#LectioDivinaFeminista “Señor mío y Dios mío”

“Señor mío y Dios mío”
“Señor mío y Dios mío”

Domingo 27 de abril de 2025.

Pascua 2025

Lectio (Lectura)

Después de hacer una lectura sobre el Evangelio, bien conviene dividir en 4 partes la perícopa propuesta para este domingo.

ACTO 1.

En medio de los discípulos que se encontraban encerrados por el temor, en el anochecer de la resurrección, Jesús se les presentó con un saludo de paz: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado, los discípulos se llenaron de alegría.

ACTO 2. Jesús repite el saludo de paz, dando un soplo de vida sobre ellos, los envía llenos del Espíritu Santo a perdonar los pecados.

ACTO 3. Tomás, uno de los Doce, que no se encontraba en ese lugar, no cree en que Jesús haya resucitado “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”. Ocho días después, ellos reunidos, ahí Tomás, Jesús se presenta con el saludo de paz. Jesús le dice a Tomás que lo toque para que no siga dudando. “Señor mío y Dios mío”, contestó Tomás. “Dichosos los que creen sin haber visto”, termina Jesús.

ACTO 4. En el cierre (que se denomina la primera conclusión del Evangelio de Juan) se menciona que otros muchos signos realizó Jesús, pero se mencionan sólo estos para creer en que Él es el Mesías, Hijo de Dios y creyendo tengamos vida en su nombre.

Meditatio (Meditación)

Iniciamos esta meditación invocando a la divina Ruah, para abrir nuestra mente y corazón a la reflexión sobre este segundo domingo de Pascua.

Después del júbilo que antecede a esta escena, y al domingo anterior —donde las mujeres, discípulas de Jesús, son testigas de la resurrección del Maestro—, el Evangelio nos sitúa ahora en la escena de los hombres que lo seguían. En el acto 1, se nos dice que están encerrados, llenos de temor por las represalias de los judíos. Ahí, se aparece Jesús con un saludo de paz.

Me reconozco ahí. Soy una de ellos: con el temor, con el miedo del mundo que acecha “ahí afuera”. Y, de repente, aparece Jesús: “La paz esté con ustedes”.

Es en este primer acto donde Jesús nos conmueve. Se presenta en nuestro interior, en nuestro encierro, para aquietarlo todo y decir: Aquí estoy. Para esto he resucitado.

Entonces viene el segundo acto: una vez apaciguada nuestra vida, nos invita a salir, a ser apóstolas en medio del caos. Tal vez soy la primera en mi casa que puede hablar con ternura cuando todo está de cabeza, o en el trabajo donde hay tensión, o en mis grupos donde a veces reina el juicio. ¿Y si hoy decido ser como Jesús y entrar diciendo: “Paz a ustedes”? No con fuerza, sino con presencia.

El apostolado no requiere de grandes obras, sino de constancia; de, día con día, representar la fuerza del Evangelio en nuestra cotidianidad. Ser la transparencia de Dios con nuestra presencia: en el hogar, en el trabajo, en la familia, incluso en medio del caos. Perdonar las faltas de la otra, del otro, aun cuando eso requiera ir más allá de nuestra voluntad.

Jesús sopla sobre ellos para llenarlos del Espíritu Santo, es una imagen hermosa donde Jesús muestra su divinidad y al igual que el Padre-Madre en Gn 2:7, da el soplo de vida, en este caso de vida eterna para compartir con la humanidad.

El acto 3 representa nuestra fragilidad humana ante lo divino. La duda no es algo negativo. Al contrario, es el inicio del fortalecimiento de nuestra fe. Dice Diego Martínez, SJ: “Una verdadera religión es aquella que te permite dudar.”

¿Cuántas veces hemos pedido al Señor que se manifieste para saber si somos escuchadas, escuchados? ¿Cuántas veces hemos suplicado grandes signos para creer más y, sólo así, permanecer en Él?

Pero hoy veo que Jesús no se aleja de quien duda, no lo rechaza. Se acerca más. Incluso da las respuestas en los tiempos precisos y en los modos que han de convenir. La clave es dejarnos tocar por su paciencia, y permitirnos seguir caminando, aunque no tengamos todas las respuestas.

Porque la fe es, en realidad, un montón de dudas que parecen no encontrar respuesta, y cuyo único camino es la esperanza —esta que va de la mano de la paz—.

Y en ese camino, descubrimos que no estamos solas. A nuestro lado van muchas otras, muchos otros, llenos de dudas como tú y como yo, que también cargan heridas, preguntas, búsquedas. No quiero darles sermones: quiero darles espacio. Escucharlas sin interrumpir. Rezar por ellas en silencio. Estar. Simplemente estar, a la manera que Jesús nos enseñó.

La dicha, la bendición —dice Jesús— se encuentra en quienes creen sin haber visto; en quienes se atreven a dar ese salto de fe y ponen su esperanza en la voluntad del Padre-Madre que todo lo es. Tomás acepta la invitación: “Señor mío y Dios mío”. Aceptar a Jesús resucitado en nuestra vida es reconocerlo como el verdadero Hijo de Dios, que nos acompaña y se deja tocar para que permanezcamos en Él, en toda la paz que nos comparte.

Así llegamos al final, al acto 4. Juan nos dice que muchos otros signos se presentaron: más milagros, más apariciones, más parábolas, más enseñanzas. Pero sólo se menciona lo necesario para que podamos creer. Vivir en Jesús es la invitación abierta que nos ofrece su presencia resucitada.

Jesús me llama bienaventurada por creer sin haber visto. Hoy quiero caminar con esa confianza serena, sabiendo que no estoy sola; que incluso con mis dudas, Él viene a mi encuentro.

Y eso basta.

Oratio (Oración)

Señor Jesucristo:

Confío, pero aumenta mi fe. Déjame tocar tus heridas, no para creer, sino para reconocer mi fragilidad en ellas. Guárdame en tu costado, para caminar junto a ti. Lléname de la fuerza de tu Espíritu para ir ahí con la otra, con el otro, donde me necesitas, donde puedas ser transparente en mí y acompañarnos en este camino de vida. Señor, creo en ti, pero aumenta mi débil fe.

Amén.

Contemplatio (Contemplación)

Contémplate dentro de la escena, eres una discípula o discípulo más, estás viendo cómo Jesús resucitado se acerca a Tomás y toma sus manos para que le toque. ¿Qué sientes? ¿Qué ves? Acondiciona la imagen ¿cómo es el lugar? ¿qué llama tu atención? ¿Cómo se desarrolla el diálogo entre ellos?

Actio (Acción)

Estamos de fiesta por la Pascua del Señor, es tiempo de entrega, de ir como Él nos ha enviado a dar testimonio de nuestra fe ¿pero qué testimonio necesitas compartir? Quizá seas como Tomás, una persona en medio de la incredulidad que necesita tocar a Jesús para saber que existe, si es así, no temas, no te rechaces; Jesús no pide una fe perfecta; más bien, date permiso para buscarle, preguntar y crecer. Acércate cinco minutos a Él, en medio de la soledad y pide que te ayude a incrementar tu fe.

En otro caso, si sientes que tu fe en estos momentos no flaquea como la de Tomás, ayuda a alguien que lo necesita, involúcrate en una causa justa, sé generoso con tu tiempo, tus recursos y tu escucha. Cada acto de amor es un "Señor mío y Dios mío" vivido.

Si no sabes cómo situarte, entonces reconoce que Jesús sigue apareciéndose, pero ahora en los gestos sencillos: en el abrazo de una amiga, de tus padres o hermanos, en el juego de tus hijos, en un atardecer sereno, en el pan compartido. Abre los ojos del corazón para reconocer que Él está allí, aun cuando no lo ves con los ojos.

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