Primeras comuniones, primeras perversiones
Los niños son y se comportar según les educamos los mayores. En este caso, el verdadero sentido de este día, la gran fiesta es para el niño como resultado del motivo a celebrar, sin embargo esta ha sido manipulada e invadida por los mayores. Ya no es la fiesta del niño por un motivo trascendental, sino del adulto. Con nuestras actitudes los vamos haciendo adultos antes de tiempo, metiendo, sin percibirlo en un mundo de competitividad donde “yo” tengo que ser el mejor al precio que sea.
Llegamos incluso a pedir préstamos para poder afrontar tan excesivamente desmesurados porque mi hij@ “tiene que ser el mejor”… sacamos al niño de su espacio para llevarlo al nuestro y no al contrario, que sería lo más lógico, hacernos nosotros como niños… pero ¿En que convertimos este acontecimiento?
Todo ello les lleva a no saber valorar lo que reciben: a Dios que es el mayor regalo y motivo de esta celebración, sin precio económico, pero a eso no le damos la suficiente importancia porque todo lo que no cuesta dinero, no vale. Eso es lo que les estamos enseñando, pero ¿donde queda la moral, los valores, el amor, la entrega?…
Dejemos al niño ser niño, que tome la palabra, eduquémosle en un mundo justo y solidario. La semilla de hoy, será el futuro de mañana que le acompañará el resto de su vida…
Pequeños y mayores somos invitados a la mesa del Señor, todos tenemos un sitio, porque para Jesús no hay exclusión. No dejemos de crecer en amistad con Él, podemos ser partícipes de esa mesa preparada sin olvidar que el centro es Él, no nosotros.
Donde entra Jesús resucitado entra la paz: “se llenaron de paz”, de envío, como les pasó a los discípulos. Donde está Jesús, está la Vida, por eso, ese día no puede ser único, porque ya ha estado en medio de nosotros, por lo tanto, abrámosle las puertas del corazón.