Irregularidades, ¿aceptables? ¿aceptadas?
La intransigencia es la tentación más fuerte del que tiene que aplicar una norma. El intransigente siempre parece tener razón, porque aplica la norma a rajatabla. No le queda la intranquilidad de haber sido demasiado benévolo. Aplicando la norma teórica, cree haber resuelto adecuadamente el caso concreto. Pero olvida el viejo principio de que "summun ius, summa iniuria", de que no hay mayor injusticia que el cumplimiento máximo de la ley.
Esta elemental reflexión viene al caso ante las interpretaciones que está teniendo la doctrina completa vertida por el Papa Francisco en su escrito Amoris Laetitia, La alegría del amor. Cuatro cardenales han mostrado las "dudas" que les plantea la comprensión completa de este escrito. A un cura de a pie le he oído estos días sentenciar: "lo que está claro, está claro; pues no se soluciona todo recurriendo a la misericordia". El mismo Francisco afirma en su Exhortación que "comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida, que no dé lugar a confusión alguna" (308). Aplicar el "responsable discernimiento personal y pastoral"(300), en el acercamiento a cada caso, es más difícil y más laborioso que la mera aplicación de normas inflexibles. Pero observa también Francisco que "un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones `irregulares´, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas"(305). Con razón otro cardenal, Fernando Cardenal, ha matizado que las "dudas" de sus cuatro compañeros en el cardenalato son "dudas dudosas".
Las "irregularidades", el problema.
La dificultad surge cuando se producen las conductas irregulares, contrarias a la norma. Cuando se vive dentro de la norma, no surgen ataques ni condenas aunque encubran situaciones del todo lamentables. En el caso de la Amoris Laetitia, las irregularidades están en los separados de su primer matrimonio que se vuelven a casar o en los que ya viven juntos sin haberse casado. La casuística es mucho más compleja, y el escrito papal no lo mide todo por el mismo rasero, describiendo mucha variedad de situaciones(298). Pero el problema grande se plantea cuando un irregular pretende hacer frente a su situación sin salirse de la Iglesia, sin dejar incluso de acercase a los sacramentos. ¿Son aceptables estas irregularidades?, es la gran pregunta. ¿Son aceptadas, de hecho, por el Papa Francisco?
El discernimiento, el principio de la solución.
Francisco recuerda que "es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general", porque "discernir" en concreto si hay o no "plena fidelidad a Dios" es algo mucho más complejo(304). Para iluminar este problema se remontan a la autoridad lejana de Santo Tomás de Aquino (siempre más luminoso que sus propios seguidores, los tomistas), que afirma que los "principios generales" siempre están más claros que los "casos particulares": "En el ámbito de la acción, la verdad o la rectitud práctica no son lo mismo en todas las aplicaciones particulares, sino solo en los principios generales ... Cuanto más se desciende a lo particular, tanto más aumenta la indeterminación"(304, con la correspondiente cita de la Suma Teológica).
Moral abierta
Francisco repite hasta la saciedad que el "principio general" lo tiene muy claro la Iglesia, que el matrimonio es indisoluble y para siempre: "El matrimonio cristiano, reflejo de la unión de Cristo y su Iglesia, se realiza plenamente en la unión de un varón y una mujer, que se donan recíprocamente una amor exclusivo y en libre fidelidad, se pertenecen hasta la muerte y se abren a la comunicación de la vida"(292). Pero la afirmación diáfana de este principio no le impide ver también que los casos irregulares, que "otras formas de unión contradicen radicalmente este ideal, pero algunas lo realizan al menos de modo parcial y análogo". Precisamente por esto, el Sínodo (al que continuamente se remite el Papa), "no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio"(292). Esta constatación deja abierta la moral, para que en cada caso se pueda discernir la solución más viable.
La excepción confirma la regla
Esta vieja sentencia castellana quizá ilumine el planteamiento general de la Exhortación. Aunque no de forma taxativa, el escrito Amoris Laetitia, después de muchas precisiones y matizaciones, afirma que "a causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado -que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno- se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar ... recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia"(305), y en la nota 351 añade a este texto que la ayuda que puede prestar la Iglesia, "en ciertos casos, podría ser también la ayuda sacramental". Estas situaciones no dejan de ser la excepción, pero, pensando en "la misericordia de Dios, que no es negada a nadie"(300) y en el buen pastor que también busca a la oveja perdida, es "pastor de cien ovejas, no de noventa y nueve" (309), deja la puerta abierta para el acercamiento del irregular a los sacramentos cuando un honrado discernimiento descubra que existen causas justificadas para ello. El que la puerta ha quedado abierta para estas excepciones lo han destacado fehacientemente los obispo de Argentina (Ecclesia, 3.851, 1 Octubre 2016, p27) y de Alemania (Vida Nueva, Febrero 2017) en los públicos comentarios que han publicado sobre la Exhortación papal, la argentina con expresa aprobación posterior además de Francisco. El Papa ha querido con todo clarificar que "aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de norma" (304)y, por tanto, que "de ninguna manera la Iglesia debe renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza"(307).
Lectura completa.
En la edición que manejo, el escrito papal tiene 297 páginas. Sospecho que la lectura de todo el documento no ha sido muy frecuente. Es imposible resumir y ser fiel a un escrito con tantos matices. Termino recomendando la lectura completa del documento, que, en todos sus apartados, constituye un inmejorable canto a la belleza y riqueza del matrimonio. Merece la lectura y merece además algún comentario más a algunos de sus contenidos. Así lo espero hacer.