#LectioDivinaFeminista ¡Ya a las puertas de la Navidad!

¡Ya a las puertas de la Navidad!
¡Ya a las puertas de la Navidad!

DOMINGO 22 DE DICIEMBRE: Lc 1,39-45

En este camino de Adviento, ya a las puertas de la Navidad, la liturgia de este cuarto domingo nos regala un Icono de Encuentro, la visita de María a su prima Isabel. Un encuentro donde estas mujeres ya celebran anticipadamente la alegría de la Navidad. No una alegría superficial a la que nos estimulan nuestras sociedades de consumo y bienestar, sino la alegría profunda de sentir que la sanación, la liberación, la justicia y paz de Dios, irrumpe en la historia, lo hace encarnándose en vidas concretas, en sus propias vidas. La alegría de vislumbrar una luz en las tinieblas; Jesús, como camino alternativo de vida cuando parecen cerrarse todos los caminos.

En estos tiempos un tanto Apocalípticos somos tentados de caer en la parálisis de la desesperanza y el temor. La lectura de Lucas, nos presenta a María e Isabel como mujeres portadoras de Buena Noticia, iconos de Esperanza.

En la vida cotidiana, las dificultades, experiencias negativas, temores y obstáculos nos llevan no pocas veces a tener ganas de desistir y de abandonar, el entusiasmo se va apagando y poco a poco perdemos el sentido de la vida y de lo que hacemos. Adviento y Navidad es tiempo de retomar con Esperanza renovada relaciones, proyectos, sueños, dejarnos de nuevo embarazar de vida.

Dice Lucas que María “se levantó” y se puso en camino con presura… “Levántate” nos decía la lectura del primer domingo de Adviento, justo cuando todo parece ir en contra. El miedo paraliza, la esperanza moviliza. ¿Qué alimentó la Esperanza en estas mujeres? ¿Qué las puso en camino? 

Nos adentrarnos en el texto, para contemplarlas y descubrir la Palabra de Vida que se nos regala, dejarla resonar en nuestro corazón y que ella nos transforme.

La primera lectura de Miqueas, nos ayuda a empezar por enfocar la mirada y poner nuestro corazón en sintonía con el modo de hacer de Dios. Un Dios que escoge lo pequeño, lo frágil, lo aparentemente no considerado. Nos invita a mirar hacia los márgenes como lugar donde nace la Esperanza: “Y tú Belén Efratá, pequeña entre los clanes de Judá, de ti voy a sacar el que ha de gobernar…El mismo será la Paz”. Mi 5,1.4a

En esos márgenes encontramos a María, y a Isabel, dos mujeres de las que la historia poco esperaba; María, joven campesina todavía virgen e Isabel, ya con cierta edad y estéril. En ambos casos nos encontramos con la incapacidad humana. La Esperanza no es simple optimismo, como nos dice El Papa Francisco, nace desde la lucidez y el realismo, cuenta con nuestra fragilidad y nuestros límites, pero desde la certeza, que todo no depende de nosotras, que Dios de la vida nos acompaña y es el protagonista. El no necesita tanto de nuestra fuerza y grandes capacidades como de nuestra disponibilidad para dejarle hacer. A nosotras nos toca poner humildemente lo que somos, y dejarle ser Dios en nuestras vidas. Es el “hágase de María”, que acoge la invitación de Dios y confía.

De María e Isabel aprendemos que la esperanza nace del silencio, de la escucha de la Palabra, que susurra en medio de la noche: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”Lc 1,30… “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Lc 1, 35. María encuentra en su interior, una mirada que empodera y una promesa de futuro, de fecundidad y de sentido. La fe en el Dios de la Promesa le permite atravesar la noche con esperanza. Isabel se lo confirma “Bienaventurada tú, que has creído, porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá”.Lc 1,45

María va con decisión a visitar a Isabel quien la acoge con una inmensa alegría, ambas se acogen, escuchan y acompañan. La Esperanza se nutre de gestos de amor concreto, por aparentemente pequeños que sean: una palabra, una sonrisa, una mano tendida, un abrazo… nada se pierde. Siempre está en nuestra mano el acoger, escuchar, acompañar, cuidar… verbos generadores de esperanza.

Por último, ellas nos enseñan a ser forjadoras de ENCUENTRO. La relación puede ser superficial, el encuentro se da desde la hondura. María e Isabel son expertas en generar encuentro, capaces de descubrir la acción de Dios en la otra y confirmarla con profunda alegría. De unirse en complicidad para atravesar junta las dificultades y la noche, de empoderarse mutuamente y Bendecirse, “decir bien” la una de la otra. Y es que solo desde el Encuentro, con otras, en comunidad, unidas de la mano podemos atravesar la noche y sostener la Esperanza.

Termino con este poema de Nuria Martínez Gayo, aci:

“Ecos de la esperanza de la humanidad”:

“Vestida de paciencia, deliberadamente

decidida a permanecer,

la esperanza resiste en medio

de nuestra compleja y desengañada historia,

verdea en la fragilidad

y en la belleza de un pequeño brote,

haciéndose presencia discreta y vulnerable

pero persistentemente sostenida,

allí donde hay un clamor,

un lamento,

una necesidad,

una desgracia,

una puerta que se cierra,

una ilusión que se trunca,

una vida que se escapa,

sin grandes luminarias,

sin títulos provocativos

sin ruidos,

sin espacios en los medios de comunicación,

sin reconocimiento en las tertulias,

la pequeña luz de la esperanza sigue

ardiendo y provocando fuegos

allí donde “alguien”

ha renunciado a su tiempo,

ha anulado la cita con sus deseos

y se ha despedido de su legítima

aspiración a realizarlos,

ha pospuesto su trabajo,

ha ignorado su cansancio

y ha olvidado sus dolores,

sus años y sus miedos,

para salir al encuentro “del otro”,

para -en medio de la oscuridad,

el sin sentido y la ausencia de futuro-

hacer presente al Dios de la esperanza”.

Nos detenemos un tiempo de silencio para pasar por el corazón el texto de lucas 1,39-45 y acoger aquello que resuena dentro de mí, qué llamada e invitación voy sintiendo, la acojo y agradezco.

Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»

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