#LectioDivinaFeminista El amor como pieza fundamental de la vida
Marcos 12:28-34
| Mayte Olivares Cruz
Lectio (Lectura)
En este domingo, el Evangelio de Marcos 12:28-34. Jesús subraya dos mandamientos esenciales: amar a Dios con toda nuestra alma, mente y fuerza, y amar al prójimo como a nosotros mismos. Esta enseñanza une toda la ley en el amor y nos recuerda que el amor por los demás refleja nuestro amor por Dios.
Meditatio (Meditación)
En su travesía por Jerusalén, descrita por Marcos, Jesús enfrenta cuestionamientos constantes de los maestros de la Ley. En un punto crítico, un letrado se acerca para preguntarle cuál es el mandamiento más importante. Esta pregunta, derivada del término hebreo Mitzvá, que significa “precepto o encomienda”, se puede traducir en un lenguaje contemporáneo como: ¿Cuál es la encomienda más importante que nos da el Señor? La respuesta de Jesús es transformadora y radical: ignora los 613 preceptos bíblicos de la Torá y coloca en el centro el verdadero sentido: el Amor.
Pero, ¿qué significa realmente el amor en nuestros días? ¿Es acaso una palabra desgastada y vacía? ¿Cómo podemos amar a otros si no sabemos amarnos a nosotros mismos? Además, ¿cómo se puede amar genuinamente a un Dios que es percibido como juez y que demanda temor?
Jesús responde con precisión: amar a Dios implica reconocer su misericordia y presentarse ante Él, Abbá, como seres vulnerables que somos. Desde nuestra fragilidad y necesidad de apoyo en nuestra jornada terrenal, Jesús representa el acto supremo de amor de Dios hacia su creación. El amor que Jesús enseña es incondicional; Él amó hasta entregar su vida, mostrándonos que el amor es tanto un milagro como un misterio que escapa a nuestra capacidad de entender completamente. Si intentamos conceptualizar, lo reduciremos a nuestra frágil y volátil humanidad.
Si pudieras verte con los ojos que te ve Dios, ¿cómo te verías? ¿con amor, con rechazo, con desagrado? Ahora que tienes tu respuesta, plantéala de otra manera ¿con qué mirada te gustaría ser vista, visto por Dios?
Estas respuestas deberían, de inicio ser las mismas, de lo contrario ¿en qué se diferencian? El amor se manifiesta como un proceso reflexivo sobre nuestras acciones hacia los demás, reflejando así la naturaleza del amor divino de Dios. Este breve ejercicio nos conecta con la segunda encomienda: amar a la próxima, al próximo como a ti misma, mismo.
Amar implica el servicio, necesariamente. “En todo amar y servir” dice San Ignacio de Loyola. No se necesita ser un místico o santo para que desde nuestra cotidianidad experimentemos el amor. ¿Pero qué caso tiene amar a los nuestros, no hacen lo mismo los “malos”? La misericordia de Dios, es un ejercicio que nos corresponde a todas, a todos. El amor implica darse sin condiciones, dignificando nuestra vida y la de los demás. Si digo que amo a mi familia, pero condenó las protestas feministas, las relaciones no heterosexuales, el otro, la otra que no piensa o actúa desde lo que soy ¿estoy amando de verdad?
Ahora planteemos la pregunta ¿cómo ve Dios a la mujer que decide interrumpir un embarazo no deseado? ¿cómo ve a la pareja homosexual que desea unir sus vidas en matrimonio religioso? ¿cómo ve a las familias migrantes, a los desplazados por la guerra y el narcotráfico? ¿cómo ve a la persona que no piensa como yo?
¿Nuestras respuestas reflejan y contribuyen al proyecto de amor que Dios tiene para nosotros? ¿Estamos dispuestos a buscar y aceptar el amor en situaciones que desafían nuestras nociones preconcebidas de lo bueno, incluso cuando esto provoque inseguridad en nuestra comprensión de la vida?
Jesús es claro: AMA, como a ti mismo, sin condiciones, sin preceptos religiosos, morales, intelectuales. Reconocerme en la otra, en el otro.
El escriba, al repetir las palabras de Jesús, muestra una comprensión distinta a la de otros; no cuestiona la naturaleza revolucionaria de Jesús de alejarse de los preceptos estrictos de la Ley judía. En sus palabras, al afirmar que "vale más que todos los holocaustos y sacrificios", resuena el eco de Oseas 6:6: "Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios mejor que holocaustos". Esta idea no es nueva, pues varios profetas ya habían revelado este deseo profundo de Dios: amarlo a través del ejercicio de nuestra misericordia y amor, más allá de rituales y sacrificios vacíos realizados solo para ganar su favor o un milagro. El amor es un acto expansivo que comienza en el interior y se extiende hacia fuera, beneficiando a nuestra comunidad y trascendiendo cualquier forma de adoración que le ofrezcamos.
Jesús le respondió: "No estás lejos del reino de Dios". ¿Y qué es el reino de Dios sino el ejercicio cotidiano del amor? Al final, nadie más se atrevió a hacerle preguntas, y es comprensible: ¿qué más se puede añadir si en estas dos encomiendas se ha dicho todo?
Amemos, entonces, sin caer en reflexiones racionales excesivas, trascendiendo nuestras diferencias religiosas, socioeconómicas y políticas. No debería obsesionarme con la idea de si amo a Dios; más bien, lo esencial es evaluar hasta qué punto estoy dispuesto a entregarme a los demás. Eso es lo que verdaderamente importa. Aprender a amar es la tarea más crucial para todo ser humano. La religión debería ser un medio que facilite nuestra capacidad de amar. Ser más humano equivale a ser capaz de amar más profundamente.
Oratio (Oración)
Dios de amor, ayúdanos a vivir de acuerdo con tus mandamientos de amor y justicia. Que nuestras acciones diarias reflejan un amor profundo hacia ti y hacia todas las personas, especialmente aquellas cuyas voces han sido silenciadas. Danos la valentía para defender la dignidad y la igualdad en cada interacción y relación.
Contemplatio (Contemplación)
Contempla cómo este amor inclusivo puede transformar tus acciones. Imagina una comunidad donde cada persona, sin importar sus características, es amada y respetada por quienes son. ¿Cómo puedes, en tu vida diaria, mostrar este amor genuino y abogar por la justicia y la equidad?
Actio (Acción)
Comprométete esta semana a realizar una acción concreta que muestre este amor hacia tu prójimo. Puedes ofrecer ayuda a alguien en necesidad, escuchar activamente a alguien que se sienta ignorado, o defender la justicia en algún espacio donde notes discriminación o desigualdad.