Morir con las botas puestas

Seguro que más de una vez lo habéis oído. Es un dicho o refrán muy popular con mucho de verdad como la mayoría de nuestro refranero español.
¿El por qué de este tema de hoy? Sabéis que siempre me gusta compartir la vida, cosas que todos hemos sentido, vivido o pensado en algún momento, y hoy traigo ante vosotros el sentir de algunas personas que han sido educadas toda su vida en la obediencia, en el trabajo y en el no saber decir “no” en demasiados momentos de la vida, algo inculcado como fuego en el crisol.
El problema de estas personas es que cuando llegan a una determinada edad y la salud empieza a decrecer, no son conscientes de que su ritmo de trabajo no puede ser el mismo y es necesario aminorarlo. Se sienten y piensan igual que en los mejores momentos de su vida, empiezan a encerrarse en sí mismos, en su forma de pensar y actuar como la mejor, la válida. No admiten consejos de quienes les rodean, sienten que es mejor morir con las botas puestas, que trabajar a un ritmo más adecuado a sus posibilidades.
Esto es algo que estoy descubriendo con gran dolor en personas ante una gran impotencia y frente a su tozudez, pero ¿Qué hacer ante situaciones de ese tipo, ante personas con un suicidio anticipado? Pensareis que cada uno es dueño de su vida, creo que esto es una verdad a medias. No decidimos cómo o donde nacer, pero en muchas ocasiones, sí cómo morir.
Cuando su decisión es: mejor morir que aminorar. Entonces sólo nos queda asumir o decir como María ante su Hijo ¡Hágase! Rezar y ponerlo ante Él…
¿Os habéis encontrado en algún momento de vuestra vida situaciones con estas características?
Ojalá que nunca lo hagáis…
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