, incluyendo El Salvador, utilizan el bordado para narrar historias de lucha, memoria y denuncia contra la violencia machista y la exclusión social.

En Suchitoto y en el contexto mesoamericano, las mujeres defensoras de derechos humanos han incorporado prácticas como el bordado para procesar traumas, fortalecer vínculos y visibilizar sus experiencias de violencia y resistencia. Este proceso colectivo de autocuidado y expresión artística contribuye a transformar el dolor en fuerza y a construir identidades colectivas que desafían estructuras patriarcales y autoritarias.

Contexto histórico y social

El Salvador, y en particular comunidades como Suchitoto, han vivido procesos de guerra civil, violencia estructural y exclusión que han afectado profundamente a las mujeres. En este escenario, el bordado y otras prácticas textiles se convierten en herramientas para preservar la memoria, generar ingresos y reconstruir la vida social y emocional de las mujeres sobrevivientes.

La Concertación de Mujeres de Suchitoto impulsa programas de economía solidaria que incluyen actividades artesanales como el bordado, promoviendo la autonomía económica y la participación activa de las mujeres en la transformación social local.

En síntesis, en Suchitoto el bordado es una práctica que articula sororidad y resistencia: es un espacio donde las mujeres se apoyan mutuamente, comparten saberes y construyen proyectos colectivos que les permiten enfrentar las desigualdades de género y las secuelas de la violencia. Al mismo tiempo, el bordado funciona como un lenguaje simbólico y político para narrar memorias, denunciar injusticias y fortalecer la identidad colectiva femenina en el contexto salvadoreño.

Norma Melara, El Salvador.

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