Acampar dentro de un templo es la última modalidad de alojamiento en Inglaterra y Escocia ‘Champing’, una noche de terror en una iglesia medieval
Los aficionados a las emociones fuertes pueden alquilar una para pasar una noche de terror durmiendo sobre tumbas centenarias
"Vamos a ver una película de terror más tarde, hemos traído El exorcista", explica esta estudiante de arqueología
Aunque todavía está consagrada, St Mary, una parroquia anglicana, organiza muy pocos servicios religiosos
Aunque todavía está consagrada, St Mary, una parroquia anglicana, organiza muy pocos servicios religiosos
| RD/Agencias
¿Acampar en una iglesia? Es posible, al menos en la campiña inglesa, donde los aficionados a las emociones fuertes pueden alquilar una para pasar una noche de terror durmiendo sobre tumbas centenarias.
“Pensar en quienes duermen debajo nuestro hace la atmósfera más excitante”, explica Kae Ono, una estudiante de historia japonesa, mientras despliega su saco de dormir en la iglesia medieval de St Mary, en Edlesborough, a unos 60 km al norte de Londres.
Kae, sus tres amigos, y su perro Coco son aficionados al champing , palabra que fusiona church (iglesia) y camping, una práctica que permite financiar el mantenimiento de monumentos. Cuesta 50 libras (56 euros) por persona alquilar St Mary y compartir el espacio con los murciélagos.
La asociación
La Asociación para la Conservación de las Iglesias, que dirige St-Mary, proporciona camas de campamento y sacos de dormir para dormir en este ambiente inusual, en cuyo subsuelo están enterrados los notables de antaño.
“¡Me encanta! ¿Vieron los árboles? Es espeluznante”, exclama Lingbo Zhou, otra estudiante, originaria de China, mientras su amiga Kae intenta tocar un tema del Fantasma de la ópera en el viejo órgano. "Vamos a ver una película de terror más tarde, hemos traído El exorcista", explica esta estudiante de arqueología.
Actividades nocturnas
Los invitados descubren los rincones de su alojamiento temporal con la excitación nerviosa que suele acompañar al principio de una película de miedo. Ismail Abdirahman, estudiante de historia, sube al púlpito para predicar ante su pequeña congregación, mientras Zhou busca pintadas antiguas en las paredes.
“¿Y si a medianoche damos un paseo por el cementerio?”, lanza esta última. “Al mismo tiempo, pensaré en esas caras raras de ahí arriba”, dice señalando las esculturas de piedra con rostros grotescos que decoran la bóveda.
La asociación para la conservación de las iglesias, que gestiona 354 edificios, de los cuales, 19 se pueden reservar para pasar la noche en Inglaterra y en Escocia, que fueron seleccionadas tras consultar con las autoridades locales, a menudo muy entusiastas ante esta iniciativa, asegura Neil Best, responsable del programa.
Aunque todavía está consagrada, St Mary, una parroquia anglicana, organiza muy pocos servicios religiosos y sus invitados nocturnos están sometidos a pocas restricciones, a parte de evitar el ruido, para no molestar a los vecinos. Incluso se permite consumir alcohol. “Eso sí, no hagan tonterías”, dice la página web de la asociación sobre los excesos. "Hasta ahora no se ha señalado ningún abuso o degradación y los champistas se han comportado con respeto", afirma Best.
La asociación asegura que la iglesia “seguirá siendo un lugar de contemplación, de tranquilidad y de paz”. Y subraya que estas particulares acampadas que se idearon en 2014, “no son más que el último capítulo de una tradición en constante evolución”.
Para Kae, la experiencia “es muy interesante”. En Japón, “dejar que la gente pase la noche en un templo es inimaginable”. Zhou, que afirma ser atea, encuentra “triste” que la iglesia ya apenas se utilice. Pero con estas acampadas, dice, “se le ha dado una nueva vida, y muchos pueden acercarse a apreciar su belleza”.
Pero lo más importante es su carácter terrorífico, que funciona bien. “Ha sido una de las noches más aterradoras que hemos pasado, en el buen sentido”, asegura Kae al día siguiente. “Los ruidos... y las vidrieras por la noche, daban realmente mucho miedo, también había murciélagos, podíamos escuchar sus gritos y algo volando”, afirma. “Incluso ir al baño daba miedo, vimos arañas”, agrega. La proximidad de los muertos, reconoce la japonesa, perturbó un poco su sueño. “¡Era difícil no pensar en ellos!”.
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